Un estudio termina con el mito de que quienes viven en los pueblos no se sienten solos

Nerea Lozano

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Cuando se habla de los pueblos existe la tendencia a pensar que sus habitantes no se sienten solos porque “se conoce todo el mundo”. Este mito lo recuerda Celia Latorre, técnico del programa Acompañando - Teruel, que se desarrolla dentro de la Federación de Asociaciones Vecinales y Culturales de esta misma ciudad. Desde este grupo han elaborado un estudio que rompe por completo ese pensamiento, pues revela que el 38,9% de las personas que residen en pueblos confiesan sentirse solos y añade que un 20% de la población no encuentra siempre a alguien con quien hablar. “Con este análisis lo que intentamos es que la gente vea que es mentira esa idea que hay creada sobre que en los pueblos no existe la soledad. Por mucho que los vecinos se conozcan, la sensación de soledad está presente y hay datos sobre ello que lo demuestran y son bastante preocupantes”, aclara Latorre. 

Las cifras del estudio son el resultado de encuestar a 149 personas -con una media de edad de 80 años- el pasado verano en 12 pueblos de la provincia de Teruel: Camarillas, Tramacastiel, Lechago, Armillas, Cutanda, Bueña, Huesa del Común, Báguena, Perales del Alfambra, Oliete, El Castellar y Cabra de Mora. Solo dos de ellos superan los doscientos habitantes, tal y como apunta la técnica de Acompañando - Teruel, pero todos tienen un punto en común y es que pudieron disfrutar de la actividad cultural La Plaza Suena, organizada por el grupo vecinal y en la que se repartían los cuestionarios. “Las encuestas que pasamos se llaman Este II y se emplean para medir la soledad social. Las preguntas se dividen en tres bloques como son la percepción de apoyo social, el uso de las tecnologías y la participación social subjetiva. Nosotros decidimos añadir cinco preguntas que se enfocan más al entorno rural”, explica Latorre. 

Limitaciones que agravarían los datos  

El hecho de que los mayores rellenasen los cuestionarios mientras disfrutaban de actos artísticos en los que “estaban rodeados de su familia o amigos del pueblo” ha supuesto una limitación. Como explica Latorre esas personas ya habían hecho “por salir de casa y participar” y no se ha conseguido llegar a aquellas que están “totalmente solas” y no se atreven a salir de casa sino van acompañadas. De haberlo logrado ese 3,4% que afirma estar triste todo el tiempo o el 10,1% que reconoce contar con pocos amigos y familiares cuando lo necesita “sería mucho mayor”. A pesar de ello, el equipo que se ha encargado de elaborar el estudio concluye que los datos “son bastante elevados” y eso que eran “conscientes” de la soledad que se respira en las casas de la llamada España Vaciada. 

Otra de las barreras con las que se encontraron es que hoy en día “sigue siendo un tabú” hablar de soledad y “asumir sentirse solo”, según destaca Latorre. Ella misma confirma que este contexto junto a la “escasa intimidad” en el momento de responder las encuestas provoca que los mayores “no fuesen totalmente sinceros”. “Hemos hecho preguntas que rodeaban el tema como por ejemplo si por las noches se sienten un poco solos o a veces se sienten tristes. Si preguntas directamente si se sienten solos van a responder que no porque, aunque sea que sí, es muy difícil decirlo y asumirlo al estar rodeado de vecinos y amigos”, apunta la técnica del voluntariado Acompañando - Teruel. 

Esto lo ha vivido Celia Latorre, que ha escuchado en los pueblos a los vecinos contar que salen y hablan entre ellos y están bien. Pero todo cambia sobre el papel porque entre las encuestas ha encontrado mensajes en los que los mayores desvelan que “se sienten olvidados o no les hacen actividades más allá del periodo de fiestas”. Cuando lo vio confirmó la idea que tenía de que “las personas mayores se sienten abandonadas”, tanto que cerca de un 7% siente que nadie les hace caso. 

Uno de los reclamos que hacen los vecinos y que la encargada de realizar la encuesta traslada es que “se hagan actividades enfocadas a personas mayores” porque muchas veces se organizan jornadas deportivas y las personas mayores “no pueden participar”. Si esto cambia se espera que se reduzca ese alto porcentaje de personas que ahora mismo no participan en actividades, pero reconocen que les gustaría hacerlo. 

Las consecuencias que puede tener convivir con la sensación de soledad son desde físicas hasta mentales. “La soledad está muy asociada a la depresión o ansiedad y puede derivar en suicidio. También que pasen los días sin salir de casa hace que sufran un deterioro a nivel físico y cognitivo, pero tiene consecuencias en todos los sentidos”, recuerda Latorre. Un 45% manifiesta que muy pocas veces alguien les llama para salir a la calle y hace que cuando el día termina esas personas si han salido sea por necesidad de hacer la compra o no se hayan relacionado con nadie más allá de una llamada telefónica de su familia a la que quizás ven “cada ciertos meses”. Estos son los días de algunos de los encuestados y la realidad de todas aquellas personas que subsisten en las casas de los pueblos y que por ello no pudieron ser muestra del estudio. 

De la capital a lo rural

Una de las alternativas para revertir estos datos viene de la mano de la Federación de Asociaciones Vecinales y Culturales de Teruel y consiste en trasladar su programa Acompañando - Teruel de la capital al espacio rural. Esta idea surge, entre otros motivos, por el éxito y la buena acogida de las personas mayores turolenses y que los datos confirman porque, como detalla Celia Latorre, se ha visto que el 77,7% de los usuarios de la ciudad que no participaban en actividades han terminado haciéndolo. 

La metodología de aplicación del programa, descrito por Celia Latorre, comienza con acompañamientos individualizados en los que un voluntario realiza junto a la persona mayor actividades como dar un paseo o tomar algo. Luego si se “adaptan bien” comienzan a participar en actividades grupales tales como visitas culturales a la ciudad o talleres de manualidad. Ahora mismo se plantean la manera de llevarlo al espacio rural, ya que consideran que habría que “adaptarlo a la realidad de cada zona”.