El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia se ha asentado en el calendario, pero casi siempre vinculado sólo a algunas ramas de esa ciencia. Por primera vez, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza ha organizado un acto esta semana con el objetivo de animar a las niñas a ser científicas de humanidades. María José Estarán (Zaragoza, 1984), Premio Aragón Investiga Joven y vocal de la junta directiva de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas, es una de las organizadoras.
¿Las científicas de humanidades os sentís las más olvidadas entre las olvidadas?
En realidad, nos sentimos olvidados tanto las científicas como los científicos de humanidades. En concreto, en este día que se conmemora la presencia de la mujer y la niña en la ciencia, las científicas de humanidades sí que nos sentimos muy marginadas y muy olvidadas porque, por ejemplo, no aparecemos en los escaparates en homenaje a las mujeres científicas ni en las campañas de las marquesinas. En las marquesinas de Zaragoza, este año no hay ni una científica de humanidades y el año pasado sólo hubo una. Sentimos que nos dejan de lado. Por eso, este año hemos organizado por primera vez en la Facultad de Filosofía y Letras un acto específico sobre ciencias sociales y humanidades.
¿Por qué cree que pasa esto, que se reivindica sólo a las científicas de áreas tecnológicas o sanitarias?
Hay datos y estudios avalados por el gobierno y por otras muchas entidades que afirman que en las carreras de ciencias puras las mujeres somos muy minoritarias, con lo que se marca el objetivo de potenciar la igualdad en presencia de mujeres en esas carreras. Lo que pasa es que esto es una verdad a medias porque en ciencias de la salud las mujeres son mayoría y, aun así, estas carreras están dentro de esas ramas llamadas STEM, en las que se intenta potenciar la igualdad. En humanidades también tenemos desigualdades muy marcadas en según qué ramas.
¿Cuáles serían esas desigualdades dentro de las humanidades?
Es muy llamativo, por ejemplo, en Geografía, también en Historia... En las dos hay muchos más chicos que chicas. Además, el porcentaje se hace mucho más desigual conforme van avanzando los estudios: hay más desigualdad en los másteres y todavía más en los doctorados.
¿También falta de paridad entre el profesorado o los investigadores de estas facultades de ciencias sociales?
Sí, así es. Si se consultan los datos del Instituto de Patrimonio y Humanidades de la Universidad de Zaragoza en clave de género, se puede ver que, conforme se va a ascendiendo en la escala académica, los hombres son mayoría.
¿Cree que ocurre por los mismos motivos por los que hay menos mujeres que hombres en el liderazgo de las investigaciones de ciencias puras?
En este caso, resulta que somos herederos y herederas de la tradición de hace 30 años, en la que los hombres llegaban con mucha más facilidad a los puestos de gestión, de mando y de responsabilidad en investigación y docencia universitaria. Algunas de esas personas todavía siguen ahí. Supongo que cuando se renueve esa generación quizá alcanzamos una mayor igualdad.
¿Hay también estereotipos de género que llevan a pensar en hombres cuando hablamos de geólogos o arqueólogos?
Creo que ni siquiera hay estereotipos; ese es el problema: que las humanidades y las ciencias sociales no estamos presentes en la sociedad. Tanto es así que se olvidan de nosotros cuando se habla de ciencia y de conocimiento. Creo que ocurre por falta de referentes en general, tanto masculinos como femeninos.
Usted fue galardonada el año pasado con el Premio Aragón Investiga Joven. ¿En qué se centran sus investigaciones?
En el estudio de las sociedades que existían con anterioridad a la conquista romana, lo que llamamos sociedades y culturas paleo europeas. Las mejores fuentes que tenemos para estudiarlas son las inscripciones, la epigrafía. Entonces, me dedico a estudiar estas inscripciones y a conocer más estas sociedades a través de esas inscripciones y, sobre todo, su hábito de escribir. En este momento, por ejemplo, estoy estudiando el nacimiento de la cultura epigráfica en el sur de Italia, que es un laboratorio en el que había una mezcla de griegos, fenicios, pueblos indígenas... Es muy interesante.
¿Animaría a las niñas a ser científicas también en ciencias sociales?
Yo animo a las niñas a que sean lo que ellas quieran, incluidas científicas, incluidas científicas de humanidades. Tengo la experiencia de que yo soy muy vocacional -desde pequeña quería ser investigadora e historiadora- y en el colegio, me instaban a que no lo fuera porque decían que no tenían salidas. Esto es algo que no quiero que le pase a nadie más.
Entonces, ¿las niñas que quieren ser científicas de humanidades también se encuentran barreras?
Sí, tenemos esa barrera social de que nuestra disciplina no sirve para nada, cuando ocurre justo lo contrario: sirven para absolutamente todo, porque las ciencias sociales y las humanidades trabajamos con seres humanos y con sociedades. Sirve para conocer y comprender la sociedad en que vivimos, te dediques a la rama que te dediques.
¿Cree que, en general, las mujeres científicas siguen apareciendo en los medios casi siempre por el hecho de ser mujeres o por efemérides como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia?
Es posible, pero lo que interesaría realmente es que no se hablara de ciencia en femenino, ni de fútbol femenino, sino de ciencia en general o de fútbol en general. También y que se tuviera mucho más presente la ciencia, el conocimiento y la generación de conocimiento en nuestra sociedad.