Raquel Tenías (Zaragoza, 1974) fue detenida el 22 de marzo de 2014. Iba con mucha más gente de Zaragoza a coger el autobús que les devolviera a la capital aragonesa después de participar en las Marchas de la Dignidad de Madrid. “El acto ya había terminado, era una persona cualquiera paseando por Madrid un sábado”, repite varias veces durante la entrevista. De repente, notó un golpe en la pierna. Pocos segundos después estaba esposada boca abajo contra el suelo y los antidisturbios solo gritaban “cállese, cállese”.
Dos años y medio más tarde el calvario sigue. Le piden cuatro años de cárcel y este viernes será juzgada en Madrid. A veces piensa que todo esto es una película, que no le puede estar pasando a ella. A un día de sentarse ante el juez, confía en la independencia del poder judicial y en que, por fin, todo termine. Eso sí, lo que lleva sufrido ya no lo reparará nadie.
¿Qué pasó ese 22 de marzo de 2014 en Madrid?
Salimos de Zaragoza ocho autobuses para participar en las Marchas de la Dignidad. Cuando ya terminó todo fuimos andando a coger los autobuses, que estaban en el parking de Ventas. Estábamos a la altura de la puerta de Alcalá, vimos mucha gente que venía corriendo y la Policía detrás, instintivamente empezamos a correr y nos echamos a un lado. No teníamos nada que ver con eso que estaba pasando.
En cuestión de segundos noté un golpe en la pierna y un empujón. De repente me vi rodeada de antidisturbios, me tumbaron en el suelo y me esposaron. Estuve un rato boca abajo, cuando me volvieron les dije que qué pasaba, que no había hecho nada. Solo decían “cállese, cállese”. Nunca me había visto en una situación así. Tres veces les pedí por favor que me dejaran avisar a mis compañeros. Yo no me podía creer que me estuviera pasando eso y que ellos no me escucharan. Y ellos repetían: “Cállese, está detenida, nos la llevamos a comisaría”. Yo estaba en estado de shock.
¿Le tocó a usted como le podía haber tocado a cualquier otra persona?
Sí, sí, a cualquier persona de Madrid que pasara en ese momento por la puerta de Alcalá.
¿Durante la Marcha no había tenido ningún tipo de problema o altercado con las fuerzas de seguridad?
No. Estaba todo organizadísimo. Desde que llegamos nos pusieron en la columna que nos tocaba y ahí nos mantuvimos hasta el final. No nos salimos del itinerario marcado en ningún momento. Una manifestación totalmente pacífica.
¿Qué pasó más tarde?
Desde ese sábado por la tarde hasta el lunes a las 17:00 horas me metieron en la Comisaría de Moratalaz. Allí estuve en una sala con más personas, alrededor de 20, que también habían detenido esa noche. No podíamos hablar entre nosotras. Sobre las 5:00 nos bajaron a calabozos. Después ya nos metieron en las celdas en condiciones bastante duras, sin luz, sin poder hablar con nadie. Así pasamos la noche. Al día siguiente nos echaron una lata de judías para comer. De allí fui a los juzgados de plaza de Castilla y después ya me soltaron
Y un año después…
Yo pensé que eso no iba a llegar a nada porque no tenía ningún sentido. Yo no he hecho nada. Cómo podía pensar que un año después me iba a llegar una carta en la que me piden cuatro años y me acusan de atentado y desórdenes públicos. Me quedé conmocionada.
¿Una acusación que se hace basándose únicamente en lo que dicen los agentes?
Exactamente. Solo se basa en eso.
Desde ese momento, y hasta ahora que ya hay fecha para el juicio, ¿ha podido hacer una vida normal, sacárselo de la cabeza en algún momento?
Recuerdo el momento cuando salí de la comisaría, sin tener ningún contacto con el exterior, y encontrarme con todo lo que me contaron, para mí fue muy emocionante. Después, cuando salió la acusación, lo mismo: una campaña importante, sobre todo, en Aragón, y también se hicieron eco muchos medios nacionales.
En esas dos fases, lógicamente, no me lo he sacado de la cabeza, pero tampoco el resto del tiempo. Es obvio que en estos dos años y medio mi vida no ha sido igual. Se ha alterado. Es algo que no me he quitado de la cabeza en ningún momento: que me pidan cuatro años de cárcel por no hacer nada. Es increíble. Eso ha estado siempre presente. Y lo he sufrido yo, lo ha sufrido mi hijo, que es pequeño y que me ha visto sufrir. Es algo que te pesa. Estás pendiente de un juicio que parece que es una película. Piensas que no te puede pasar nada, porque sin pruebas no te pueden condenar, pero es ya tan increíble que tenga esta acusación… Tengo ganas de que todo se aclare. Me digo todos los días que como no hay pruebas no me pueden condenar, pero tengo la preocupación… Verte expuesta durante dos años y medio por un tema así, tener que demostrar tu inocencia, es algo que ya no se repara.
Cuándo piensa fríamente en el juicio, ¿qué espera?
Intento estar tranquila, porque además soy una persona muy emotiva, pero me cuesta mucho. Yo he dicho la verdad en todo momento, he dicho lo que pasó y las acusaciones no se corresponden con la realidad. Pienso que con las garantías democráticas que tenemos no te pueden condenar sin pruebas, que todo va a salir bien. Pero claro, no puedo evitar tener la preocupación, a mí me parece muy increíble estar en esta situación. A veces lo veo desde fuera y pienso que esto no me puede estar pasando a mí. Yo quiero confiar en la independencia del poder judicial. Yo no hice nada. Hay una parte, que es lo que yo, mi familia y la gente que me rodea hemos vivido estos dos años y medio, que eso no se repara.
Habla de democracia. ¿Qué cara se le queda cuándo a algunos en el Parlamento se les llena la boca hablando de democracia?
Es un tema que me parece muy preocupante. Creo que manifestarse no es delito. Tenemos derecho a manifestarnos pacíficamente por un futuro digno (trabajo y techo). Si yo fui a esa manifestación es porque el Gobierno está teniendo unas derivas en sus políticas que afectan a la gran mayoría de las personas. Yo tengo un hijo y quiero que tenga un buen futuro, con acceso a la sanidad y a la educación. Estamos sufriendo una pérdida de derechos y nos está afectando. Es normal que haya una contestación social.
Pero es que lo que me pasó a mí no fue ni siquiera en el acto, fue después. Creo que mucha gente se ha identificado con mi persona porque saben que le puede pasar a cualquiera.
¿Ha recibido apoyos de gente que no sean afines ideológicamente?
Sí, muchísimo. Sindicatos, asociaciones, personas de la sociedad civil, partidos políticos. Ahora me llegan muchos apoyos de profesores de universidad.
¿Gente del PP o de Ciudadanos le ha mostrado su apoyo?
No. De momento, no.
No está en la cárcel, se pone ‘presa’ entre comillas, ¿se considera una ‘presa’ política?
Por la manera y la forma en la que me detuvieron eso no tiene sentido, porque me detuvieron cuando ni siquiera estaba ya en la manifestación. Me detuvieron en la puerta de Alcalá, un sábado por la noche normal en Madrid, con muchas personas alrededor. ¿Por qué me detuvieron a mí? Entiendo que fue a bulto y arbitrariamente. No fueron a por mí por ser Raquel Tenías. Le podía haber pasado a cualquier persona.
¿Le ha dejado alguna secuela?
Me he vuelto más precavida. Tengo más temor. Lees casos de gente que le han pasado cosas similares. Yo me he manifestado en otras ocasiones, antes y después, y he ido con mi hijo. Y ahora vas con más miedo, esperando que no pase nada.
¿No ha dejado el activismo?
No, claro que no. Eso va en mi modo de pensar y de ser. Tengo unos valores y una manera de defenderlos que siempre ha sido pacífica y quiero transmitir esos valores. Y me gustaría que mi hijo no pasase por una situación así y que fuera una persona que luche por una sociedad mejor.
¿Qué es lo que ha involucionado en España para que, otra vez, lo que diga un policía se considere verdad absoluta y siempre se le crea antes que a otra persona?
El hecho de estar en una situación tan mala. Con tantas personas en paro. Recortando servicios públicos… Esto hace que la gente esté mal, que la gente conteste y, a lo mejor, el Gobierno en vez de atender las demandas ha preferido hacer leyes más duras contra la protesta social. La sociedad civil tiene que ser consciente de que tenemos unos derechos democráticos, entre ellos el de manifestarnos, y no debemos tener miedo a ello.
¿Impotencia es la palabra que mejor define estos dos años y medio de su vida?
Sí, impotencia e indefensión. Porque yo he contado lo que ha ocurrido, he contado los hechos, que son muy sencillos y muy cortos. Es increíble tener que ir a un juicio y estar dos años y medio con una acusación de cuatro años de cárcel.
Hay mucha gente que le apoya. Recogidas de firmas, una carta a la Fiscalía, ¿está sirviendo de algo todo esto?
En realidad no lo sabemos. Queríamos que a Fiscalía le llegase el eco de una historia totalmente injusta. A nivel jurídico no sé si está sirviendo. Pero a mí me está sirviendo muchísimo. Sentirme tan arropada. Cuántas personas habrá que estén viviendo esto sin apoyos. Yo siempre he dicho que soy una persona afortunada. Vivir esto, que te imputen algo sin ningún sentido, te mina mucho la confianza. Te genera tensión y preocupación. Pero tengo muchos amigos, no puedo pedir nada más. Me llegan apoyos de Aragón y de fuera de la Comunidad. Si algo positivo saco de esto es la solidaridad de la gente. Esto te reconforta muchísimo. Lloro de la emoción que me produce que la gente me apoye.