Las estaciones de esquí de Aragón se preparan para el invierno más cálido

Miguel Barluenga

16 de octubre de 2023 22:11 h

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Las elevadas temperaturas han retrasado la llegada del otoño y amenazan con volver a provocar problemas a la temporada de esquí que debería comenzar a principios de diciembre, con el puente de la Constitución. Los centros invernales de Aragón asisten con preocupación a una tendencia ya muy remarcada el pasado curso y el paisaje pirenaico prosigue con un deterioro que se refleja en la paulatina desaparición de los glaciares y un deshielo imparable. La blanca Navidad puede dejar paso a una Navidad más verde y con obligadas alternativas de ocio y de negocio para los afectados.

El verano se ha estirado hasta un mes de octubre que en su primera quincena ha presentado las temperaturas más elevadas desde que existen registros oficiales. Y esta situación hacer prever que la primavera también llegue temprano, con lo que el invierno, más corto, se desarrollaría acompañado de un menor índice de nevadas y en cotas más altas de lo normal. Según el Observatorio Pirenaico del Cambio Climático (OPCC), el valor medio anual de las temperaturas máximas para el año 2030 podría ser superar entre uno y tres grados la media climática registrada entre 1961 y 1990.

En referencia al espesor medio de la nieve en los Pirineos se apunta a un descenso significativo de la variabilidad interanual. En el Pirineo central, a unos 1.800 metros de altitud, el grosor medio podría ser hasta la mitad en las próximas décadas, y la nieve arraigaría con mucha menos fuerza en el suelo. La consecuencia directa apunta a menos días esquiables, mientras que las estaciones deben adoptar modelos económicos viables para garantizar su supervivencia.

La producción de nieve artificial no aparece como una solución, pues pone en riesgo la rentabilidad económica de los complejos invernales y conlleva riesgos ambientales ante la escasez de recursos hídricos. Un estudio de la revista Nature Climate Change publicado el pasado mes de agosto señalaba que, en la hipótesis de una elevación media de las temperaturas de 2 grados la mitad de los centros invernales europeos correría el riesgo de desaparecer, tendencia que amenazaría al 98% de los centros si la subida fuese de 4 grados.

Además, la nieve artificial no supondría una solución porque según este mismo estudio la implicación directa y negativa es la una mayor demanda de energía y superiores emisiones de carbono. La revista de medio ambiente Ballena Blanca estima que cinco de las estaciones pirenaicas cuentan ya con el 52 % de sus pistas cubiertas con nieve artificial, frente al 40 % de 2011. Aun en este escenario, casi un tercio de las pistas de los Pirineos tendría que cerrar en la hipótesis de los dos grados de calentamiento.

Las nevadas de enero salvaron una temporada complicada en Aragón. Las estaciones se ven obligadas a reinventarse. Santiago Marraco, presidente de Aragón entre 1983 y 1987 y doctor ingeniero de Montes, señaló en una comparecencia en el Ateneo de la Universidad de Zaragoza que el “proyecto de una estación de esquí es una tarea multidisciplinar. La crisis de las estaciones de esquí aragonesas pone de manifiesto errores en la planificación y en el modelo de negocio con el que fueron concebidas”.

En su opinión, la experiencia acumulada permite, partiendo del análisis de los errores, formular algunos criterios técnicos de planificación. El modelo de negocio basado en la idea de urbanizar, vender y obtener financiación para el desarrollo de la estación “ha fallado”, comentó en su conferencia. “El esquiador es nómada, —señaló Marraco— no es fácil venderles apartamentos y además, las propias urbanizaciones de estación han habido de competir con una mayor atracción de los propios pueblos de alrededor”. Insistió en la idea de que el esquí “es motor de economía de la montaña, pero las estaciones tienen que ser rentables por sí mismas, sin necesitar la ayuda pública”.

Los glaciares también acusan este inexorable proceso, que se ha acelerado a partir del siglo XIX de manera vertiginosa. En el año 1850 había más de 100 glaciares en el Pirineo, una cifra que se ha reducido hasta los 18 en 2022, según los estudios llevados a cabo por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE). Representa una superficie de 2.060 hectáreas en 1850 que ha derivado en las 170 en 2022, lo que representa una pérdida del 92 % del área glaciar en los últimos 170 años.

Ya en verano, y debido a las altas temperaturas registradas este año, el glaciar del Aneto se encontraba en las condiciones que se suelen dar a finales de agosto o incluso en septiembre, al igual que ocurrió el año pasado. Este calor ha ocasionado que tanto la nieve estacional como el hielo fósil de los glaciares del Pirineo estén especialmente peligrosos, siendo el glaciar del Aneto, por el elevado número de personas que se trasladan al citado lugar, un punto que entraña especial peligro, según alertaban desde la Guardia Civil de Huesca.