Un año después de la aprobación de la Ley de Memoria Democrática de Aragón, el Departamento de Educación, Cultura y Deporte ha comenzado la declaración de lugares de memoria democrática, que se integran dentro del patrimonio cultural de la Comunidad. El primero de estos lugares que va a adscribirse a esta figura de protección es el Barranco de la Bartolina de Calatayud, lugar donde fueron fusiladas muchas personas durante la Guerra Civil y la posterior dictadura.
El Barranco de la Bartolina, ubicado en una zona deshabitada entre las localidades de Calatayud y Terrer, fue un lugar de fusilamiento masivo en la comarca de Calatayud durante la Guerra Civil. El emplazamiento de la fosa común figura en el mapa de fosas del Ministerio de Justicia, así como en la página del Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés. Según un estudio realizado por el historiador Nacho Moreno Medina en el marco del proyecto ‘Amarga Memoria’, y tal y como recoge de testimonios orales, este paraje, en el que se pudo asesinar a entre 400 y 500 personas, era el lugar de fusilamiento de gente de toda la Comarca de Calatayud, que en el año 1936 englobaba muchos de los pueblos de los antiguos partidos judiciales de Calatayud, Ateca, Daroca y La Almunia.
La Asociación ARICO (Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido) había mostrado ya su interés en que este punto de la geografía aragonesa tuviera la protección especial con la que ahora va a contar de forma oficial. Esta asociación se encargó de hacer una prospección para tratar de encontrar restos humanos allí, sin éxito, después de que una obra municipal en 1999 utilizara esta tierra en la construcción de un vertedero, imposibilitando la exhumación de los que allí perdieron la vida. Por este motivo, los familiares de los fusilados en el Barranco de la Bartolina tuvieron que asumir que sus parientes quedarían sepultados para siempre.
Localización e interpretación
La declaración como Lugar de Memoria Democrática obligará a la titularidad de estos lugares a trabajar con el departamento competente en su promoción y en materia de patrimonio cultural, además de a difundir su localización e interpretar lo sucedido en estos espacios, en colaboración con las entidades locales del entorno y, en su caso, con las universidades y entidades memorialistas de Aragón.
Esta declaración, explican desde el Gobierno de Aragón, se hace ahora como un medio de dignificación de las víctimas y para que la ciudadanía conozca qué sucedió en la zona. Como las Fosas de Caudé, en el sur de Teruel, o el Pozo de Ventafarinas, en los confines orientales de La Litera oscense, el Barranco de la Bartolina se ha convertido en un símbolo de la represión que acompañó a la Guerra Civil.
La legislación aragonesa define este tipo de lugares como “aquel espacio, construcción o elemento inmueble cuyo significado histórico sea relevante para la explicación del pasado de Aragón en términos de participación, defensa y lucha a favor de la democracia frente a la intolerancia y la dictadura en el marco histórico de la Segunda República española, la Guerra Civil y la dictadura franquista”.