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Dos investigadoras de la Universidad de Zaragoza participan en un nuevo avance contra la bacteria predominante en las infecciones gastrointestinales hospitalarias

Dos investigadoras de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza, Rosa Bolea y Eloísa Sevilla, han descubierto un marcador genético de la bacteria Costridium difficile, que origina la mitad de las infecciones gastrointestinales hospitalarias en el mundo. Este descubrimiento permitirá obtener diagnósticos de forma más rápida.

La revista científica Nature Communications se ha hecho eco de este descubrimiento y publica el resultado de su investigación, fruto de una colaboración internacional en la que han logrado averiguar por qué se produce el fallo de uno de los antibióticos utilizados para tratar a la bacteria Costridium difficile.

Esta bacteria constituye en la actualidad una de las principales causas de diarrea infecciosa hospitalaria, con un incremento en la incidencia y severidad de los casos, con gran potencial de transmisión entre personas y animales, por lo que se considera una infección emergente en todo el planeta. Se estima que representa el 48% de las infecciones gastrointestinales hospitalarias en la Unión Europea.

Resistencia a los antibióticos

La infección por este patógeno suele estar asociada al uso previo de antibióticos, porque este agente es muy resistente a casi todos ellos. En concreto, esta bacteria sólo puede ser tratado con tres antibióticos, el metronidazol, la vancomicina y la fidaxomicina.

Según explica la doctora Rosa Bolea del uso del metronidazol está causando problemas, ya que “algunas cepas de Costridium difficile están desarrollando resistencia al metronidazol, por lo que este antibiótico no puede frenar la infección en el paciente. Este hecho supone un grave problema sanitario, pues ya no sería efectivo como tratamiento y las opciones terapéuticas disponibles quedarían muy limitadas, incrementándose además el coste económico sanitario”.

En el estudio se identifica una molécula de ADN en dicha bacteria como responsable de la resistencia al metronidazol, lo que supone un gran paso científico, ya que, aunque la aparición de dicha resistencia ya estaba descrita en este patógeno, no se había asociado hasta el momento con un marcador genético claro.

Tal y como se muestra en este trabajo, esta molécula se encuentra diseminada internacionalmente, tanto en cepas de Costridium difficile de casos clínicos humanos como de origen animal. Los resultados de este trabajo conllevan importantes implicaciones en la práctica clínica, especialmente en el diagnóstico y tratamiento de la infección. Como indica Eloísa Sevilla, “estos resultados deberán tenerse en cuenta a partir de ahora en el tratamiento de la infección de Costridium difficile y contribuirán a un mejor manejo y control de la misma”.

Este estudio ha abierto una nueva línea de investigación en la que se va a continuar trabajando y que tratará de responder nuevas cuestiones que surgen a partir de este descubrimiento.