La Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS) y la Plataforma Ciudadana contra el Racismo han decidido convocar concentraciones este 2018 en Zaragoza cada vez que se produzcan muertes de personas migrantes intentando llegar a las fronteras españolas. Oriol Gavín (Zaragoza, 1980), miembro de la Federación Aragonesa de Solidaridad, teme que habrá demasiadas protestas. Ya llevan dos.
¿Por qué se han decidido a convocar concentraciones en memoria de los migrantes que mueren intentando llegar a España?
Tenemos la sensación de que estas muertes que se producen muy cerca de nuestras aguas no están teniendo eco, no tienen repercusión mediática. La llamada “crisis de refugiados” puso el acento en lo que estaba ocurriendo en el entorno de Europa y parece que el resto se ha silenciado. Nuestra intención es que no se silencie, que no se olvide, que no pensemos que porque no sale en los medios de comunicación dejan de morir personas intentando llegar a Europa. Nos habíamos planteado convocar concentraciones cada vez que llegaran migrantes a nivel europeo, pero, desgraciadamente, nos da la sensación de que centrándonos sólo en quienes intentan llegar a nuestras fronteras vamos a tener que convocar y salir a concentrarnos ya muchas veces. Las protestas también buscan pedir a nuestros representantes políticos que tengan la misma sensibilidad cuando una muerte se produce cerca que cuando se produce no tan lejos. Hemos intentado que esta iniciativa de convocar las concentraciones surgiese de las diferentes administraciones aragonesas, pero finalmente nos hemos lanzado las asociaciones. Ojalá no tengamos que volver a convocar en mucho tiempo o nunca más, pero la sensación es que, tal y como están los procesos migratorios, cómo han cerrado la parte del Mediterráneo griego e italiano, parece que este verano va a haber una oleada de pateras por la zona del estrecho de Gibraltar, por la zona de las costas españolas. Insistimos a nuestros gobernantes que intenten paliar esta situación.
¿Tienen la impresión de que ha disminuido la atención ante este fenómeno?
No es que haya caído en el olvido, pero la noticia manda y es verdad que los focos mediáticos van cambiando. Nuestra intención es que no nos olvidemos de ellos porque son personas igual que nosotros. Desgraciadamente los procesos migratorios existen desde que vivimos en sociedad y van a seguir existiendo. Por eso, tenemos que dar una respuesta a todas esas personas que intentan llegar por un motivo u otro a nuestras fronteras.
¿Por qué creen que ya no se presta atención?
Desde el punto de vista europeo, el fenómeno se ha silenciado con la promesa de que Europa íbamos a ser un continente de acogida. Se dijo que acogeríamos a 160.000 personas. Sin embargo, se ha incumplido; lo que se ha hecho ha sido externalizar las fronteras. A los gobiernos no les ha interesado seguir dando bola a este tema, porque era algo que les estaba haciendo mucho daño en los diferentes países, tanto a los que estaban más a favor de la acogida como a los que estaban menos. La presión migratoria y la crisis de refugiados existían ya antes de la famosa foto de Aylan, el niño muerto, y lamentablemente va a seguir existiendo.
¿Hay racismo en esta falta de atención al fenómeno migratorio?
Sí, nosotros intentamos luchar contra esa corriente de mensajes racistas y xenófobos que empezaron a surgir una vez superada una primera etapa de la crisis de refugiados en la que predominaba la idea de que somos una sociedad acogedora. Los europeos no tenemos que dejar que nos ganen esos discursos de odio y de miedo cuando nos nombran lo ajeno. Tenemos que pensar que todas estas personas que vienen tienen una historia de vida detrás, que no vienen por gusto. Lo que hacemos por gusto son vacaciones; esta gente viene huyendo de una guerra, de una crisis alimentaria, de una crisis medioambiental... tenemos que ser un poco más empáticos.
¿Tienen la impresión de que se ha instalado en la sociedad la idea de que no se puede hacer nada para evitar que de vez en cuando naufraguen pateras?
Sí se pueden hacer muchas cosas. Lo primero es conseguir que estas personas vivan en sus lugares de origen y sólo salgan de allí como nosotros, de vacaciones. ¿Cómo se consigue eso? Por supuesto, es complicadísimo, pero a largo plazo, las políticas europeas tienen que ser políticas que no esquilmen los recursos naturales, los acuerdos de pesca tienen que ser justos, tenemos que ver dónde invertimos en los países del sur para que la gente pueda vivir dignamente allí... Es un proceso muy largo. Además, tenemos otras herramientas para conseguir que esta gente que huye, en su derecho a migrar, pueda venir de una manera segura, sin jugarse la vida en una balsa de juguete.
También piden que se cumpla la legalidad internacional para las personas en movimiento, ¿en qué se traduciría?
La verdad es que lo más importante sería respetar sus derechos humanos; se nos llena la boca hablando de derechos humanos en otros momentos y no nos damos cuenta de que no los pedimos para las personas que vienen. Aquí entra, por supuesto, todo lo que tiene que ver con ese acuerdo de reasentamiento, de reubicación de personas migrantes que estaban en territorio europeo y que, por supuesto, se ha incumplido. En España de las 17.000 personas aproximadamente que tenían que ser reubicadas, creo que estamos en unas 1.700. En el resto de Europa tampoco se han cumplido los acuerdos.
¿En qué ha quedado la sensibilización que provocó la fotografía de Aylan que comentaba antes?
Todo aquello fue un movimiento ciudadano como hacía tiempo que no veíamos. Teníamos, por un lado, entidades que venían trabajando de manera silenciosa con las personas más vulnerables entre los migrantes que intentaban llegar a nuestras fronteras. Y, por otro lado, grupos espontáneos de ciudadanos que no pertenecían a ningún colectivo y que, de hecho, continúan. Es lo más positivo, si es que hay algo positivo en esta crisis de refugiados, que aquella foto nos hizo abrir la mente y decir que hasta aquí, intentar poner freno y exigir a nuestros dirigentes que no ocurra esto.
¿Siguen tan activos como al principio estos grupos espontáneos o se van desinflando?
Al principio había un número importante de personas, pero me consta que muchas de ellas siguen trabajando, aunque no sea a través de una organización estructurada. Sí siguen trabajando con las personas que han llegado aquí, dentro de los programas de acogida y de gestión de diferentes organizaciones. También sigue esa sensibilidad en las organizaciones, en centros educativos, en asociaciones de vecinos, en pueblos...
¿Algo queda, entonces, de esos picos de sensibilización?
Sí, por supuesto, siempre queda algo; la gente es consciente de lo que está ocurriendo. De todas formas, el objetivo de estas concentraciones es que no caiga esa sensibilización para exigir a nuestros dirigentes la misma sensibilidad que cuando ocurre una desgracia en suelo europeo como un atentado o una muerte por violencia de género. Queremos que nuestros representantes públicos hagan visibles estas desgracias que ocurren en el Mediterráneo.
¿De qué cifras estamos hablando?
Por supuesto, estos datos siempre son complicados de conseguir porque las organizaciones que trabajan en la frontera sur de España sólo tienen constancia de las personas que llegan y de los cadáveres que encuentran. Aun así, hacen un trabajo espectacular y, por ejemplo, según datos de Salvamento Marítimo, el año 2017 se encontraron más de 1.200 pateras, se rescató a 18.000 personas y se dieron por fallecidas a unas 153 personas. Ese número podría ser muchísimo más alto de lo que las cifras oficiales puedan recoger. Entre 1997 y 2017 han aparecido casi 6.000 cuerpos sólo en la zona del estrecho de Gibraltar y hay 12.000 desaparecidos en estos veinte años. Al final, las cifras son importantes, pero detrás hay personas, hay familias que intentan buscar a sus seres queridos y no queremos deshumanizar esas historias.