Dixie Edith Trinquete Díaz (La Habana, Cuba, 1971) es periodista del Servicio de Noticias de la mujer de la Mujer de América Latina y el Caribe y profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Esta semana, ha ofrecido en Zaragoza una charla organizada por Asociación Camilo Cienfuegos Cuba-Aragón, sobre la situación de la mujer en Cuba.
¿Qué aspectos de la vida de las mujeres de Cuba deberían mejorar?
Ahí estaría la formación cultural. Venimos de una herencia cultural que es muy patriarcal, como la de la mayoría de los países iberoamericanos; nos queda trabajo por hacer: formar, educar, capacitar personas, hablar más de corresponsabilidad, sobre todo, a nivel doméstico. En Cuba se ha avanzado mucho, mucho, en temas legislativos con relación a los derechos de las mujeres, de muchas maneras; pero ese avance legislativo no siempre va a la par del cambio cultural, el que tiene que ocurrir en el interior de las relaciones sociales, de las relaciones que las personas comparten en sus familias... Diría que este es un reto grande.
A pesar de que las leyes cubanas han sido pioneras en aspectos como el aborto, ¿la legislación, entonces, no siempre arrastra al cambio social?
La legislación existe. En Cuba, por supuesto, las personas usan el aborto. Además, hay igualdad salarial ante igual puesto de trabajo, que es otra conquista bien luchada en otros lugares. También tenemos paridad educativa, paridad a nivel de cargos públicos… Más del 45% del parlamento está integrado por mujeres. Y esto, sin cuotas. Cuando comentaba el desafío que significa el cambio cultural, no me refiero a que no se aprovechen las legislaciones, sino a que a nivel de las relaciones que se establecen, más en caso de los hogares, se mantiene un patrón de vida que es más machista. Pero, obviamente, las legislaciones repercuten; son importantes. Ahora mismo estamos en un momento interesante: se está legislando, se están construyendo leyes y normas institucionales y estatales para atender la violencia de género, que también tenemos en Cuba. Obviamente, van a suponer un cambio, que tiene que venir acompañado también de la capacitación de las personas que van a implementar y a aplicar estas leyes. Creo que eso no es sólo un reto de Cuba. En realidad, es un reto que compartimos en muchos lugares que vienen de la misma tradición de la que venimos nosotros.
¿Cómo va a ser la ley de violencia de género en Cuba?
Cuba está viviendo un cronograma intenso a partir de la aprobación de la Constitución de 2019, que abrió un abanico de necesidades en cuanto a actualizar, reformar o construir leyes nuevas vinculadas a muchos temas, entre ellos, la violencia de género. Es decir, la Constitución incorpora de manera explícita todo lo que tiene que ver con la prevención de la violencia de género y en ese sentido se han generado políticas y legislaciones posteriores. Este cronograma legislativo no está descartando la aprobación de una ley integral. Pero, para poder trabajar muy rápido con este asunto que es urgente, se aprobó a finales del año 2021 lo que se llama la “Estrategia integral para la atención a la violencia de género y a toda la violencia que ocurre en el ámbito familiar”. Tiene un nombre un poco largo, pero apunta directamente a cuáles son sus dos escenarios de actuación. Es una estrategia que obliga a todos los organismos e instituciones de la administración estatal en el país y a otras organizaciones, como las organizaciones comunitarias, a establecer protocolos para la atención a la violencia de género y a las violencias familiares de las maneras en que esas instituciones estén involucradas en el asunto. Por ejemplo, el Ministerio del Trabajo tiene que establecer protocolos que den respuesta al acoso sexual laboral en los lugares donde se pueda presentar. Los Ministerios de Educación tienen que establecer protocolos de actuación al bulling escolar, a la discriminación de diversas maneras que puedan ocurrir en los entornos educativos. Y así, el Ministerio de Salud Pública tiene que establecer un protocolo para saber qué pasa cuando llega una mujer maltratada. En fin, los organismos están obligados establecer estos protocolos de atención que, además, deben tener indicadores de medición. No se quedan a la buena voluntad de quienes los tienen que aplicar, sino que van a ser revisados sistemáticamente en su cumplimiento. Eso, además de ser una herramienta importantísima para atender la violencia, creo que ayuda a educar a la gente. Porque cuando en todas partes se esté diciendo que este tema es importante, que hay que trabajar con él, que no va a haber impunidad... entonces las personas también irán aprendiendo.
¿Le sorprende que en España sea un partido de ultraderecha el que apueste por esa línea de trabajo, de englobar la violencia machista en el marco de la violencia intrafamiliar?
Realmente, es difícil... Ustedes tienen una diversidad política que es difícil de entender cuando uno no la vive todos los días. Algo me han comentado, pero no lo tengo claro.
En España, también está abierto el debate sobre cómo afrontar los problemas relacionados con la prostitución, con algunas mujeres partidarias de la abolición y otras que apuestan por algún tipo de regulación. ¿Cuál es la situación en Cuba?
En Cuba, hoy se sanciona el proxenetismo, no el ejercicio de la prostitución. El proxenetismo se sanciona con fuerza. De lo que se trata es de trabajar de manera educativa con las personas que ejercen la prostitución, pero tratando de respetar sus derechos. No constituye un delito; por tanto, no hay otra manera de trabajarlo.
¿Cree que podría haber cambios legislativos en esta materia?
De momento, no está en el debate.
Otro debate en España, que incluso ha provocado la división en algunas ciudades en las manifestaciones del 8 de marzo, es la llamada “ley trans”. ¿Qué ocurre en Cuba?
Nosotros tenemos el Centro Nacional de Educación Sexual, que lleva muchísimos años trabajando con poblaciones trans y de orientaciones sexuales diferentes. Tiene redes de trabajo de mujeres lesbianas, de personas trans... que, además, están operando en todo el país. Es un centro adscrito al Ministerio de Salud Pública, pero su función es educativa, docente. Es un centro que viene dando asesoramiento y acompañamiento a las personas que no son heteronormativas para, en primer lugar, apoyarlas en un camino de defensa de derechos que ya la Constitución de 2019 reconoce de manera explícita, pero además también para ayudarlas si hace falta un procedimiento de cambio de sexo. En Cuba, sí se cambian identidades; incluso se han hecho operaciones quirúrgicas de cambio de sexo, pero esto lleva todo un trabajo educativo y de acompañamiento que realmente ha funcionado en los últimos años para la visibilización y para ganar respeto para estas poblaciones. A nivel legislativo, está el reconocimiento en la Constitución de iguales derechos que el resto de la población de todas estas personas con orientaciones sexuales e identidades de género diferentes. Además, ahora en el Código de las familias que está en proceso de debate popular se está incorporando un articulado que tiene que ver, por ejemplo, con el matrimonio igualitario para las personas del mismo sexo.
¿Se plantea que las parejas del mismo sexo puedan adoptar niños?
Sí, está propuesto como parte del articulado del Código de las Familias, pero esta propuesta está siendo sometida ahora mismo a consulta popular, para después revalidarla en un referéndum.
¿Cómo afrontan en Cuba el debate sobre la gestación subrogada?
En Cuba, ahora en el Código de las familias se está incorporando también un artículo que no es gestación subrogada, aunque se está tratando de malentender de esa manera. En realidad, es una gestación solidaria. Tiene que ver con casos muy específicos de personas que no han podido tener hijos ni siquiera a través de técnicas de reproducción asistida, que van a tener la posibilidad, previo proceso judicial, con acompañamiento médico y psicológico, de que una persona cercana, en este caso, una hermana pueda hacer una gestación solidaria, para que esa madre pueda tener a su hijo. Pero tiene unas características muy particulares que hacen que no tenga nada que ver ni con los vientres de alquiler ni con la gestación subrogada. Para empezar -para mí es lo más notable-, la persona que gesta nunca gesta con su óvulo propio, sino con una implantación del óvulo de la mujer que va ser madre en realidad. Además, tiene que probarse judicialmente que tienen una relación de filiación. Y la propuesta legal señala que eso sólo puede ocurrir una vez. No puede haber personas que gesten sistemáticamente para otras. Esa es la propuesta que está en el Código; insisto en que ese Código todavía está en debate, pero no es una propuesta de gestación subrogada, sino sólo una posibilidad para casos en los que ya la ciencia determinó que no pudo hacer nada, darles la posibilidad a estas mujeres que quieren tener hijos, que puedan tenerlos a través de la solidaridad de una persona de filiación muy cercana. Lo que más se está manejando es que sea una hermana.
Con esa exigencia de que la gestante sea una persona de filiación muy cercana, ¿se elimina la posibilidad de que esta gestación sea un negocio?
Por supuesto.
¿Cómo ve el feminismo en España?
Con mucha fuerza. Estuve en la manifestación del 8M en Madrid y me sentí bien, sobre todo, de ver muchachas jóvenes, personas diversas, de muchas edades... me sentí bien ahí.
¿Cree que desde España todavía desconocemos mucho sobre el feminismo en Cuba?
Creo que sí. Tiene mucho que ver con que hay mucha manipulación mediática sobre lo que ocurre en Cuba. Hoy están operando contra Cuba estrategias y campañas de manipulación de medios que llegan realmente a niveles que son bien agresivos, pero que se están naturalizando todo el tiempo; están mintiendo, manipulando. Es muy difícil ir contra eso, porque además se está poniendo mucho dinero. Esa manipulación puede estar consiguiendo que se desconozcan muchas cosas de lo que pasa en Cuba.