La sal del bacalao se ha encargado de mantener afilada la cuchilla con la que lo cortan desde que se abrió la tienda La Confianza hace 150 años. María Jesús Sanvicente, propietaria del establecimiento, recuerda que esta guillotina siempre ha estado ahí, en la tienda que antes regentaban sus padres: “Seguir tocando esa cuchilla que sé que tiene tantas huellas profundas de mis antepasados me produce mucha emoción”.
Todo en la tienda de ultramarinos más antigua de España es original. Las estanterías, el mostrador, el suelo de baldosas con mosaicos o las decenas de cajones se conservan como en 1871, tal y como la fundó Hilario Vallier, un comerciante francés. “Seguimos manteniendo la forma de venta más tradicional posible”, cuenta Víctor Villacampa, hijo de María Jesús Sanvicente, ambos al frente del negocio situado en el centro de Huesca. Fue adquirido por los padres de ella, al principio de la posguerra y esperan que sus sucesores sigan con la saga.
A sus 75 años, María Jesús recuerda su infancia corriendo detrás del mostrador “casi estorbando” y haciendo alguna “trastada” cogiendo caramelos o rompiendo huevos de chocolate. Ni la madre ni el hijo se imaginaron nunca regentando la tienda, María Jesús estudió magisterio e incluso hizo las prácticas, pero en la adolescencia “mi padre me pidió que me quedara para ayudarle y ya no me he movido de aquí”. Su hijo Víctor sentía “una especie de rechazo, nunca me habría imaginado seguir aquí. Pero siempre hay algo que se te despierta en la cabeza, y aciertas”, dice Víctor, consciente de que ahora son sus hijos quienes tienen el testigo.
Dos pandemias y tres guerras después, La Confianza sigue en pie. Esta tienda continuó trabajando durante los tres años de la Guerra Civil, “la primera y la segunda guerra mundial le quedaron un poco lejos, pero la civil la vivió en sus propias carnes, hay grietas en el techo de los temblores por las explosiones”, señala Víctor.
El mismo techo que aún conserva la pintura de León Abadías. Mercurio, dios romano del comercio hijo de Júpiter, corona el centro en lo alto de la tienda, escoltado en sus lados por dos serpientes con alas en un rosetón y un bodegón en el otro. “Como dice mi madre aquí hay anticuerpos”, apunta Víctor. Ella asiente con la cabeza y añade que “si la primera pandemia la pasó y no se murió nadie, tiene que haber anticuerpos seguro, en el mostrador y en la propia tienda”.
Los escaparates y rincones
A pesar de que tanto María Jesús como Víctor no se consideran “escaparatistas”, las vitrinas de La Confianza son historia viva de la tienda. Toda la familia ha pasado días ayudando a montarlos con decorados y autómatas. “Se mueven en una mezcla entre el tradicional, el expositivo y el costumbrista que hacía mi padre. Y otro, daliniano, por llamarlo de alguna forma, que hemos estado experimentando. Lo que no nos gusta es poner un escaparate que sea sencillo e infantil, sino que de vez en cuando le damos ese toque de que el cliente piense un poco”, indica Víctor.
Los objetos y espacios antiguos inundan la tienda, desde una bodega recuperada por Antonio Villacampa, marido de María Jesús, que ahora es un bar-restaurante donde se celebra eventos privados, hasta la guillotina con la que corta el bacalao: “Es por tradición y cariño. Desde que tengo uso de razón está ahí, la he visto siempre”, cuenta María Jesús.
El simple hecho de ser lo que es y de estar donde está, ha facilitado que La Confianza esté ya familiarizada con los medios de comunicación. Sin embargo, la familia Sanvicente-Villacampa no se ha sentido abrumada en ningún momento. “Dentro de nuestra sencillez, cuando llevas 150 años lo quieres celebrar con tu familia y amigos. De repente llega un aluvión de medios de comunicación al que estamos acostumbrados, pero todos a la vez. Queremos contestar a todos y estamos encantados” aunque recalca que lo importante es el negocio: “lo que necesitamos es vender. Necesitamos que pase el covid y poder vender. Es complicado asumir y tener tanta cámara y tanto micro. No somos nosotros, el local ya lo lleva dentro”, reflexiona Víctor. Esta repercusión llegó hasta el New York Times, que en 2006 ya visitó esta tienda y la bautizó como la más antigua de España.
“Esto es un homenaje a toda la ciudad, a los que han hecho posible que a lo largo de los 150 años siga de pie. Han sido fieles como clientes, como amigos, como proveedores, como vecinos. Nosotros somos meros gestores que le aportamos mucho amor y ella a nosotros. Queremos que la gente que venga de fuera invitada por amigos, vengan aquí a ver la tienda. Hay gente que se pregunta qué podemos ver en Huesca y vienen aquí, eso es increíble”, explica María Jesús, que fue galardonada con el premio mujer emprendedora de Europa por el Consejo Europeo por conservar este negocio. Su hijo añade: “No quiero presumir, la he conservado porque me enseñaron a eso, no la he fabricado. La tienda esta original tal cual. La intento conservar lo mejor posible, sin tocar un ápice, mejorando algún elemento antiguo pero estoy encantado de que la gente presuma de eso”.