“El embalse de Biscarrués jamás se hará, porque supone cortar el río Gállego y hacer una presa”
“No podemos hablar ya del Pacto del Agua porque está vencido, son otros tiempos”. Quien se pronuncia con esta rotundidad es Nacho Celaya, coordinador a principios de la década de los 2000 de los trabajos de la Iniciativa Social de Mediación (ISM) que logró un acuerdo pionero en España sobre dos grandes conflictos hidráulicos en Aragón: el proyecto del embalse de Santaliestra y la polémica de la cuenca del río Matarraña. Ambos conflictos desaparecieron gracias al diálogo y la mediación. No fue posible el acuerdo, sin embargo, en el proyecto del embalse de Biscarrués, que todavía sigue abierto. Desde su acreditada experiencia, Celaya afirma sin dudar: “El embalse de Biscarrués o como se le llame en el futuro supone cortar el río Gállego y hacer una presa. Jamás se hará en el siglo XXI”
Celaya confiesa que “hay que ser prudente” ante el anuncio del presidente de Aragón, Javier Lambán, de actualizar el acuerdo hidráulico que se alcanzó a principios de la década de los 2000. “En estos temas tan complejos, hay que ser exquisito y marcar las líneas del juego. La gente tiene que saber a dónde tenemos que llegar, si hay presupuesto, cuál va a ser el papel que va a jugar el Gobierno de Aragón y si va a haber mediadores o no”. Celaya considera “importantísimo” fijar antes las reglas de juego para no defraudar las expectativas.
Proceso de dialogo con 13 entidades
La Iniciativa Social de Mediación se puso en marcha oficialmente en enero de 2002 con un proceso de diálogo en el que participaron trece entidades que escenificaban el conflicto: las cuatro comunidades de regantes (Aragón y Cataluña, Riegos del Alto Aragón, Bardenas y Canal Imperial de Aragón), los tres sindicatos agrarios más representativos (Uaga, Asaja y Araga), las cuatro asociaciones de afectados de los cuatro embalses más conflictivos (Yesa, Biscarrués, Jánovas y Santaliestra), la Coordinadora de Afectados por Grandes Embalses y Trasvases (Coagret) y, por último, Adelpa, asociación que agrupa a todas las Entidades Locales del Pirineo Aragonés. A raíz de las trece reuniones que se celebraron, surgieron cerca de 90 propuestas e intereses relacionados con los usos y la gestión del agua que recogían las distintas sensibilidades y que podían ser objeto de negociación.
La segunda fase de la Iniciativa Social de Mediación arrancó en mayo de 2004 coincidiendo con varios acontecimientos que propiciaron un mejor clima de diálogo, como fue la derogación definitiva del decreto del trasvase del Ebro del Gobierno de Aznar; el nombramiento de la nueva ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona; el nuevo presidente de la CHE; y la puesta en marcha de la Comisión del Agua en el marco del Instituto Aragonés del Agua. En ese contexto, tras numerosas reuniones y entrevistas, se lograron acuerdos en el conflicto del embalse de Santaliestra, que en aquel momento acumulaba varios procesos judiciales en marcha, tanto de carácter administrativo como penal. La Comisión del Agua aprobó por unanimidad de los 60 miembros los dos dictámenes redactados por la Iniciativa Social de Mediación, que apostaron por la ejecución del proyecto de San Salvador como alternativa a Santaliestra.
También hubo acuerdo entre los alcaldes del Matarraña, el Sindicato Central de Regantes y la Plataforma en Defensa del Matarraña, un acuerdo que fue refrendado por la Comisión del Agua de Aragón.
No fue posible, sin embargo, acercar posiciones en el conflicto suscitado por el embalse de Biscarrués. Celaya y los miembros de ISM se reunieron con la Comisión de Riegos del Alto Aragón, los ayuntamientos de Biscarrués, Santolaria, Pedanía de Erés, Coordinadora de Biscarrués-Mallos de Riglos, las empresas turísticas de la zona del Gállego, regantes de la Hoya de Huesca, Comarca de la Hoya. Se exploraron múltiples alternativas, pero no hubo una solución consensuada.
Quince años después del fin de los trabajos de mediación, Celaya admite que el tema de Biscarrués es “muy complejo y requiere una solución compleja”. No obstante, remarca que Biscarrués “no se va a hacer nunca”, porque supone cortar un río y hacer una presa. Por ello, apuesta por soluciones imaginativas que garanticen los recursos hidráulicos que necesitan los regantes y a la vez que no supongan la construcción de una gran presa en mitad del cauce del río
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