Ciencia ciudadana al servicio de la educación especial, “nosotros tenemos los conocimientos pero no las ideas”
La COVID-19 ha mostrado a una comunidad que, aunque lleva existiendo desde hace tiempo, se ha hecho notable durante la pandemia, los makers. Durante el confinamiento suplieron una serie de necesidades gracias a las impresoras 3D para garantizar suministros como los respiradores o viseras para los sanitarios. Ellos crean, modifican o adaptan los recursos a través de la tecnología y los disponen al servicio de los demás de forma solidaria para que puedan reproducirlo fácilmente. Su desarrollo no solo se aplica a las impresoras, también a plataformas de hardware libre o a los avances en la domótica y el Internet de las Cosas.
Bajo el nombre de MakeItSpecial, el Grupo de Arquitectura de Computadores del I3A (Instituto Universitario de Investigación de Ingeniería en Aragón) junto con la Fundación Ibercivis y financiado por la FECYT (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) impulsó este proyecto de ciencia ciudadana con el objetivo de unir la creatividad de los makers con las ideas de los profesionales de educación especial para lograr mejorar la vida de las personas con discapacidad.
Uno de los impulsores es Enrique Torres, que posee una amplia experiencia en colaboración con centros de educación especial. “En los colegios hay mucha vocación, mucho interés y muchas necesidades y realmente conocen al usuario entonces por un lado están los makers que hacen cosas y que tienen esta forma de trabajar de que lo documentan, lo dejan abierto en internet para que cualquiera pueda adaptarlo y mejorarlo y es muy interesante para este mundo porque prácticamente cada niño requiere personalizarle los elementos con los que convive y con los que va a aprender, jugar y desarrollarse” comenta.
La unión de ambos mundos se basa en conocer las carencias de las personas que sufren alguna discapacidad, se resume en material educativo, accesibilidad, prótesis y elementos de protección individual. “El objetivo es que los profesionales conociesen que se puede hacer con las distintas máquinas con las que trabajan los makers, no tanto que aprendiesen a manejarlas. Se lleva la tecnología a los colegios y el profesional enseguida le el pone nombre de la persona a la que le puede servir y sus características. Buscábamos que encontrasen sus aplicaciones y se pusieran en contacto con algún maker que será el que finalmente cree el diseño y lo haga” explica Torres.
Con esa intención de colaboración se creó el Hackaton, para poder llevar a la práctica los cuatro retos planteados como la señalización RFID (radiofrecuencia) y QR (evolución del código de barras), paneles de multiactividad o adaptaciones para la vida diaria y para mantener la posición correcta aunque se aceptaban propuestas libres.
Un cubo de emociones y un semáforo acústico
Para facilitar el trabajo se crearon cuatro talleres en modalidad online debido a la pandemia. En ellos se definieron los proyectos, se diseñaron y se modularon para presentarlos. Todos ellos formaron un equipo de diseño guiados por Adrián Blasco de la asociación Zaragoza Maker Space y de ahí salieron los dos ganadores del Hackaton, un cubo de pictogramas de emociones y un semáforo acústico.
Un brainstorming grupal y la pasión por el mundo de las emociones de Marta Veintemilla germinan en un cubo con pictogramas que representa diversas emociones y que ha conseguido el primer premio del Hackaton. Cada una de las seis caras tiene un pictograma, una palabra o un sentimiento de tal forma que los niños pueden manipular el cubo y en función de que en cara caiga el cubo se puede desarrollar una determinada actividad o acción, “con las diferentes emociones que tienes (confianza, sorpresa, alegría, culpa) que están en el dado, aparece un pictograma en el que se relacionan las emociones, una carita alegre se asocia con la alegría, una que está llorando puedes asociarla con la tristeza por ejemplo” explica la diseñadora del producto.
La decisión del jurado se ha basado en la originalidad, la replicabilidad, la utilidad dentro del colegio y que fuera de bajo coste. “Hay una parte manipulativa, sobre todo para niños con dificultades motoras y luego cada una de las acciones con las que trabajar distintas cosas” explica Enrique Torres. Aunque Veintemilla recuerda que también puede adaptarse a adultos, “está orientado para un grupo que tenga dificultades como para identificar sus emociones, valdría para cualquier tipo de enseñanza, hasta para adultos que a veces nos pasa que también nos cuesta identificar las emociones, está abierto a quien lo quiera usar de manera educativa”, explica Veintemilla.
Marta Veintemilla es diseñadora industrial y es una de las pocas mujeres del mundo maker, “hay poquitas mujeres, ojalá que hubiera más. Yo siempre voy intentando atraerlas, aunque quizás en diseño industrial es en la carrera que más representación hay” cuenta. Ella está detrás de este proyecto aunque reconoce que ha sido una participación grupal de varios makers, “he aprendido muchísimo tanto a nivel técnico, que igual mis compañeros tienen unos conocimientos que yo no tengo y me han ayudado un montón, como a nivel de conductas humanas” aclara.
Ángel Ocejo es maker desde hace aproximadamente siete años y aunque ha trabajado en otros proyectos relacionados con la educación especial reconoce la necesidad de crear sinergias, “nosotros tenemos los conocimientos pero no las ideas”. De todos los temas surgió la del semáforo acústico y por el cual ha recibido el segundo premio. En él se establecen umbrales en el que verde es un nivel de ruido adecuado, naranja cuando se eleva el nivel y rojo cuando se ha pasado el umbral elegido. El principal objetivo de utilización son las aulas, salas de estudio o de espera y bibliotecas aunque también se puede establecer en otros ámbitos, “se pueden instalar en calles ruidosas como de bares para interactuar con los transeúntes del ruido que están haciendo” explica Ocejo.
“Es de impresión 3D de tal forma que tiene los leds con lucecitas y sistema de control para cambiar los parámetros, lo bueno es que es modular, se pueden incluir más colores, más luces y poderlo utilizar para secuenciación y para esa serie de señalización dentro del aula o como una actividad” explica Torres. Aunque es un producto que ya existe en el mercado, la novedad es la opción de configurabilidad. Además Ocejo cuenta que la idea es seguir mejorándolo, “la idea es seguir desarrollándolo con un pitido que puedan grabar voces, que diga alguna palabra o algo, cambiar un poco la dinámica”, añade.
Ahora los proyectos se preparan para perfeccionarlos y dejarlos abiertos a cualquiera que quiera reproducirlo y así poder utilizarlos en los centros de educación especial, “la intención es seguir, que sirvamos de paraguas, de motor de difusión, que acompañemos a la búsqueda de financiación y que los proyectos salgan de los colegios y de los niños” afirma Enrique Torres.
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