Para Mer Cruz (Zaragoza, 1979), la bicicleta es su medio de vida, su forma de transporte, su deporte, su ocio… También es una herramienta para aspiraciones más elevadas, como la libertad, la igualdad y la seguridad. Cruz es una de las mujeres que se lanzó hace cuatro años a impulsar el colectivo ciclista Bielas Salvajes.
¿Por qué os pareció necesario crear una asociación ciclista específica de mujeres?
El colectivo nació de una forma muy natural, desde la inquietud que teníamos algunas de nosotras simplemente por pedalear, por hacer un grupo entre mujeres ciclistas, porque vivíamos el ciclismo en un ambiente muy masculinizado. Nos apetecía disfrutar de una forma diferente de ciclismo: de otro ritmo, con otros cuidados entre nosotras. Una compañera vio cómo ya entonces entrenaban sólo mujeres en un grupo de 10K y pensó que por qué no hacer lo mismo nosotras con el ciclismo. Poco a poco, Bielas Salvajes se ha convertido en algo más porque, aparte de esa motivación más deportiva, ahora mismo nos impulsa más el objetivo de la visibilización de la mujer en el espacio urbano.
¿A qué se refiere exactamente cuando habla de esos “cuidados” entre las mujeres ciclistas?
Entre nosotras se genera otro tipo de ritmo. Es el cuidado de esperarnos unas a otras, de ir al ritmo de la más lenta... esto hace que nuestras actividades sean más fáciles y más inclusivas para todo tipo de mujeres. Los grupos masculinos son más competitivos, hay un ambiente más duro.
¿Qué actividades o intereses abordáis que no cubren otras asociaciones ciclistas mayoritariamente masculinas?
Además de las Rutas cicloturistas con las que empezamos, estos últimos dos años hemos impulsado las Rutas salvajes, dirigidas a mujeres que quieren los fines de semana una actividad deportiva más continua, con diferentes niveles de dificultad, con diferentes tipos también de utilización de la bici, de carretera, de monte, con descensos más duros... Otra actividad bastante puntera desde nuestros primeros años son las Rutas ciclo-lunares, una de las pocas actividades que organizamos abiertas a todo tipo de género: se trata de coger la bici en las lunas llenas, salir de la ciudad y hacer una cena en común. La gente participa mucho, son rutas muy enriquecedoras, es algo muy bonito. Y a mí personalmente me gustan mucho las Rutas ciclistas urbanas por la visibilización de la mujer. Esto nació de una petición de una asociación de un centro cívico, que querían que guiáramos una ruta con el objetivo de visibilizar las calles ciclistas con nombre de mujer. Nos dimos cuenta de que era una herramienta potente para llevar la cultura ciclista femenina a toda la ciudad y hemos desarrollado esa idea. Ahora, incluso hacemos algunas teatralizadas. Tenemos una con el callejero de las mujeres, otra titulada “Mujer y bici, una historia de libertad”, en la que destacamos las mujeres ciclistas de la historia… Por ejemplo, la mayoría de la gente puede conocer a la ciclista italiana Alfonsina Strada, que completó un Giro. Está también Annie Londonderry, famosa por una apuesta que le llevó a recorrer todo el mundo en bicicleta. Pero otros nombres de mujeres muy importantes en la historia del ciclismo como Kittie Knox, por ejemplo, no son nada conocidos. Esta ruta las visibiliza.
Esta falta de visibilización de la mujer ciclista, ¿es similar a la que veis en otros deportes?
Sí, por supuesto, no ocurre solo en el ciclismo. En las últimas Olimpiadas sí pienso que hubo una campaña importante de denuncia sobre cómo es tratada la mujer en el deporte. En realidad, ocurre en la sociedad, en general, en cualquier ámbito. Partimos de que nuestra sociedad no es igualitaria; por eso nosotras apostamos por un colectivo sólo para mujeres. Muchas veces nos preguntan por qué hacer un grupo sólo para mujeres, algunas personas nos acusan de hacer una discriminación hacia el género masculino. En realidad, el feminismo busca la igualdad, pero desde luego, no podemos actuar como si esa igualdad ya existiera. Queda mucho trabajo por hacer, muchos ámbitos en los que las mujeres tienen que formarse, muchas desigualdades pendientes de erradicar... Para nosotras, la bicicleta es una herramienta que ayuda a que haya igualdad. Nosotras utilizamos nuestro colectivo precisamente para dar cobertura a todas las mujeres que no se atreven a circular por la ciudad, a hacer cicloturismo o a salir de ruta... que tengan un espacio donde se sientan seguras e iguales.
¿Qué ha supuesto la bicicleta para las mujeres históricamente?
Yo creo que ha supuesto libertad, gracias a la seguridad que nos aporta. Yo, personalmente, empecé a pedalear cuando iba a la universidad; ¿cuántas veces he tenido que pagar un taxi o pedir a alguien que me acompañase para ir a casa por la falta de seguridad que experimenta una mujer en un barrio con poca iluminación o, simplemente, porque es tarde? Ese miedo que yo sentía a la hora de llegar a casa por la noche desapareció en el momento en que empecé a usar la bici de forma habitual. Fue un cambio brutal, la bici ha sido una defensa. Además, la bicicleta es una herramienta que nos da la libertad de hacer cualquier tipo de desplazamiento sin tener que depender de un medio contaminante... es una herramienta transversal, que apuesta por una movilidad sostenible, por la cultura, por la ecología, por llevar otro ritmo de vida, por no tener estrés; es una herramienta de transformación para una mujer.
La bicicleta, entonces, ¿puede servir para evitar el acoso callejero?
Puede hacerlo, sí. Desde luego, no estamos excluidas porque ahí pesa mucho más el machismo, que se manifiesta en la sociedad, en la movilidad y en todas partes. Un ciclista hombre, desde luego, es acosado, porque es un medio de transporte más débil que un coche. Pero una mujer siempre es mucho más acosada, porque, simplemente por el hecho de ser mujer, parece que el resto de la sociedad se cree con derecho a acosarla con más fuerza. Nosotras, desde luego, sufrimos mucho más acoso, por los ritmos también, porque nuestra forma de circular es más lenta.
Al volante de vehículos motorizados se habla de que las mujeres suelen ser más prudentes que los hombres, ¿hay diferencias entre hombres y mujeres pedaleando, más allá de la velocidad que comenta?
La principal diferencia que veo yo es en el primer enfrentamiento a la bicicleta. Un hombre se plantea de repente utilizar una movilidad más sostenible, hacer ejercicio de camino al trabajo... y decide ir en bici; vale, coge la bici y la empieza a usar. Una mujer no tiene una respuesta tan directa: se lo plantea, pero le surgen muchos miedos sobre cómo va a circular. Yo trabajo en La Ciclería, que es un centro de promoción de la bicicleta, y tenemos un programa de bici-escuela para personas adultas. El 90 % de las personas a las que hemos enseñado a pedalear son mujeres. Por eso, las Bielas Salvajes tenemos un programa, que se llama Rutas seguras, dirigido a todas esas mujeres que saben pedalear, pero no se atreven a circular por la ciudad. Es por la educación que han recibido; evidentemente, vivimos en una sociedad machista en la que se enseña que los hombres pueden hacerlo todo, pero las mujeres no; a las mujeres se les crean muchos miedos. Romper esas formas de construirnos es francamente difícil, aunque vamos haciendo nuestros pequeños pasos para romper esos moldes que favorecen claramente al género masculino.
Entonces, que se favorezca el uso de la bicicleta, con carriles bici, con zonas pacificadas... ¿es aún más importante para las mujeres?
Efectivamente. Actualmente, en Zaragoza tenemos suerte porque tenemos el apoyo de políticas municipales que apuestan por una movilidad más sostenible. Y también tenemos colectivos que llevan muchos años peleando, como Pedalea, que lleva ya más de 25 años. Nosotras nos estamos sumando esta lucha. Estamos todavía lejos de políticas que se ven en Europa, que priorizan el buen funcionamiento de sus ciudades apostando por desplazamientos urbanos que favorecen las bicis y el transporte público. Eso no favorece sólo a las mujeres, sino a la sociedad en general, con menos contaminación y menos ruidos. Son ciudades más amables, hechas para las personas y no para los coches, que es lo que tenemos actualmente. En Zaragoza, el 70 % del espacio lo ocupan los coches; es una barbaridad.