A Casimiro Malo Satué lo fue a buscar la Guardia Civil a casa cuando languidecía el verano de 1938 y el país llevaba dos años en llamas por la guerra. Era labrador, tenía 41 años y sus delitos fueron la “rebelión militar” y ser miembro del Comité Republicano de Alcalá del Obispo. Tras dos meses en la cárcel de Huesca, un consejo de guerra le sentenció a muerte. Le fusilaron junto a la tapia del cementerio de la carretera de Zaragoza el 25 de noviembre de 1938. Dejó tres huérfanos. Fue su primera muerte. Su nieto, Alberto Malo, quiere evitar la segunda y busca sus restos para darles “un entierro digno” en el pueblo y junto a la que fue su esposa. Por ahora, sin éxito.
Parecía muy cerca de encontrarlo después de que el 15 de julio comenzasen los trabajos de exhumación en el espacio donde se cree que arrojaron a Casimiro sus verdugos. Cuadro 1, sepultura 83. Pero el pasado sábado 22, tras cavar una fosa de unos dos metros de profundidad y superar todos los obstáculos burocráticos, Casimiro no estaba allí. “Esto podía ocurrir”, reconoce Alberto Malo. Se trataba de la primera exhumación relacionada con la Guerra Civil que, a petición de los familiares, se llevaba a cabo en la capital oscense y suponía el culmen de meses de labor previa de investigación y documentación.
El trabajo de campo se inició junto a familiares de Casimiro Malo, personal del Ayuntamiento de Huesca y voluntarios del Círculo Republicano “Manolín Abad”, que se turnaron en las tareas a las órdenes del arqueólogo jefe, Antonio Alagón, y con paladas de solidaridad, cigarrillos compartidos y rostros en los que se conjugaban la gravedad del momento y el lugar con las sonrisas optimistas. Como cabía esperar, a un metro y medio de profundidad aparecieron los restos de otra persona anónima enterrada en la década de los 70. Así, se necesitaba un permiso del Consistorio para trasladarlos a un osario. Un metro más abajo debería haber aparecido Casimiro. Las labores se retomaron una semana después hasta que fue una evidencia que allí ya no quedaba nada.
Podrían haberle trasladado a otra fosa
Alagón entiende que “es el interior de un cementerio que ha sido muy utilizado y podrían haberse producido invasiones de otras fosas o tumbas. Hubo además un expolio de fosas comunes para rellenar los bajos del gran mausoleo del Valle de los Caídos. La certeza absoluta no existía”. Otra teoría apunta a que décadas atrás, cuando todavía no existían las pruebas de ADN, se produjeron exhumaciones no documentadas. Familiares en busca de sus allegados podrían haberse hecho al mismo tiempo con los restos de otras personas para darles sepultura sin importar que allí hubiese huesos de dos, tres o incluso más ejecutados de la Guerra Civil.
El nieto de Casimiro está arropado por el Círculo Republicano “Manolín Abad” de Huesca, que ha asumido como propia la tarea de dignificar a los 548 republicanos, 535 hombres y 13 mujeres, asesinados en Huesca entre 1936 y 1945. Detallar el papel de la capital del Alto Aragón en la Guerra Civil necesita muy pocas líneas en cualquier manual. El bando sublevado no sufrió demasiado para conservar la ciudad. No fue ni Teruel, ni Guadalajara ni Brunete. Ni siquiera Belchite. George Orwell participó en el sitio republicano a la Huesca fascista, como relata en Homenaje a Cataluña. Así que la historia se escribió a partir de las facturas cobradas por el bando vencedor.
Toño Moliner, responsable de exhumaciones del Círculo, explica que los trabajos previos incluyeron “la recopilación de datos de estos ciudadanos y el levantamiento de un memorial en el Parque Mártires de la Libertad en el que se nombra a todos ellos. Es un tributo a las familias que sufrieron la represión franquista”. Con la información obtenida se editó el libro Nunca hemos oído pedir perdón, ya agotado, que incluye notas biográficas de las personas asesinadas y además su posición en los cementerios municipal y de Las Mártires.
“El hijo del rojillo”
Casimiro Malo formó parte de una saca de presos junto a otros agricultores de Alcalá del Obispo. “Mi padre tiene 80 años”, recuerda Alberto, “y tres meses cuando se llevaron a Casimiro. Siempre le llenaba de tristeza que le preguntasen por él y recordarle el tema era provocar que terminase llorando. Plantearle la posibilidad de poder encontrar sus huesos y darle una sepultura digna, un sitio donde su hijo pueda llevarle unas flores y recordarle, ha levantado en casa un ánimo excepcional”.
Su familia fue “despreciada por el lado nacional que quedaba en el pueblo. Incluso recuerdo oír a mi padre decir que en el colegio hasta el maestro le llamaba ‘el hijo del rojillo’. En la familia siempre se ha intentado hablar un poquito bajo, de paso, por cierto temor, por no querer remover la historia y por miedo”. Nadie se da por vencido, y tanto los familiares como el Círculo Republicano seguirán pendientes de nuevos indicios, testimonios y documentos que ayuden a esclarecer el paradero de Casimiro.
El coste de estos trabajos de exhumación ha sido de 7.040 euros. El Círculo ha cubierto el 68 % gracias a una subvención otorgada por la Diputación Provincial de Huesca, pero para el resto de gastos se solicitó otra al Ayuntamiento y a la Comarca de La Hoya de Huesca que no llegaron, así que deberán hacerse cargo de esos más de 2.000 euros entre los familiares de Casimiro, el propio Círculo y aquellos que lo deseen en el número de cuenta de Ibercaja ES56 2087 2067 0603 3065 3663, con el concepto “Exhumación”.