La Marcha del Ebro: 900 kilómetros de río para denunciar las políticas trasvasistas
Acompañar al Ebro, desde su nacimiento en Fontibre hasta su desembocadura en el delta que le diluye en el mar Mediterráneo, para denunciar la problemática de los ríos y sus cuencas, la política trasvasista y la “privatización del agua”. Es la misión que se propusieron con la Marcha del Ebro cuando comenzaron su caravana en bicicleta, el 10 de abril desde tierras cántabras, para discurrir casi 900 kilómetros hasta Amposta en 11 días de pedaleo.
“Ha sido duro, ha sido largo, pero estamos muy contentos con el desarrollo y los resultados”, explica con satisfacción Jesús Sampériz, participante en la Marcha del Ebro desde el inicio hasta la conclusión, y prosigue, “no solo se trata de llamar la atención sobre la problemática de la gestión del agua y del cuidado y preservación de los ríos, además hemos encontrado una gran respuesta entre las personas que nos hemos encontrado a lo largo de toda la marcha y que nos ha servido para tejer unas redes que antes no teníamos”.
Jesús Sampériz resume esta caravana de la siguiente manera: “La Marcha del Ebro ha tenido como objetivo central alertar a todos los pueblos de la cuenca del Ebro sobre la amenaza que supone la nueva estrategia trasvasista promovida por PP, Ciudadanos y VOX, basada en los libres mercados de agua entre los usuarios de las diversas cuencas. Por otro lado, la marcha ha ido dando la palabra a los colectivos y movimientos sociales de los diversos territorios para visibilizar sus problemas específicos”.
Los primeros embalses
Tras el nacimiento en tierras cántabras y descender del norte burgalés, la ruta se fue adentrando por tierras riojanas y del sur de Navarra. Ahí los embalses de Ezcaray, Enciso y Terroba fueron los puntos de interés de la Marcha del Ebro.
En estos embalses quisieron denunciar la ineficacia de la vieja política “privatizadora” que traen los distintos partidos todavía en sus programas. Según Sampériz, “el planteamiento de la política de embalses es algo viejo y desfasado, basado en la idea de acumular agua y después ya veremos lo que pasa, que además no ha demostrado demasiada utilidad y ha provocado un enorme impacto ecológico a lo largo de toda la cuenca del Ebro”, y añade, “son obras que se financiaron con dinero público y que ahora son parte de entidades privadas que sacan pingües beneficios de algo que debiera ser público”.
Políticas de liberalización del agua: ICA y contratos de cesión
En este tema, la Marcha del Ebro ha querido poner el acento en un elemento administrativo que fomenta la acumulación de riqueza, agua en este caso, en pocas manos. Estos son los contratos de cesión. Jesús Sampériz lo explica: “Venimos sufriendo una serie de reformas administrativas que han convertido el agua en una mercancía más y los contratos de cesión son su utensilio administrativo”.
Estos contratos permiten que una cuota de agua de un usuario que no la utiliza pueda ser vendida a otro. “Cuando grandes tenedores comienzan a comprar estas cuotas o a acapararlas, siempre grandes empresas o grandes fortunas, asistimos a un fenómeno de especulación que termina derivando en una política hidráulica más cara e ineficiente debido a la acumulación en pocas manos y la búsqueda del beneficio económico por mera especulación”.
La marcha llegó a Zaragoza el 13 de abril y su denuncia era clara, la supresión del Impuesto de Contaminación del Agua (ICA). “Si los contratos de cesión son el utensilio, el ICA es la consecuencia”, así explica Sampériz este impuesto: “El ICA es un negocio repartido que debería estar ser de gestión pública. Por eso desde la Marcha del Ebro demandamos la remunicipalización de este impuesto, ya que revela que su gestión hace que el agua sea cara y que además hay que compensarles porque no hacen suficiente negocio con ella. Como en los embalses, las inversiones públicas terminan en beneficios privados”.
La política de trasvases
Pasada la capital del Ebro un viejo rumor sigue latente, la posibilidad de revivir el trasvase del Ebro. “Estamos oyendo durante esta campaña que hay que retomar el trasvase del Ebro en boca de los llamados liberales y en aras del liberalismo económico. Este cebo, que se argumenta con la falacia de la solidaridad interterritorial, se lanza en los auditorios poniendo al agricultor como excusa, pero después no se debate en serio sobre el trasvasismo y las consecuencias económicas y ecológicas que conlleva. El río Siurana y el río Aguasvivas no llevan caudal a su desembocadura y en estos también se plantean trasvases, es de locos”.
Jesús Sampériz también ataca el argumento de que el Ebro “tira” agua al mar que se podía utilizar en los regadíos. “Plantear como se plantea desde el trasvasismo que el agua se desperdicia al llegar al mar es no entender lo que es un ciclo ecológico de lo más básico como es el ciclo del agua y esto es algo recurrente. Que ciertos políticos lloren por que el agua del Ebro acaba en el mar es del género tonto”, concluye con contundencia.
El precario equilibrio del delta del Ebro
El delta del Ebro, última estación de la Marcha del Ebro, recoge todo lo bueno y todo lo malo que trae el río de aguas arriba. Samperiz denuncia que el equilibrio ecológico mediante el que se formó este delta está ahora en situación de precariedad. “Los embalses de Mequinenza y de Ribarroja no permiten que lleguen los sedimentos que le llegaban, si a eso le sumamos que su tamaño va decreciendo podemos asistir a su desaparición”, afirma.
A esto, Sampériz le suma otras posibles consecuencias que acentuarían esta problemática de proseguir con las políticas hidrológicas actuales. “Al final se suma un estrés hídrico por el regadío, el cambio climático, el aumento del nivel del mar o las alteraciones de flujo con las grandes obras que pueden hacer desparecer el delta del Ebro, un sistema ecológico que se ha formado tras milenios y que debemos preservar frente a políticas destructivas disfrazadas bajo una pátina de liberalismo de mercado que no esconden otra cosa que la vieja política del agua que nos hemos encontrado durante todo el recorrido que hemos hecho”.