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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“Calculamos que el precio del alquiler está creciendo un 8% anual en Zaragoza”

Llevan solo unos meses funcionando, pero en el Sindicato de Inquilinas de Zaragoza aseguran que ya han atendido decenas de casos. Subrayan que hoy en día, en Aragón, dos terceras partes de los desahucios son por alquiler. Y a eso hay que sumar todas las salidas de inquilinos que dejan los pisos sin llegar a ningún impago, simplemente porque no pueden afrontar la subida del precio de alquiler. Álvaro Martín (Madrid, 1986) es miembro del Sindicato de Inquilinas de Zaragoza.

¿Por qué se decidieron a crear un sindicato de inquilinos en Zaragoza?

Teníamos intención de crearlo por el problema que tenemos en Zaragoza con la subida del precio de los alquileres, siguiendo el modelo de Sindicato de Inquilinas que empezó a funcionar en Barcelona, después en Madrid y se ha ido extendiendo por todo el territorio. Aquí surgió de forma muy natural: un grupo de activistas de Zaragoza y gente del Centro Social Luis Buñuel invitaron a una persona del Sindicato de Inquilinas de Barcelona a dar una charla. Esto fue el pasado mes de septiembre y, enseguida, el grupo de personas que fuimos a la charla nos pusimos en contacto y empezamos a hablar para crear algo similar en Zaragoza. Es decir, nuestra agrupación viene del modelo de Barcelona y de Madrid, adaptado a las circunstancias locales.

Ya funcionaban otras organizaciones que surgieron con la crisis inmobiliaria...

Si, yo vengo de participar en la lucha de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) de Madrid, de Stop Desahucios... pero ahora vemos que hay un problema específico con los alquileres. Cuando estalló la gran burbuja de las hipotecas, generada por el boom constructivo e inmobiliario en España, dio lugar al surgimiento de la PAH, con la crisis de los desahucios. Ahora se está abriendo un nuevo ciclo, que tiene como protagonista al alquiler; y, en vez de a los bancos, a los fondos buitres y a las Socimi. La mayor parte de los colectivos surgidos de la crisis estaban orientados a las hipotecas. Trataban temas de alquileres, pero de manera secundaria o subsidiaria. Nosotros no somos una asociación de emergencia habitacional, sino que estamos específicamente ligados al alquiler. Faltaba un discurso y un espacio específico de lucha sobre el tema de los inquilinos, de los alquileres. De hecho, desde 2011 se habían creado iniciativas, pero se habían quedado a medias. Y ya cuando la situación ha sido desbordante es cuando han empezado a enraizar sindicatos específicamente de inquilinos, aunque colaboramos con la PAH y con otros colectivos. El problema del alquiler es el más acuciante ahora mismo.

¿Cuál es la situación del mercado del alquiler en Zaragoza?

No tenemos datos oficiales porque las administraciones no los recopilan. Pero, consultando fuentes muy diversas, calculamos que el precio del alquiler está creciendo un 8 % anual en Zaragoza. En Aragón, más de dos terceras partes de los desahucios son ya por impago de alquiler y no por cuestiones hipotecarias. Y, sobre todo, vemos a nuestro alrededor, día a día, que la gente, incluso pudiendo pagar 400 euros mensuales, no consigue alquilar una casa, porque existen muchas trabas para poder conseguir un alquiler: contrato de trabajo fijo, no sé cuántas nóminas, avales, “castings” de inquilinos... Se está dando la paradoja de que gente que puede pagar una renta no está pudiendo encontrar un alquiler por las barreras de entrada. También hay muchísima gente a la que le están subiendo los precios unilateralmente cuando se acaban los contratos y tiene que abandonar las viviendas. Es un problema difícil de cuantificar porque, como decíamos, no hay datos oficiales. No se contabiliza lo que llamamos los “desahucios silenciosos”: la gente que se le acaba el contrato, en el nuevo le hacen una subida brutal del alquiler, de hasta un 50 %, y, como no pueden afrontar esa subida, dejan la casa sin alternativa. No ha habido desahucio, porque no ha habido impago, con lo que ese desahucio, que es lo más frecuente ahora en Zaragoza, queda de alguna manera invisible para las administraciones públicas: no reconocen el problema porque, al no haber una orden de desahucio judicial, es como si no hubiese ocurrido.

En esa situación, ¿los afectados intentan buscar un piso de alquiler más económico?

Ese es el gran problema y la gran paradoja que cuesta entender. La gente suele pensar que si se te acaba el contrato y te suben el alquiler, como no has dejado de pagar, no hay problema, te vas a otro piso y en paz. El problema es que la gente que está pagando 300 o 400 euros no encuentra nada por ese precio. Y en los pisos que hay, exigen unas precondiciones como nómina, contratos fijos, pagar la entrada, los honorarios de la inmobiliaria, la fianza... meterte en un alquiler exige tener miles de euros de provisión y una situación económica estable. El propietario, como tiene tanta demanda, no quiere alquilar un piso a una persona que no le dé garantías. Por eso, la gente cuando no puede pagar el contrato, se queda literalmente en la calle; no pueden acceder a otra vivienda, a no ser que vuelvan con sus familiares o compartan piso. Entonces, mucha gente que ha estado pagando un alquiler tranquilamente hasta que se le ha acabado el contrato, la única alternativa que tienen es la calle o vivienda social. Es el gran problema, que la gente no encuentra

¿Qué propuestas hacéis para mejorar esta situación?

Fundamentalmente, creemos que es esencial controlar y regular el precio de la vivienda en alquiler. Que exista un índice, por ciudades, que tenga en cuenta diferentes variables y que se establezca un precio máximo en función de la renta y la situación económica de cada persona. Esto sería nuestra demanda de máximos, pero hay muchos pasos que se pueden ir dando antes. En Zaragoza hay muchísimas viviendas vacías en manos de bancos, de inmobiliarias o sociedades financieras que se han quedado con todos los restos de la crisis hipotecaria. Es decir, las promotoras que han quebrado o los bancos que tenían un montón de casas y ahora no pueden colocarlas en el mercado, porque son activos tóxicos, tienen esas viviendas inmovilizadas, sin sacarlas al mercado. Sabemos que son miles, pero tampoco tenemos cifras exactas; no existe un censo. Simplemente, si a los bancos y entidades financieras se les obligase desde las instituciones a poner en circulación esas viviendas a precios ajustados, el problema se acabaría. Es fundamental hacer un censo de viviendas vacías y movilizar ese parque. Los grandes propietarios, inmobiliarias, fondos buitres, bancos, tienen que poner esa vivienda en alquiler y tiene que ser la administración pública quien investigue qué viviendas están vacías por motivos especulativos. Con eso, sin construir viviendas y sin hacer grandes equilibrismos económicos, se solucionaría el problema. Pero implica subordinar el interés especulativo de los fondos y los bancos a la necesidad básica del derecho a la vivienda para la ciudadanía.

¿Qué actividades habéis desarrollado desde el sindicato?

Nuestra actividad se basa, por un lado, en una asesoría colectiva. La gente que viene con problemas concretos: que no puede pagar el alquiler, que se lo suben, que incumplen el contrato, que no cuidan las zonas comunes... nosotros, en la asamblea, hacemos una asesoría colectiva y también acompañamientos a inmobiliarias, a servicios sociales, a las administraciones, si hay que hacer una denuncia, un escrito para el propietario… Solventamos luchas concretas y luchamos en casos concretos, con la idea de que el problema individual se resuelve con una lucha colectiva. Por otro lado, trabajamos políticamente para impulsar un cambio en la legislación: control de precios, aumento en los meses mínimos de contrato, estabilizar los alquileres... Por último, estamos en un proceso de expansión, de darnos a conocer, con charlas y presentaciones en diferentes barrios de Zaragoza. Lo hicimos en Torrero, en Delicias, en el ACTUR, iremos al Casco... Se trata de presentarnos, recibir los problemas de cada barrio e intentar extender los tentáculos de la red por todo el territorio, porque cada barrio es un mundo.