“Hacíamos guardias de 24 horas y dormíamos muy poco, apenas dos horas al día, porque estábamos en continuo trabajo rescatando a las personas que llegaban en los botes”. Así describe Javier Murillo, bombero de profesión, los días que de forma voluntaria pasó en la isla de Lesbos. En total fueron 18 días de trabajo extenuante, en los que vio llegar a cerca de 10.000 personas a la costa.
“Llegaban mojados y en muy malas condiciones en unas embarcaciones muy precarias, en las que se metían unas 60 personas totalmente hacinadas”, recuerda Murillo. Este bombero del Consorcio de Extinción de Incendios y Salvamento (CEIS) de La Rioja trabajó en el operativo de rescate de la organización PROEM- AID, la misma a la que pertenecían los dos bomberos españoles encarcelados en enero en Lesbos.
Contactó con la ONG porque llegó un momento que no era “capaz de asimilar” todo lo que estaba viendo en televisión. Veía claro que tenía que hacer algo y envío su currículum a la organización, donde figuraba formación específica de nadador de rescate. Tras ser aceptado, viajó a Grecia el 17 de febrero.
Allí fue testigo de situaciones “dramáticas”, que eran atendidas sólo por voluntarios como él. Por suerte, mientras estuvo allí, su equipo pudo rescatar a todas las personas que llegaron a la costa. “No murió nadie durante el tiempo que estuve”, afirma, aunque sí recuerda una situación especialmente “dura”. Tuvieron que reanimar a un niño de tres años que fue aplastado por una avalancha en el interior de una embarcación. “El niño fue trasladado al Hospital de Atenas y ahí seguía cuando yo me fui”, comenta.
Estas escenas de nerviosismo eran frecuentes entre los refugiados, según relata Murillo. Llevan más de cinco horas metidos en una barca y cuando avistan la costa se producen estas avalanchas o se lanzan al agua para llegar a tierra, narra. Cuando llegaban a la orilla, otros voluntarios de otras ONG los atendían, les daban ropa seca, mantas… “Nosotros si veíamos otro bote íbamos al rescate, pero si no colaborábamos también en estas labores”, indica.
“Es muy dramático ver cómo las mafias les engañan y los montan en esas embarcaciones, sin un conductor que sepa controlarlas”. Salen de Turquía con la gasolina justa y esto hace que, ante cualquier imprevisto en el viaje, se vivan situaciones de riesgo o se queden a la deriva, subraya.
‘Descálzate por Lesbos’
A su vuelta a España, el pasado 5 de marzo, Javier Murillo no dudó en continuar colaborando a distancia e impulsar la campaña ‘Descálzate por Lesbos’ para recoger zapatos, a la que se ha sumado también el Parque de Bomberos de Huesca.
Durante su estancia allí, Murillo comprobó que el calzado era unas de las prendas que más necesitaban los refugiados, ya que llegan mojados y muchos de ellos sin zapatos, porque los han perdido durante la travesía.
En colaboración con sus compañeros del CEIS de La Rioja, Murillo se puso rápidamente manos a la obra para impulsar una campaña de recogida y la ciudadanía no tardó en responder. Hace una semana se envió a Atenas un camión con 25.000 pares de zapatos, 160 sillas de niño, 100 mochilas portabebés y “muchos muchos calcetines”, narra. Ahora están preparando ya el segundo envío, después del respaldo obtenido y de la cantidad de gente que se ha puesto en contacto con ellos para ofrecer su ayuda.
También desde el Parque de Bomberos de Huesca han decidido sumarse a esta iniciativa hasta el 8 de abril. En apenas una semana han recogido ya 1.200 pares de zapatos de todas las tallas, una mercancía que organizan entre todos en sus horas libres y que ya han empezado a enviar a La Rioja, señala el inspector jefe del parque de bomberos de Huesca, Daniel Muñoz.
Después, una vez recopilado todo, el CEIS realizará en los próximos días otro segundo envío a Grecia. Los costes serán financiados por una empresa ubicada en Logroño, Jae Ingeniería y Desarrollos, que, al enterarse del crowdfunding para la campaña, decidió afrontar la totalidad de los gastos.
“De una forma u otra volveré”
Esta actividad ha ayudado a Javier Murillo a asimilar mejor todo lo vivido en el archipiélago griego. Reconoce que, aunque le advirtieron de que la vuelta a casa era “dura”, todavía no ha tenido tiempo de pararse a pensar en todo lo ocurrido. “Es cierto que ves las cosas de otra manera y te das cuenta de toda la tontería que tenemos aquí”, apunta. Sin embargo, cuando le preguntamos si va a volver a la zona, contesta rápido con un sí rotundo. No ha necesitado tiempo para tomar la decisión de volver. Cuenta que en la misma ONG le han ofrecido ser coordinador de un equipo de rescate y que tiene entre manos un nuevo proyecto, del que no puede hablar porque todavía está en el aire. “Pero de una forma u otra volveré”, afirma con decisión.
Durante su estancia, ha podido comprobar en primera línea que esta crisis migratoria, la más dramática desde la II Guerra Mundial en el continente europeo, está siendo gestionada por personal voluntario como él, frente a una Europa impasible. “No hacen nada, no quieren hacer nada”, afirma sobre los dirigentes europeos y añade: “nuestros hijos o nietos estudiarán la vergüenza que está siendo Europa en este caso”.