La incidencia del coronavirus bajó en Zaragoza con el inicio del curso en escuelas, institutos y centros universitarios para, tres semanas después, consolidarse en un nivel similar al del comienzo de las clases y, en cualquier caso, de una intensidad inferior a la mitad de la registrada en el mes de julio, cuando Aragón se situó como la comunidad en la que con mayor velocidad se estaba propagando la pandemia.
Los datos figuran tanto en la orden por la que la Consejería de Sanidad trató de reducir los aforos de bares y terrazas durante el puente del Pilar como en el auto por el que la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Aragón avalaba el cierre de las barras pero no las restricciones en los veladores. La situación ha empeorado durante la última semana, la incidencia acumulada en la comunidad es de 505 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días, según datos aportados por la consejera de Sanidad en el anuncio de la incorporación de Aragón al nivel dos de alerta. En estos momentos la ciudad se encuentra “muy próxima” al confinamiento.
Así, la ciudad de Zaragoza presentó una incidencia acumulada, indicador que mide la tasa de contagios por cada 100.000 habitantes en las dos semanas anteriores, de 163 en la primera semana de septiembre, en la que, de acuerdo con el calendario escolar, comenzó el curso con la paulatina incorporación de los alumnos de infantil y de primaria, para caer en las dos siguientes, en las que se completó el inicio de las clases en toda la enseñanza obligatoria y en la superior, a 146 y repuntar a 161 en la del tránsito al mes de octubre.
Esos niveles son inferiores a los de los dos meses anteriores, con tasas de 30 a 415 en julio y de 134 a 374 en agosto. En esos meses, que coincidieron con la mayor expansión del coronavirus en las zonas fruteras, desde las cuales “es probable que de ahí se introdujera precozmente en zonas de Zaragoza capital”, hasta 28 de las 39 zonas de salud de la capital “superaron los 500 casos por 100.000 habitantes”, situación que en algunos casos se mantuvo “durante un período de hasta siete semanas”, explica la orden.
Y resultan mucho más bajos también, de en torno a la mitad, que los que registró el conjunto de la comunidad autónoma en el mes de septiembre, durante el que la tasa de incidencia acumulada pasó, según los datos del Ministerio de Sanidad, de los 287 del día 7 a los 342 del 14 para seguir subiendo hasta los 381 del 21 y comenzar a caer a 369 el 28 antes de intensificar ese descenso el 5 de octubre, en vísperas del repunte registrado el 12 con 404 y el 13 con 414, un nivel que situaba a Aragón de nuevo como el tercer territorio en incidencia, solo superado por Madrid (489) y Navarra (756).
Más de 320 aulas cerradas desde septiembre
Esa evolución sitúa en entredicho las apocalípticas interpretaciones que surgieron en las primeras semanas del curso a raíz del cierre de aulas tras detectarse los primeros contagios o surgir las primeras sospechas de su existencia entre los alumnos y los profesores que acudían a ellas, un fenómeno que desde el comienzo del curso ha sido más habitual en Zaragoza que en el resto del territorio.
Los cierres habían afectado a cerca de 330 aulas al cierre de esta información, más del 85% de las cuales habían vuelto a utilizarse con normalidad tras las cuarentenas y/o dar negativo en las PCR, según el caso, estudiantes y profesores. La tasa de afección se encuentra claramente por debajo del 1% de las unidades existentes en los centros de enseñanza aragoneses de infantil, primaria y secundaria.
Esos niveles, no obstante, no atajan el malestar que los planteamientos del Gobierno de Aragón ante este primer curso pandémico (el anterior fue suspendido en marzo y se cerró en junio con aprobados prácticamente generales) han provocado en parte del profesorado, que se siente abandonado, y al que se suma el causado por la prohibición de hablar con los medios de comunicación a los equipos directivos de los centros de enseñanza.
“Tenemos la sensación de estar solos”
“Tenemos la sensación de que estamos solos, de que no tenemos apoyo cuando nos encontramos en entornos de mucho contagio y de bastante riesgo”, explican fuentes de un centro público.
Los maestros únicamente han recibido una mascarilla de tela, lavable, y las remesas iniciales de gel hidroalcohólico y de productos como el sanitol inicial están agotadas, lo que obliga a adquirirlo con cargo al presupuesto del centro o, en algunos casos, a solicitar la ayuda de los ayuntamientos.
En muchos casos también han optado por pagar de su bolsillo herramientas informáticas necesarias para dar las clases, como micrófonos u ordenadores con capacidad para sesiones de ‘streaming’, ante las carencias del servicio.
“Parece que nos tienen como un servicio de guardería, para mantener en los centros a los alumnos y poco más”, añaden las mismas fuentes.