La abogada Nora Rodríguez (Nicaragua, 1989) es una de las colaboradoras del informe de la Fundación Rosa Luxemburgo De los neocón a los neonazis. La derecha radical en el estado español, que se presentó hace unos días en La Pantera Rossa de Zaragoza.
El informe de la Fundación Rosa Luxemburgo se titula De los neocón a los neonazis. ¿Tenemos neocón en España?
En el informe hacemos referencia a un libro que se llama Spanish neocon, que habla de toda la revuelta neoconservadora que surge en la derecha española cuando el PP deja de ser el partido que aglutina todas las derechas y extremas derechas del estado, cuando pierde el gobierno: empieza a darse todo este movimiento de extremas derechas y derechas que se organizan al margen del Partido Popular. Intervienen fundaciones, think tanks, organizaciones y diferentes plataformas... Es el caldo de cultivo para la creación y para la promoción del partido Vox. Cuando hablamos De los neocón a los neozanis, intentamos aglutinar toda esta derecha y extrema derecha que tiene diferentes características: desde el conservadurismo y el neoliberalismo a extremos muchos más cercanos al nacionalsocialismo. Como no queremos catalogar todo dentro de la misma etiqueta -porque creemos que dentro de la extrema derecha hay partidos, organizaciones y colectivos con características muy diferentes-, hacemos una denominación más amplia.
La ideología de todos estos grupos estaba relativamente oculta bajo las siglas del Partido Popular, aunque ya existiesen hace años. ¿El fenómeno es ahora más preocupante?
El problema que ha surgido con la llegada de Vox y con el foco mediático que tienen al estar dentro de los parlamentos y del Congreso de los Diputados es que este discurso que comparten con un montón de extremas derechas de diferentes colectivos o partidos ha tenido un eco mucho más grande y está teniendo mucho más alcance. Entonces, decimos que esta extrema derecha siempre ha existido, organizándose de diferentes formas, pero ahora mismo es muy preocupante que estén dentro de lo que son las instituciones del estado.
¿Qué diferencias habría ahora mismo entre esa variedad de grupos de extrema derecha?
En primer lugar, estarían los que tienen representación parlamentaria, donde encontramos a Vox. Después estaría el grupo de partidos de extrema derecha, es decir, que se presentan a las elecciones, tienen una constitución de partido y fines electoralistas. Dentro de estos, algunos tienen algo de representación en algún ayuntamiento local o han conseguido representación alguna vez; serían Falange, la Falange Española de las Jons, Falange Nacional, España 2000, Democracia Nacional... Son todos estos partidos que llevan mucho tiempo existiendo, aunque nunca han tenido mucho éxito. Por otra parte, estarían todos los movimientos sociales y organizaciones: son colectivos que no tienen fines electoralistas ni están inscritos como partidos, pero que sí tienen una organización y desarrollan un trabajo: muchos de estos copiando la actuación habitual de grupos de izquierda, como recogida de alimentos, incluso okupación de edificios...
Más allá de la presencia política, ¿dónde tiene más influencia ahora mismo la derecha radical en España?
Ahora estos grupos están cobrando mucha fuerza en las redes sociales, que se están convirtiendo en un método de captación de mucha gente joven, porque pasan mucho tiempo en estas redes. En el informe analizamos cuál es la batalla cultural que está dando ahora mismo la extrema en Internet. Toda la desinformación, las fake news... tienen plataformas para difundir este tipo de mensajes, portales, medios de comunicación... Incluso hacemos también un apartado contando que tienen fundaciones, think tanks, escuelas de pensamiento… Y también, entre grupos más marginales, están las tiendas, distribuidoras, grupos de música… que funcionan como financiación y como método de transmisión de ideas.
¿Le preocupa que se estén banalizando los fascismos? ¿No puede ocurrir que cuando se califican tantas actitudes como “fascistas”, algunas personas acaben pensando que el fascismo no es algo tan extremo?
Sí puede que ese sea un discurso generalizado; incluso hasta la extrema derecha usa este mismo concepto de fascistas para atacar a la gente que se opone a ellos; sobre todo, se está utilizando mucho para hacer referencia a lo que consideran libertad de expresión: cualquier cosa que consideran que ataca a su libertad de expresión es fascismo. Lo importante es centrar el discurso a que la ideología fascista puede estar representada en muchos ámbitos. No se trata de poner una etiqueta o de catalogar sino de que todo el discurso de odio que están difundiendo, los discursos discriminatorios, racistas, machistas, homófobos... se pueden dar mucho en muchos ámbitos. Eso es lo que lleva a un discurso fascista, más allá de la etiqueta concreta que se pone continuamente.
Habla de odio, ¿la legislación española tiene herramientas suficientes para luchar contra él?
Desde la legislación sí hay herramientas. Se supone que el delito de odio se creó con este fin. El problema que hemos visto es cómo se está aplicando este delito y cómo desde las instituciones se controla a la extrema derecha, porque el delito de odio se está aplicando para criminalizar o perseguir incluso a gente que lucha contra este odio. Hemos visto el delito de odio aplicado a gente que ha tenido conflictos con colectivos neonazis, que se ha intentado aplicar incluso contra la policía... es decir, en casos para los que no estaba hecho el delito. Esta desnaturalización de este delito que estaba redactado para proteger a colectivos vulnerables -estaba tipificado para proteger con temas de machismo, xenofobia, antisemitismo...- lleva a aplicarlo para proteger a colectivos que no son vulnerables. Hablamos también mucho de circular que hizo en 2019 la Fiscalía General del Estado, que se emite para explicar cómo aplicar este delito de odio y recoge que los colectivos neonazis se pueden acoger a este delito de odio. Por tanto, se está aplicando para supuestos para los que no fue creado. Eso, entendemos, crea una desconfianza en las instituciones a las víctimas.
¿Cómo puede afectar la guerra en Ucrania a los movimientos fascistas europeos?
El informe lo acabamos en diciembre de 2020 y ya había un capítulo en el que hablábamos de las conexiones de grupos neonazis con Ucrania y con Rusia. Evidentemente, no sabíamos que iba a estallar una guerra y mucho menos, en estas condiciones. Pero sí habíamos analizado que hay grupos en el estado español que están conectados con movimientos neonazis tanto en Rusia como en Ucrania. Con todo el trabajo que están haciendo diferentes periodistas, estamos viendo cómo en ambos países existen movimientos nazis, incluso amparados por los estados o dentro de los propios ejércitos. También analizábamos cómo se orienta la extrema derecha en el conflicto de Rusia a Ucrania.
¿Cómo lo hace?
Tenemos bastantes partidos, es complicado resumir a quién ha apoyado cada uno porque, además, han ido cambiando de opinión. Vox, por ejemplo, ha tenido diferentes opiniones a lo largo del tiempo. El Partido Popular, también. Hogar Social en un principio empezó apoyando a Rusia; hicieron una jornada con la embajada rusa. Pero, después, estuvieron recogiendo alimentos para Ucrania, también para el batallón Azov, que es abiertamente neonazi. Más adelante, no se posicionaban claramente y ahora hay campañas en las que están diciendo “no a la guerra entre pueblos hermanos”.
¿Puede afectar a sus alianzas en la política europea?
Lo que estamos viendo es que no hay pronunciamientos muy firmes. Nos extraña que no se estén pronunciando abiertamente sobre este conflicto. Al haber grupos de extrema derecha en ambos bandos, es un escenario más complejo.
¿Y a sus alianzas en la política española?
Lo que vemos es que tienen una conexión bastante fuerte con Ucrania, por cómo se están formando grupos neonazis allí, por cómo neonazis españoles están yendo a combatir a Ucrania... Entonces sí, a la larga, eso puede suponer un problema entre diferentes colectivos. Pero, ahora mismo, no está habiendo pronunciamientos demasiado claros ni enfrentamientos entre ellos por apoyar a uno u otro país.