El 22 de junio de 1953, el dictador Francisco Franco realizó una visita al Alto Aragón con parada en Huesca, donde fue recibido con honores en la Plaza de Navarra y agasajado por los mandatarios locales y provinciales, entre ellos el entonces alcalde de la ciudad, José Gil Cávez. Este da ahora nombre a una calle próxima a la estación de tren y autobús, y cientos de personas cruzan cada día una plaza que rinde homenaje al requeté del Tercio de Doña María de las Nieves, que participó en varios combates de la Guerra Civil en la zona comprendida entre Huesca y Barbastro y también en Tardienta. Son dos ejemplos del callejero franquista de la ciudad. La Ley de Memoria Democrática de Aragón insta a los ayuntamientos a retirar este tipo de denominaciones.
Esta es, al menos, la postura de Chunta Aragonesista, que se ha dirigido en repetidas ocasiones al Consistorio para reivindicar esta medida. Para la coordinadora del Ligallo de Lugar de CHA-Huesca, Sonia Alastruey, el callejero requiere de forma “urgente” una revisión y depuración rigurosas, “eliminando denominaciones de golpistas y franquistas que avergüenzan a los demócratas cuando se conocen los detalles de las referencias que dan nombre a algunas de nuestras calles”.
El capítulo VII de La Ley 14/2018 de 8 de noviembre de Memoria Democrática de Aragón considera “contraria a la memoria democrática de Aragón y a la dignidad de las víctimas la exhibición pública de elementos o menciones realizados en conmemoración, exaltación o enaltecimiento individual o colectivo del golpe de Estado de 1936 y del franquismo, de sus dirigentes o de las organizaciones que sustentaron al régimen dictatorial”. Y se refiere a placas, escudos, insignias, inscripciones, anagramas y otros elementos sobre edificios públicos o situados en la vía pública.
Se continua que “las administraciones públicas de Aragón, en el ejercicio de sus competencias y de conformidad con lo establecido en el apartado primero, adoptarán las medidas necesarias para proceder a la retirada o eliminación de los elementos contrarios a la memoria democrática de Aragón, sin perjuicio de las actuaciones que las víctimas, sus familiares o las entidades memorialistas puedan llevar a cabo en defensa de su derecho al honor y la dignidad”. El Gobierno de Aragón, sin embargo, no contempla actuaciones en este sentido en Huesca, donde CHA carece de representación en el Consistorio y es, en cambio, socia de gobierno en el Pignatelli.
Siete alcaldes franquistas presentes en el callejero oscense
La formación especifica que el listado en Huesca es extenso, “desde los Porches, conocidos en primer lugar como de Verdejo, posteriormente de Vega Armijo y ahora, de Galicia, que no están refiriéndose precisamente a la nación gallega, sino a la Legión Gallega, integrada fundamentalmente por falangistas; o un espacio que popularmente aún se conoce como plaza de Zaragoza, y que fue rebautizado por el ayuntamiento franquista como plaza de Navarra, exaltando a los Requetés del Tercio de Doña María de las Nieves”.
Se refiere asimismo a la calle Voluntarios de Santiago, cuerpo paramilitar que apoyó a los golpistas contra la República o a la calle Rioja, en recuerdo a la presencia en la ciudad de falangistas de Logroño que vinieron a Huesca a reforzar a las tropas sublevadas. El periodista e investigador Víctor Pardo señala que son siete los alcaldes del franquismo que cuentan con un reconocimiento en forma de calle: Pedro Sopena, Mateo Estaún Llanas, José María Lacasa, Vicente Campo, José Gil Cávez, Mariano Ponz y Emilio Miravé, todos ellos en el periodo comprendido entre 1936 y 1976.
También el conocido como Estrecho Quinto posee una historia no comúnmente conocida como ‘icono’ de la resistencia franquista durante la guerra. Fue una posición defendida desde mediados de agosto y hasta el final de septiembre de 1936 por las tropas carlistas y falangistas gallegos y riojanos llegados a Huesca para sumarse a la sublevación militar, Voluntarios de Santiago y tropas del Regimiento Valladolid n.º 20, una guarnición de unos 600 hombres. La presión de los milicianos procedentes de Cataluña y Levante, no fue suficiente para vencer a los asediados militares rebeldes allí parapetados, quienes pudieron romper el embolsamiento a que habían sido sometidos y regresar a la ciudad, explica Pardo.
Asimismo, el historiador recuerda que el monumento realizado por el artista Ángel Orensanz, inaugurado en 1963 y que se encuentra en el Parque Miguel Servet para recordar a los caídos en las guerras es en origen “un memorial fascista dedicado a los defensores de Huesca durante el asedio republicano. Las cuatro figuras representan al Pueblo sufriente, al Ejército salvador, las Milicias de la Falange y otros cuerpos civiles militarizados y a la España unida y renacida. Por mucho que se retirara la lápida que cantaba las glorias patrias y se dedicara a todos los caídos, no ha perdido nunca el sentido para el que fue concebido, la glorificación de la victoria franquista”.
Diferentes grupos políticos han reclamado al Ayuntamiento de Huesca la retirada de una placa que se encuentra en el patio y que detalla la realización de unas reformas en el edificio. Pese a que incluye una cita explícita a su “excelencia el caudillo, Francisco Franco, el generalísimo”, el informe encargado por Alcaldía concluyó que “no se produce ningún enaltecimiento gratuito, ni se incluyen los vítores, ni las imágenes de yugos, flechas o escudos tan frecuentes en la época. La lápida es un documento epigráfico que data e informa sobre una actuación realizada en un inmueble. Es inseparable de él y no tiene sentido separada del mismo”.