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Javier Uría, investigador y filólogo: “Las jubilaciones masivas hacen que este sea un buen momento para estudiar Humanidades”

Javier Uría es investigador del Campus de Teruel y catedrático de Filología latina. Recuerda que las Humanidades no son ajenas a los avances tecnológicos, y que la investigación en Humanidades no es minoritaria ni rara y, además en España tiene un nivel muy alto.

Javier Uría, es usted catedrático de Filología Latina de la Universidad de Zaragoza en el Campus de Teruel ¿pensó en algún momento que llegaría a ser uno de los cinco expertos internacionales que colaborarán en el proyecto europeo LiTeRA sobre la historia de la gramática latina?

Bueno, hay que partir de que la obtención de un proyecto europeo de estas características es, en términos de financiación y de prestigio, la aspiración máxima de un investigador europeo, y mucho más en el campo de las Humanidades. Estamos hablando de las Advanced Grants, que tienen una dotación de más de dos millones de euros para cinco años y permiten vincular a los proyectos a investigadores pre y postdoctorales, además de especialistas senior (como es mi caso). Piensa que apenas un 14% de los solicitantes obtienen estas ayudas, que son enormemente competitivas y se conceden solo a investigadores que sean líderes reconocidos en sus campos de estudio. Aún así, yo estaba seguro de que Alessandro Garcea, catedrático de Lengua y Literatura Latina en la Sorbona de París que es el Investigador Principal del proyecto LiTeRA (Linguistic Texts of Roman Antiquity. Collecting fragments, sources and lexicon in a digital environment), tenía muchas posibilidades de obtenerlo: y así se lo dije cuando hace un par de años tuvo la gentileza (y la humildad) de preguntarme si yo veía posible que él consiguiera una ayuda de ese tipo y si podía contar conmigo como experto participante en caso de que finalmente su solicitud fuera elegida. Así que puedo decir que lo que hace tres o cuatro años era para mí impensable se convirtió en un logro alcanzable a medida que fui conociendo los detalles del proyecto, en el que estoy encantado de poder participar.

Se centra entonces en el estudio, más en profundidad de la Filología Clasica ¿qué nivel tiene en España en este momento?

La verdad es que la investigación en Filología Clásica en España tiene muy buen nivel, aunque, frente a la de Italia, por ejemplo, adolece de cierta falta de internacionalización: a veces nos conformamos con estudiar el entorno próximo y con publicar en revistas nacionales: las hay muy buenas, y debemos a la generación precedente ese buen nivel, pero nos toca ahora a nosotros mostrar en el extranjero lo bueno que aquí se produce. En este sentido, hay un cierto complejo de inferioridad, y cuando uno repasa los autores de artículos de las grandes revistas de la Filología Clásica de países como Alemania, Reino Unido, EEUU e Italia, se echa de menos ver más nombres españoles: no se trata solo de hacer buena investigación, sino también de hacerla llegar a la comunidad científica internacional. El contacto y la colaboración con investigadores extranjeros es fundamental: la investigación no tiene fronteras y no podemos imponérnoslas nosotros mismos con absurdos complejos.

Háblenos de LiTeRA ¿en qué consiste este proyecto? 

Se trata de un proyecto que combina las llamadas Humanidades Digitales (digitalización y tratamiento electrónico de textos) con la Filología Clásica tradicional en su parte más genuina y nuclear, que es la edición crítica de textos, es decir, la reconstrucción de textos con originales perdidos a partir de sus copias manuscritas a lo largo de los siglos. El corpus sobre el que trabajamos son los textos gramaticales latinos, es decir, aquellos que tienen por objeto la descripción de la propia lengua, el latín: ten en cuenta que la Gramática forma parte de la educación occidental desde hace más de 20 siglos, y algo que vemos como tan obvio es casi exclusivo de nuestra cultura occidental; el papel los gramáticos latinos en fenómenos históricos como la Romanización es esencial, hasta el punto de que esta no puede comprenderse sin ellos: solo la actual generalización del inglés como lengua científica tiene parangón con lo que el latín supuso en el proceso de Romanización primero y el de configuración de la cultura occidental moderna después, a partir de la Edad Media y, sobre todo, del Humanismo. A nosotros, particularmente, nos interesa una época concreta, la que va de los siglos II a. C. a III d.C. en que la mayor parte de los autores y obras se conservan solo en fragmentos, o sea en citas de autores posteriores (de los siglos III al VI), lo que extiende enormemente el ámbito del proyecto, que tendrá también como un objetivo de estudio preferente la terminología técnica gramatical latina, base y fundamento de la Lingüística moderna.

¿Cuál es la finalidad del mismo?

Su finalidad es la reconstrucción de la historia de una disciplina fundamental en el pensamiento occidental como es la Gramática. Y es que la historia de la Gramática en ese periodo al que antes me refería apenas es atendida por los especialistas, que, debido a la escasez y carácter fragmentario de los testimonios, pasan prácticamente del estudio de los gramáticos griegos del s. II a. C., y el de Varrón en el s. I a. C., al de los gramáticos latinos tardíos( a partir del s. III d. C.), dejando de lado un periodo muy extenso y fundamental para la configuración de la disciplina: nosotros creemos que con un método filológico adecuado será posible, a partir de los fragmentos conservados, reivindicar el papel fundamental de esos autores fragmentarios.

Asociamos habitualmente la investigación con números y probetas, pero va mucho más allá ¿Cómo de importante es la investigación en humanidades? 

La curiosidad y el afán de progreso y superación son consustanciales al ser humano, por lo que todos los campos del saber merecen atención. De ahí también que el Consejo Europeo de Investigación (European Research Council) distribuya estas importantísimas ayudas indistintamente entre proyectos de ciencias y letras, basándose para la asignación solo en la excelencia de los solicitantes y en el interés intrínseco y diseño de los proyectos, más allá de que tengan o no una aplicación inmediata o práctica. Las Humanidades no son ajenas a los avances tecnológicos, que nos han proporcionado en los últimos años unos instrumentos de estudio que nos permitirán avances significativos en el conocimiento de nuestra historia, que no es solo las guerras y las conquistas, sino también la historia del pensamiento: la Gramática, la Retórica y la Filosofía, que constituyeron el Trivium medieval, son lo que singularizan nuestra cultura occidental frente a otras, y están en la base de la democracia y las libertades que hoy disfrutamos.

Por otra parte, la investigación en Humanidades no es ni mucho menos minoritaria ni rara: en Filología Clásica, por ejemplo, se publican todos los años más de 15.000 trabajos de investigación (monografías, traducciones, artículos de investigación) que se recogen luego y se sistematizan en un repertorio bibliográfico llamado L’Année Philologique, que desde hace unos años se puede consultar online. O sea que los de latín y griego no somos tan raros como puede pensar el ciudadano medio.

¿Cómo revierten en la sociedad este tipo de investigaciones, a priori tan específicos y alejados de ella? 

Estudiamos una disciplina que contribuyó más de lo que podemos imaginar a que seamos lo que somos. De manera más inmediata, toda investigación histórica tiene un impacto en la cultura: piensa en productos como el Infinito en un junco, de Irene Vallejo, que es un ejemplo de alta divulgación de nuestro conocimiento sobre el mundo antiguo y que debe mucho a los estudios filológicos de los últimos años, a margen del talento literario de su autora, que es además doctora en Filolgoía Clásica. Lo mismo puede decirse de la novela histórica: el último finalista del premio Nadal (Alfonso Goizueta, La sangre del padre) escribe sobre Alejandro Magno. Todo esto no sale de la nada: hay un caldo de cultivo básico, que es la investigación en Historia y en Filología Clásica. Además, el entrenamiento en la lectura e interpretación de textos complejos forma individuos críticos y menos manipulables, cada vez más necesarios en un mundo en que proliferan las fake news y las demagogias de uno y otro extremo del espectro político.

¿Cómo llega a dedicarse a la docencia universitaria y a la investigación?

Es una vocación que aparece en los años universitarios, gracias a profesores que nos presentaban en clase, con gran entusiasmo, sus investigaciones y hallazgos: en mi caso, tuve la suerte de disfrutar en la Universidad de Oviedo, a finales de los años 80, de muy buenos maestros, entre otros José Luis Moralejo, Catedrático jubilado de la Universidad de Alcaláde Henares, gran traductor, especialista en Lingüística Latina y que, además de dirigir mi tesis sobre el eufemismo en latín, fue un ejemplo e inspiración que me animó siempre a continuar en la carrera universitaria; él había completado su formación en Italia y en Alemania, y siempre nos hablaba de lo importante que era una carrera académica donde hubiera un movimiento real. A él también le debo el haber dirigido mi atención a los gramáticos latinos, pues, siendo él asesor de la Biblioteca Clásica Gredos, me encargó la traducción de uno de esos gramáticos, llamado Flavio Sosípatro Carisio, del s. IV. 

Las circunstancias me hicieron luego trabajar en el Reino Unido y abrirme un poco al mundo, y así entré en contacto, entre otros especialistas, con Alessandro Garcea, con quien colaboro desde hace años y que ahora me brinda la oportunidad de tener un papel en este importante proyecto que él liderará. El aprecio de colegas, las citas y la repercusión internacional de lo que uno escribe compensan otros sinsabores como el escaso prestigio social de las Humanidades o el progresivo ninguneo de las lenguas clásicas por parte de los responsables educativos.

¿Qué les diría a aquellos estudiantes que, en este momento, al final de la educación secundaria o del bachillerato, se están planteando formarse en Humanidades? ¿Tiene salidas de cara al futuro laboral? 

La verdad es que estamos en un buen momento para estudiar carreras de humanidades, pues en los próximos años va a producirse una jubilación masiva de profesorado de enseñanzas medias (y también del universitario) que necesitarán un repuesto: la Gramática entendida en sentido amplio (como lo hacían los antiguos) y abarcando Lengua, Literatura, Latín, Griego, Cultura Clásica, etc. tiene necesariamente que seguir formando parte de nuestro currículum educativo: pertenecemos a una cultura del libro, de la “letra”, y no podemos renunciar a ese hecho. Creo que tras un periodo de obnubilación por la informática y la tecnología, los que nos gobiernan caerán en la cuenta de que leer y escribir, comprendiendo en profundidad los textos y sabiendo tratarlos de manera crítica, sigue siendo esencial para el progreso y para la preservación de nuestro sistema cultural y de vida. Hay otro gran campo, que es el de la inteligencia artificial, en el que expertos en filología y lingüística van a tener mucho que decir: tal como van las cosas, ¿quién mejor que un filólogo va a distinguir el pastiche que ensambla una máquina de la creación única y original de la mente humana? Y si no, al tiempo.