Pueblos de Colonización, una exposición que visibiliza el valor de los pueblos que nacieron de la nada

“Un pueblo de colonización puede verse como un bosque, en donde sus elementos fundamentales son los colonos, la sal de la tierra”. Así comienza `El bosque de los colonos´, uno de los paneles explicativos de los que está salpicada la exposición `Pueblos de Colonización. Miradas a un paisaje inventado´. Una muestra que acoge la Diputación Provincial de Huesca (DPH) en su sala de exposiciones hasta el día 21 de julio, y en cuya organización ha colaborado con la Fundación ICO, junto a la Fundación Cerezales Antonino y Cinia y el Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia. 

Ana Amado y Andrés Patiño, ambos arquitectos, son los comisarios de la exposición y las personas que, desde mediados de la pasada década han visitado más de 30 pueblos, e incluso vivido durante un mes y medio en uno de ellos, Vegaviana (Cáceres). Fruto de esas visitas han recopilado más de 150 obras originales entre documentos, dibujos y planos, además de publicaciones impresas y otras tantas reproducciones fotográficas que descubren al visitante una panorámica de las actuaciones del Instituto Nacional de Colonización (INC) en la España rural del siglo XX.   

Armado y Patiño confiesan que el proyecto de indagar en los pueblos de colonización nació del interés que les despertó su arquitectura, pero que fueron las vidas de los vecinos y vecinas con los que se fueron topando a lo largo de este recorrido los que terminaron dando un giro más humano a la idea inicial. Ambos arquitectos escucharon las historias de los colonos “a veces despreciados y bastante olvidados”, apuntan, y conjugaron así el valor humano de las generaciones que llegaron desde otros lugares para habitar estos núcleos rurales, creados desde cero, y que terminaron haciendo suya la arquitectura, el arte y un nuevo modelo de vida en sociedad. Un modelo que hoy sigue presente, aunque en algunos casos, cada vez más, se encuentra amenazado por la enfermedad que acecha a los pueblos de España desde la mitad del siglo pasado: la despoblación. 

Una exposición que nos invita a conocer la colonización desde dentro

La muestra, expuesta en la sala de exposiciones de la DPH, está organizada en dos plantas. El recorrido relata el proceso de creación y desarrollo de algunos de estos pueblos de colonización, al tiempo que se complementa con las fotografías y entrevistas a colonos y especialistas, realizadas por Ana Amado y Andrés Patiño.

La exposición pretende ser una invitación al visitante para que se acerque a la vida de un pueblo de colonización y a sus habitantes, a través principalmente de dibujos, planos y documentos descubiertos en archivos históricos como los del Banco de España o el Ministerio de Agricultura. También la fotografía juega un papel importante, ya que se exponen instantáneas de obras hidráulicas, arquitectura y urbanismo, arte, domesticidad y memoria, o texturas materiales y territoriales. 

Uno de los principales valores de la exposición son las maquetas de los pueblos, la colección de aperos de trabajo empleadas en diferentes partes de España y específicas de cada labor: labranza, siembra, apicultura, oficios, etcétera. También las obras de arte que salpicaban las calles, los edificios públicos, pero, sobre todo, las iglesias tan características de la arquitectura de colonización, encabezada en Aragón por José Borobio, pero cuyo artífice mayor fue José Luis Fernández del Amo, quien no solo diseñó, sino que también impulso el arte haciendo de mecenas de artistas y arquitectos.

La última parte de la exposición está dedicada a los colonos y colonas que siguen habitando estos pueblos, a personas mayores, pero también a otras de mediana edad o jóvenes que han decidido hacer de estos pueblos su hogar a futuro. 

Colonización, una fórmula que dio vida a la tierra y tierra a las familias

Entre los años 1939 y 1971, el Instituto Nacional de Colonización, organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, construyó cerca de trescientos pueblos en diferentes puntos de la geografía española entre las décadas de los años 40, 50, 60 y la primera mitad de los 70. Una treintena de aquellos pueblos se levantaron de la nada en tierras aragonesas. 

El INC, tenía la misión de ampliar la superficie de terreno cultivable, creando regadíos en zonas amplias y hasta el momento sin uso con el fin de aumentar la producción agrícola y fijar población rural, en un intento por frenar el éxodo a las ciudades y paliar los estragos que la guerra Civil había tenido en la población española. 

El agua fue el motor de toda la operación. El gobierno de Francisco Franco proyectó llevar el regadío hasta aquellos nuevos pueblos de colonización. Para ello se desencadenó una serie de obras hidráulicas de gran envergadura, con pantanos, canales y redes de acequias que siguen en funcionamiento a día de hoy. En esta parte en concreto, el equipo del Instituto Nacional de Colonización se basó en los estudios previos y en los proyectos iniciados en la etapa republicana, especialmente los relativos a obras hidráulicas o a la concepción de las cuencas hidrográficas como unidades de gestión.

Se produjo entonces un movimiento migratorio sin precedentes en España. Familias venidas de pueblos anegados por la construcción de pantanos, o de otras zonas de España en busca de un futuro mejor, poblaron los 300 pueblos en distintas fases. Por norma a cada familia que entraba en colonización se les facilitaba un lote (unas diez hectáreas de tierra), una vivienda (de una o dos plantas), un buey y una vaca, y algún apero. Posesiones que deberían pagar al Instituto Nacional de Colonización: las tierras durante 20 años y la casa durante 40. En algunos puntos de España las familias eran seleccionadas en base a los siguientes criterios: que fueran familias tradicionales, con hijos y de buena reputación. 

Pueblos de construcción sostenible

La escasez económica de la época en la que se inicia la construcción de estos pueblos hace que sus arquitectos sean creativos, pero sobre todo eficientes. Por ello se emplearon criterios de construcción sostenibles, en los que se empleaban los materiales propios de cada una de las zonas, predominando la piedra y la mampostería de piedra local. En Aragón, los pueblos guardan algunas diferencias respecto a las construcciones de Extremadura o Andalucía. Esta singularidad se encuentra, por ejemplo, en el aparejo de ladrillo visto empleado en la construcción de la torre de algunas iglesias. 

Los pueblos contaban con una zona central en la que se ubicaban la iglesia, la casa de cultura, el edificio administrativo y el consultorio médico. En otra zona del pueblo se construían las escuelas, una para los chicos y otra para las chicas, y las casas de los maestros, y en las afueras, el cementerio. Aunque la planta de los pueblos va cambiando con los años; unas son más innovadoras y otras más tradicionales, se intentó que todos los pueblos tuvieran una plaza central, con una fuente y en ocasiones porches, desde la que nacían el resto de calles, con casa de doble planta en las esquinas y ordenadas en retícula.  

Se instauró el módulo carro, un sistema de medición del tiempo de traslado desde la casa hasta el lote, para que ningún colono tardase más de una hora en llegar hasta ellas. Después la medida se cambiaría por el módulo tractor. Las tierras de labor estaban alrededor del pueblo, y para su acceso se dejaron caminos de tierra que algunos transitaban en bicicleta y después en moto. Especialmente los guardas de las aguas, responsables de llevar el control de los riegos de todos los colonos. 

Una visita que nos hace pensar

Quienes han podido visitar la exposición, en su mayoría colonos o descendientes de segunda o tercera generación, coinciden en que es “un orgullo” que se de a conocer la historia de estos pueblos que han sido o siguen siendo su hogar. Algunos recuerdan con lástima, los duro que fue “abandonar casi por la fuerza” sus pueblos natales, debido a la construcción de las infraestructuras para poner en marcha el sistema de regadío. Otros subrayan la valentía de los primeros pobladores “personas que venían con una mano delante y otra detrás” con la esperanza de poder tener una oportunidad en unos años, sobre todo en las décadas de los 40 y 50, en los que la pobreza en España alcanzó niveles “extremos”. 

Diferentes folclores, santos y vírgenes, tradiciones, guisos, costumbres y hasta dialectos, se juntaron en los pueblos de colonización, creando un rosario de nuevas tradiciones. Familias jóvenes, con hijos pequeños que se ayudaban entre ellos a criarlos porque la mayoría carecían de “parientes cerca” y los vecinos se convirtieron en “una nueva familia”. La exposición muestra el vínculo que se creó en los pueblos de colonización, a través de los vídeos en los que mayores y jóvenes hablan de su vida, de sus recuerdos y de su futuro en ellos. 

Para fomentar la divulgación de la historia que hay detrás de los pueblos de colonización en Aragón, y especialmente del impacto que tuvieron en la provincia de Huesca, lugar que ahora acoge la exposición, la DPH ha programado actividades con centros escolares, además de un programa didáctico gratuito adaptado a las necesidades de los diferentes públicos. Hay visitas para público con necesidades especiales, visitas guiadas para grupos organizados y visitas guiadas para público individual, sin reserva de cita previa, los días 16 de junio, y 14 y 21 de julio, todas a las 12.30 horas.