Hace tres años las calles de Puyuelo recuperaron las voces. Cuatro jóvenes, dos belgas y dos alemanes, decidieron buscar un pueblo abandonado donde poder llevar un estilo de vida diferente. El lugar escogido fue Puyuelo, un pueblo situado en el valle de la Solana, en el Pirineo oscense, que fue abandonado en los años 60.
“Vivían en sus países, tenían estudios avanzados y una vida más o menos acomodada, pero lo que querían era alejarse del sistema capitalista. Ese era su sueño y ahora lo están consiguiendo”, explica Sara Sarrablo, periodista y directora del documental ‘Puyuelo’, que cuenta la vida de estos cuatro jóvenes y del pueblo, desde su despoblación hasta hoy.
Una vez escogido el pueblo, comenzaron a reconstruirlo, ya que se encontraba totalmente en ruinas. Las casas las trabajan de la forma tradicional, con paja, barro y cal, además, tienen sus huertos para autoabastecerse y tratan de contaminar y consumir lo menos posible. “Trabajan por y para ellos y han conseguido llevar otro estilo de vida”, comenta Sarrablo.
El valle de la Solana se despobló como consecuencia del proyecto del pantano de Jánovas, que nunca llegó a construirse. La despoblación en Puyuelo y otros pueblos colindantes fue consecuencia de la reforestación de pinos que se realizó para que el suelo no se erosionara con la construcción del pantano. “La gente que vivía por los pueblos de montaña sufrió igualmente la despoblación porque les quitaron todas las tierras y no tenían cómo vivir. En todo el valle de la Solana la gente se fue a la fuerza hace ya 60 años”, comenta la directora.
Actualmente, La Solana tiene compartidas las competencias entre diversos organismos y se considera monte propiedad del Gobierno de Aragón. Las edificaciones de estos pequeños pueblos se han ido deteriorando y, durante los últimos años, son varias las iniciativas que se están llevando a cabo para recuperar estas localidades, como en el caso de Puyuelo.
“Es importante visibilizar la labor de mis personajes en este pueblo, ellos son okupas, viven en una situación de irregularidad, toda esa zona forma parte del patrimonio forestal del estado, está considerada monte público, ya no se considera ni pueblo y si no fuera por estos particulares todo ese patrimonio se habría perdido. Forma parte de nuestra cultura, nuestras raíces y es la vuelta a esto, que sin ellos se habría perdido”, explica Sarrablo.
Para conocer la historia de Puyuelo también era necesario hablar con las personas que vivían allí antes de la despoblación, “me puse a investigar sobre la historia del pueblo y conseguí el contacto de Ramón y Miguel, los otros dos personajes del documental”.
El objetivo de este trabajo audiovisual, el primero de la periodista boltañesa, era “cambiar la conciencia de la gente de la zona sobre las personas que vienen de fuera a ocupar los pueblos”, así como reivindicar la historia de esta zona rural de una forma más creativa.
Con este documental se pretende “hacer una reflexión sobre todos los daños y perjuicios que conlleva la despoblación, tanto para las personas que se vieron obligadas a abandonar sus casas como para el territorio en sí, y sobre la gratitud que supone poder recuperar este estilo de vida, porque, aunque nuestros protagonistas vengan de lugares totalmente distintos descubrirán que en realidad tienen muchas cosas en común”.
De momento solo lo han podido ver unas decenas de personas, las que asistieron al preestreno en Espiello, el Festival Internacional de Documental Etnográfico de Sobrarbe. “Creo que a la gente le gustó mucho y uno de mis objetivos era alejarme de la mirada más objetiva o periodística y buscar como un medio para poder comunicar de una forma más creativa y expresiva”. Además, la directora pretendía “encontrar su mirada de autor” y confía en haberlo conseguido y que su ópera prima llegue a festivales nacionales e internacionales.
“Tengo unas expectativas altas porque aunque la historia del pueblo sea más conocida en la zona o en Aragón, creo que es una historia que podría encajar en cualquier lugar, el arquetipo de la unión a la tierra, de la búsqueda de una vida más próspera o perseguir los sueños”, concluye Sarrablo.