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“Iluminar el agua con sonido”: los cartógrafos zaragozanos de los bajos fondos

Prueba en el pozo de San Lázaro

Laureano Debat

5 de enero de 2025 21:30 h

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No debe existir ser humano que no conozca el mito de la Atlántida y sus infinitas variaciones, desde Platón a Julio Verne: la leyenda de una gran civilización desconocida sepultada por el mar. No es extraña su vigencia en el cine y en la literatura: desde los griegos hasta hoy, los fondos marinos y fluviales siguen siendo los grandes desconocidos de la geografía del planeta. Se habla de un mundo ultra cartografiado, pero este superlativo sería más adecuado para la superficie terrestre en concreto. Los fondos acuáticos de la tierra continúan al margen de todos los mapas.  

Solo conocemos un 30% del planeta en el que vivimos. Del otro 70%, formado por agua dulce y agua salada, sabemos bastante poco. “De los fondos marinos, solo conocemos un 2%: las zonas costeras y los puertos. El mar abierto es completamente desconocido, no hay cartografía de precisión. De hecho, se están descubriendo continuamente volcanes y nuevas especies. Ahora se ve que la reserva vegetal más grande de la tierra está bajo el agua, en el océano Atlántico”, dice José María Jiménez, hidrógrafo e integrante de ICTYS, un proyecto nacido en Zaragoza que se dedica a cartografiar los fondos acuáticos y que completan Miguel Rodríguez, experto en materiales, Enrique Lamana encargado de las comunicaciones electrónicas.

Después de trabajar durante cinco años en Rotterdam y de pasarse temporadas enteras meses embarcado en cualquier rincón del mundo y meses en tierra, llegó la pandemia y Jiménez decidió volver a casa. Y vio que en España la hidrografía civil era un camino muy poco desarrollado y encontró una brecha por la que avanzar. Entonces, en Zaragoza Activa conoció a sus futuros socios y los tres empezaron a incubar el proyecto ICTYS, un nombre derivado de la palabra griega “ichtus” que significa “pez”, y con el que se propusieron construir un barco para hacer relevamiento topográfico de superficies sumergidas (lo que se conoce como batimetría) y medir calidad de aguas. Tenían muy en claro que empezaban a desarrollar un camino poco explorado en el planeta: cartografiar los fondos acuáticos, empezar a conocerlos.

Pero el barco llegaría después, con la beca de residencia en Etopia, donde empezaron a construirlo desde cero y llegaron a terminarlo justo antes de que el gobierno de Natalia Chueca desmantelara el antiguo centro de arte y tecnología. Hoy ICTYS está constituida como empresa, tiene un local en el barrio de San José y, después de la prueba piloto en el pozo de San Lázaro, el departamento de Arqueología del Ayuntamiento de Zaragoza se ha convertido en su principal cliente por un hallazgo de vital importancia para la historia de la ciudad.

El patrimonio sumergido 

El barco de ICTYS es pequeño y aún no tiene nombre. Está preparado para funcionar de manera semi-sumergida, con 1500 mm de eslora, 300 mm de manga, un calado de 800 mm y 60 Kg de peso. Cuenta con una sonda de doble frecuencia y chip para datos batimétricos, Side Scan Sonar para descubrimiento de estructuras submarinas y un software para caracterización del fondo y detección de peces. 

A finales de agosto y principios de septiembre hicieron varias pruebas con el barco en el río Ebro, concretamente en el pozo de San Lázaro. Y allí descubrieron unas estructuras desconocidas a seis metros de profundidad que, probablemente, sean romanas. Y si bien hacen falta más pruebas y estudios, lo más probable es que se trate de los cimientos de un antiguo acueducto. Queda esperar al verano, cuando el río reduce caudal y corriente, para que el barco tan pequeño pueda meterse y navegar con mayor facilidad. 

A través de una sonda, el barco emite pulsos de sonido para captar las imágenes. Dentro del Ebro, con su enorme cantidad de partículas y su oscuridad, todo es invisible. De hecho, muchas veces los bomberos cuando se sumergían en esa zona, sabían que había algo, pero nunca pudieron ver nada y no hay cámara fotográfica que pueda registrar algo más o menos visible. Por lo tanto, nunca se habían catalogado estas estructuras. 

“Las imágenes se sacan con sonido, ahí no afectan las partículas del agua”, dice Jiménez. “Es muy parecido a como se captan imágenes con luz, pero en vez de ondas electromagnéticas son ondas mecánicas. Dentro del agua, las ondas electromagnéticas se difunden, por eso no se ve nada. Pero con el sonido eso no pasa. De hecho, las ballenas se comunican con sonidos. Nosotros emitimos una onda y medimos el tiempo que tarda de devolverla para saber a qué distancia está el sonido y también la fuerza con que te la devuelve, así podemos saber qué tipo de material es, si es un material duro o blando. Lo que hacemos realmente es iluminar el agua con sonido”. 

Además de descubrir un patrimonio arqueológico desconocido de Zaragoza, la incursión del barco en el pozo de San Lázaro trajo otro dato: no se trata de una sima natural sino artificial y podrían ser los restos de una antigua cantera. 

La DANA y el futuro de la hidrografía 

Después de la DANA, mucha gente de Valencia se puso en contacto con ellos a través de su web. Sobre todo, familiares de personas desaparecidas que querían saber si el barco era sumergible y podía inspeccionar garajes. El barco no es sumergible pero los submarinistas de la Guardia Civil les dijeron que les vendría fenomenal. “Hasta ahora, para descubrir cadáveres, ellos iban por la Alfubera con palos. Es agua muy sucia, con mucho barro, y no se puede ver nada”, explica Jiménez. Pero por cuestiones burocráticas y de permisos el barco no se ha movido de su local del barrio de San José en Zaragoza. “En teoría, Protección Civil de Valencia es quien tiene que solicitar los medios. Y aún no lo hizo. El Instituto Hidrográfico mandó barcos, pero eran muy grandes, eran para mar abierto. El nuestro tiene un calado muy pequeñito”, dice Jiménez, convencido de que su barco es la única tecnología en España capaz de ayudar al rastreo de cuerpos en zonas de difícil acceso como la Albufera. 

Mientras tanto, trabajan en el pantano de la Sotonera, un encargo de la Guardia Civil para realizar estudios que consigan prevenir en Aragón lo que pasó en Valencia con la DANA. Y para la Sarga (Sociedad Aragonesa de Gestión Ambiental) en la localización de la margaritífera, una almeja protegida que solo crece en Aragón. Y, poco a poco, comienzan a expandir la necesidad de esta ciencia relativamente moderna y que empezó a desarrollarse en la Segunda Guerra Mundial con la necesidad de detectar submarinos. “Cuando la hidrografía explotó realmente fue en los años 60 a raíz de la Guerra Fría”, dice Jiménez, quien para estudiar la carrera tuvo que apuntarse en un instituto militar portugués, ya que todavía en 2011 en España solo podían estudiarla los militares. 

Hoy la nación puntera en hidrografía es Países Bajos, donde la tecnología está muy evolucionada y hay mucha inversión. No es extraño, teniendo en cuanta que casi un tercio del país está bajo el nivel del mar, es territorio ganado a través de infraestructuras de una envergadura sin precedentes. “La hidrografía es muy cara, todo lo que sea estar en un barco es carísimo. Un barco de hidrografía puede costar 200 mil euros al día y solo se invierte en cosas que sean muy rentables, como la industria petrolífera o el cableado submarino. O la guerra, claro”, expone Jiménez. Y habla de la economía azul, una tendencia reciente que ubica a los mares en el centro de la actividad económica no solo como explotación comercial sino también teniendo en cuenta su impacto sostenible: “Al fin y al cabo, los humanos somos animales de ribera, necesitamos agua cerca, ya sea agua dulce o agua salada. Pero también tenemos que ver como interactuamos con el mar y, para eso, se necesitan datos y una tecnología completamente diferente a la que se venía usando hasta ahora.  Y ese es el sentido de nuestro proyecto y todas las tendencias van por ahí: herramientas autónomas que naveguen por el mar y que recojan datos”. 

Es decir, barcos no tripulados que puedan manejarse de manera remota, reduciendo el alto coste que implica la necesidad de tripulantes. Barcos que arrojen esos datos que necesita la humanidad para dejar de ver al agua como un medio de transporte y considerarla un fin. Y, de esta manera, empezar a conocer su fondo. 

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