Ester Ruiz (Madrid, 1969) fue una de las mujeres que impulsó desde Zaragoza en 2007 la Plataforma Luna contra el Síndrome de Alienación Parental, un espacio digital en el que las supervivientes de violencia machista empezaron a atreverse, aunque fuese con pseudónimos, a compartir sus experiencias sobre sus hijos. Era la primera experiencia de este tipo en España y se dieron cuenta de que las instituciones les estaban sometiendo a una misma rutina: les cuestionaban sistemáticamente. Hace algo más de un año, en parte porque sus hijos van alcanzando la mayoría de edad, un grupo de estas mujeres decidió volver a impulsar un espacio de encuentro y transformarlo en una asociación de ámbito nacional. Unas 50 socias están trabajando activamente.
¿Por qué os decidisteis a crear una asociación pensada específicamente para los hijos e hijas de mujeres víctimas de violencia machista?
Porque creemos que es necesario visibilizar la revictimización a la que somos sometidas a través del sistema desde hace ya muchos años. Con “sistema”, me refiero a las instituciones: el sistema judicial, los servicios sociales, los equipos de mediación... en fin, todo el engranaje que atiende a las víctimas que denuncian violencia machista.
¿En qué consiste esta revictimización?
El problema fundamental que tenemos es que no somos creídas. Desde el momento en que nos decidimos a denunciar la violencia que estamos sufriendo en casa, tanto nosotras como nuestros hijos e hijas, se parte de la base de que somos manipuladoras, que estamos falseando y que queremos sacar beneficio de la situación. Pasamos por cientos y cientos de equipos psicosociales, de servicios sociales... en cualquiera de los sitios donde somos atendidas, no somos creídas, no dan ningún tipo de valor ni a lo que decimos nosotras ni a nuestros hijos. Subyace en todo esto lo que nosotras llamamos el “ISAP”, el inexistente Síndrome de Alienación Parental.
¿Cómo se utiliza el Síndrome de Alienación Parental?
El inexistente Síndrome de Alienación Parental es un instrumento creado ad hoc en los juzgados y, últimamente, también en equipos de servicios sociales, para perpetuar el maltrato y la violencia, tanto a las hijas e hijos como a las mujeres víctimas de violencia machista. Este síndrome lo creó un psiquiatra, llamado Richard Gardner, que no hizo ningún review ni tuvo ningún tipo de apoyo de la comunidad científica. De hecho, no está avalado por ninguna asociación y hay pronunciamientos en contra de la Asociación Americana de Psiquiatría y de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. El Consejo General del Poder Judicial también advirtió de que no se aplicase. Sin embargo, hoy se sigue aplicando; ha mutado, se utilizan diferentes nombres como “interferencias parentales”, “conflicto de lealtades”; incluso se llega a hablar de “preocupaciones mórbidas” por parte de las madres... en el fondo, lo que subyace siempre es la creencia de que las madres manipulamos a las hijas y les implantamos falsos recuerdos. El resultado es que la palabra de nuestros hijos e hijas no vale nada y la nuestra, por supuesto, tampoco, nada, porque se cree que estamos induciendo a que los niños mientan o a que digan lo que nosotras queremos que se diga. Esto es peligrosísimo, porque lleva a exponer a las hijas e hijos a situaciones de violencia continua: al no ser creídos, se llega incluso a arrancar las custodias a las madres para entregarlas a los padres. Esa es, precisamente, una de las premisas de las que parte este síndrome: hay que evitar todo contacto con la madre para que, una vez que el niño o niña sale de ese foco, pueda “curarse”. Para mí, es un arma de exterminio, totalmente asesino. No produce más que dolor, verdaderas historias aterradoras porque deja a los hijos en manos de los violentos y se les aleja de nosotras durante meses.
¿Qué recomendáis a las madres que descubren que se está utilizando este concepto del Síndrome de Alienación Parental contra ellas?
Cuando alguna madre nos pide auxilio, lo primero que nos encontramos es una falta de información grandísima. El problema es que cuando ya aparece oficialmente de Síndrome de Alienación Parental, nadie le ha avisado de que se está sospechando que ella miente desde hace tiempo y desmontar todo esto es muy complicado. Si los servicios sociales aplican el Síndrome de Alienación Parental o ese mismo concepto mutado en otra denominación, se empieza a sugerir que ese caso no es en realidad lo que se está reflejando, sino que puede tratarse de un tipo de violencia puntual, casual... con lo que se somete a la madre a una serie de programas terapéuticos, a los que está obligada a acudir con sus hijos e hijas. Se puede considerar que la mujer no está colaborando si no acude a esos programas, si no se muestra dispuesta a perdonar al agresor o, simplemente, si aparecen en la explicación de los niños síntomas de aversión a la figura del padre violento. La diagnosis final puede ser el arrancamiento de la custodia de la madre de un momento a otro, sin ningún tipo de preparación, durante una media de 40 a 60 días. Es muy difícil demostrar esto. En realidad, hoy por hoy, cada vez se está haciendo más difícil demostrar los malos tratos. Incluso las lesiones se ignoran muchas veces y todavía es más difícil demostrar en sede judicial los malos tratos psíquicos.
¿Es muy frecuente que se utilicen este concepto del Síndrome de Alienación Parental en los informes sobre víctimas de violencia machista?
Sí, es muy frecuente. Yo diría que aparece en el 85 % de los casos. Cuando estudias la documentación, si lees con detenimiento las sentencias, te das cuenta de que están continuamente induciendo a esa no credibilidad hacia la mujer y, por tanto, a creer menos todavía a los hijos e hijas. Sí es muy frecuente, sí.
¿Cómo viven esta situación los niños?
A nosotras nos importa sobremanera que se vea precisamente el sufrimiento de estas niñas y niños. Son obligados a asistir a visitas con padres violentos, a los que temen, les tienen miedo, confiesan que les pegan, que les encierran en habitaciones cerradas… Normalmente, estos casos acaban en puntos de encuentro familiar, donde las mujeres saben que se va a emitir un informe, con lo que están obligadas a acudir sí o sí, aunque sea arrastrando a sus hijos llorando. Los niños llegan a tener terrores nocturnos, tienen unas regresiones en los estudios tremenda, llegan incluso a tener regresiones también en su propio crecimiento, con momentos puntuales de volver a cuando ellos eran bebés, a buscar de alguna forma a la seguridad que les daba su madre. Esto, que es algo natural, se convierte precisamente en lo que utilizan los informes que se apoyan en el concepto del Síndrome de Alienación Parental para arrancar las custodias a las madres. En el momento en el que las niñas y niños tienen alguno de estos síntomas, hablan de que somos nosotras las que provocamos esas ansiedades, por ejemplo, esas pérdidas de control de los esfínteres, porque no colaboramos lo suficiente para que se produzcan las visitas a los padres.
¿Estamos hablando de niños que no sufren maltrato físico directamente?
Claro. Muchas veces los hijos no sufren directamente la violencia. Ellos escuchan detrás de una puerta cómo su madre es golpeada. Quizá ellos no han sido víctimas de ese golpe, pero, evidentemente, mal podemos pensar que ese padre pueda ser responsable del bienestar de esos hijos. Esos menores también son víctimas de la situación de violencia que se produce en su familia. Insisto en que, si ya es difícil demostrar la violencia física, no hablemos de la violencia psicológica, que sufrimos mucho antes que la violencia física. De esa violencia psicológica sí que pueden ser los hijos víctimas directas, porque un padre violento sí manifiesta esos síntomas hacia los hijos: siendo demasiado estrictos, aplicando castigos que no son propios de una edad, que provocan terror y miedo...
¿Sería posible detectar casos de mujeres maltratadas a través de estos niños en el colegio, por ejemplo?
Sí. De hecho, se podrían detectar los síntomas en los niños si el sistema estuviera preparado, en el colegio o incluso en actividades extra escolares, aunque su madre no hubiera dado el paso definitivo de decir “hasta aquí he llegado”. El problema es que cuando desde el centro escolar se detecta un posible maltrato en el domicilio, servicios sociales interviene y habitualmente es la madre quien es acusada de abandono de los hijos, porque no les está dando un lugar seguro.
¿Se culpabiliza a la madre en esos casos?
Siempre está la mujer culpabilizada, de una forma o de otra. Si hay algo curioso en este maldito síndrome es que, en mis años de activista y en los años que llevamos trabajando con mujeres afectadas y supervivientes de la violencia machista, yo no conozco ni un solo caso donde se esté aplicando al padre este síndrome. Solo conozco casos de mujeres. Ni siquiera cuando los hijos sufren directamente la violencia se llegan a suspender los regímenes de visitas. Sin embargo, si la madre denuncia esos malos tratos no es creída, pero puede acabar sin la custodia de sus hijos.
¿Cuántos niños puede haber en esta situación?
No tenemos datos oficiales que calculen cuántos menores están sufriendo ahora mismo violencia. Hace un tiempo se dio una cifra oficial: que había un 0'8 % de suspensiones de régimen de visitas. Pero no hay datos sobre cuánto se aplica el síndrome de alienación parental, simplemente, porque no se reconoce que se aplica.
Hablamos a veces del proceso de empoderamiento que vivís las mujeres que superáis una situación de malos tratos, ¿cómo pueden superar esta misma situación los niños?
Con los pequeños es muy difícil. Muy a mi pesar, diría que es prácticamente imposible. Nosotras no podemos recomendar bajo ningún concepto que se incumpla una sentencia judicial, no podemos recomendar a ninguna madre que deje de cumplir un régimen de visitas establecido por un juez. Por tanto, esos niños son sometidos un fin de semana sí y otro también a unas visitas que no quieren hacer. La única manera que tenemos de empoderarlos es animarlos a que ellos sepan que lo que está pasando no es correcto y que, a pesar de todo, su familia los quiere y sigue estando ahí ese tiempo tan terrible que ellos pasan con el maltratador, sin ningún tipo de salvaguarda ni de ayuda. Es lo único que se puede hacer. Nosotras creemos que es importante que las mujeres supervivientes, las que llamamos “hermanas mayores”, arrastremos a las que ahora están en esta situación. Cuando nosotras estuvimos allí, estábamos muy solas. Ahora, todas juntas, reclamamos que se deje de aplicar el Síndrome de Alienación Parental con todos sus pseudónimos, que las periciales sean grabadas para que no haya lugar a dudas de lo que las mujeres, niños y niñas estamos diciendo; que, por supuesto, al menor indicio de maltrato, se suspenda el régimen de visitas y que de ninguna manera se establezcan custodias compartidas impuestas.