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“La manada' va a significar un antes y un después en la conciencia crítica con respecto a la violencia sexual

El Instituto Aragonés de la Mujer ha celebrado esta semana su XXV aniversario y ha impulsado la I Escuela de Pensamiento Feminista. Una de las ponentes fue la profesora de Sociología del Género en la Universidad de La Coruña Rosa Cobo (La Cavada, 1956). Su conferencia llevaba por título '¿Prácticas culturales o prácticas patriarcales? Respuestas desde el feminismo'.

¿Asumimos como culturales prácticas que son claramente patriarcales?

La cuestión clave es la discusión sobre las prácticas de las distintas comunidades culturales. Es decir, el debate es si las culturas son sagradas y si las prácticas culturales también. ¿Hasta qué punto son interpelables las prácticas culturales? ¿Hasta qué punto se pueden cuestionar las culturas? La respuesta sería que todas las culturas son respetables, pero no lo son todas las prácticas culturales. Aquellas prácticas culturales que no promueven la igualdad, que enfatizan y defienden la desigualdad, que no defienden los derechos humanos no son respetables, no son dignas de protección y se deben interpelar.

En la cultura occidental, ¿cuáles serían esas prácticas que deberíamos interpelar?

Todas aquellas que promueven la desigualdad de las mujeres deben ser puestas en cuestión. Hay prácticas que tienen que ver con la hipersexualización de las mujeres; tienen que ser necesariamente interpeladas porque esencializan a las mujeres, nos contemplan como si fuésemos meramente objetos, mercancías, cosas. Por ejemplo, todos aquellos valores relacionados con el canon de belleza. Todas aquellas prácticas que no nos fortalecen como individuos, como sujetos, deben ser cuestionadas.

¿Qué consecuencias tiene que estas prácticas sigan vigentes?

Que aquellas prácticas que, con el paso del tiempo, se hacen dominantes, hegemónicas, contribuyen a formar una imagen de lo que es la mujer. En esa imagen se miran nuestras chicas, nuestras adolescentes y se encuentran con que se está construyendo una identidad de lo femenino articulada en torno al atractivo sexual y físico. Ese espejo en el que se miran nuestras niñas y adolescentes las coloca en una posición de objetualización y de cosificación.

Hablamos mucho de auge del feminismo desde el pasado 8 de marzo, pero ¿cree que se están cuestionando esas prácticas realmente?

No se podría decir de una forma completamente homogénea. Hay sectores sociales que defienden esas prácticas dominantes, por ejemplo, esa imagen tradicional e hipersexualizada de lo que deben ser las mujeres. Después, hay otros sectores sociales que cuestionan esa imagen. ¿Quiénes? Pues yo creo que lo cuestionan, en primer lugar y fundamentalmente, el feminismo: el feminismo como marco teórico y conceptual, pero también como movimiento social. Los dos procesos que más atan a las mujeres son los que tienen que ver con su objetualización y con su mercantilización. Es decir, ese canon de belleza tan exagerado, al que ninguna mujer nos podemos casi ni acercar, que es prácticamente imposible. O todo lo que tiene que ver con la cirugía estética o con la imagen en la publicidad y la pornografía... Esa imagen, en primer lugar, nos objetualiza, nos convierte en cosas, en una imagen que erosiona nuestra subjetividad y nuestra individualidad. Pero, por otra parte, esa imagen y estos valores dominantes se utilizan como mercancías en el mercado capitalista neoliberal.

¿Se pueden aplicar medidas concretas contra estos dos procesos?

Se pueden hacer muchas cosas; otra cosa es que haya voluntad política y recursos para hacerlo. Lo primero que sería imprescindible es que en Primaria, Secundaria y en las Universidades, la igualdad entre niños y niñas, entre hombres y mujeres, forme parte del currículum. Eso es fundamental. El profesorado tiene que formarse para que los chicos y chicas reciban talleres sobre educación afectivo sexual y educación en igualdad. Introducir la igualdad dentro del currículum es fundamental para modificar esa identidad de lo femenino y de lo masculino, que están construidas jerárquicamente. La segunda cuestión que creo que es imprescindible es “meter mano” a la pornografía, que se comienza a ver a los once años y se ha convertido en la gran fórmula de educación sexual, sobre todo, para nuestros chicos; también para nuestras chicas, pero muchísimo menos. La pornografía, como una buenísima parte de la publicidad, ofrece imágenes hipersexualizadas de las mujeres y también la visión de que las mujeres, en realidad, obtienen gratificación y placer con un tipo de sexualidad en el que se ejerce violencia sobre ellas. No se puede dejar la pornografía en abierto. La publicidad también debe ser regulada de alguna forma. Además, no debería haber ninguna institución ni ningún espacio de poder que no sea paritario, porque cuando niños y niñas ven que sólo aparecen hombres en cualquier espacio valorado socialmente, parecerá que poder y masculino son sinónimos; esa idea se irá asentando en el imaginario de nuestros chicos y chicas. También es importantísimo, por ejemplo, que los chicos no se socialicen en la idea del ejercicio masculino de una sexualidad hegemónica que se traduce muchas veces en acoso o en violencia. En el último estudio importante que se ha hecho al respecto se explica cómo hay muchos chicos que no conceptualizan como violencia tener gestos de agresividad o de control hacia las chicas. Hay un campo enorme para hacer políticas públicas en las que se tienen que desactivar esas prácticas.

¿Está esperanzada con el nuevo gobierno de Pedro Sánchez?

Pues sí, la verdad es que sí que estoy esperanzada. No sé exactamente cuál va a ser el recorrido del nuevo gobierno, tampoco si va a tener mucho o poco margen de maniobra, pero la primera esperanza tiene que ver con que no debe ocupar el gobierno un partido en el que no sólo varios de sus miembros han sido acusados de corrupción, sino también la propia financiación del partido. También me alegra muchísimo que haya un gobierno que tiene un compromiso explícito con la igualdad, que tiene una posición crítica hacia la prostitución, la pornografía y los vientres de alquiler.

En Aragón, el Instituto Aragonés de la Mujer se ha decidido a organizar una I Escuela de Pensamiento Feminista, en la que usted ha participado esta semana. ¿Le parecen buena idea las iniciativas para difundir el pensamiento feminista?

A mí me parece que es imprescindible, fundamental, indispensable. El feminismo en una tradición intelectual y un movimiento social con tres siglos de historia que lo único que ha hecho es proporcionar calidad democrática, ensanchar la democracia de las sociedades en las que se desarrolla. Pese a eso, el feminismo, tanto en la tradición intelectual, en el movimiento social, como en las políticas públicas dentro del poder político, muchas veces es fuertemente cuestionado. Entonces, que haya espacios de formación en los que se trate de explicar que el feminismo ha civilizado las sociedades en las que se desarrolla, ha ensanchado la democracia y proporciona contenido a la ciudadanía, a mí me parece una tarea indispensable. Y creo que todas las instituciones democráticas tienen que ponerse al servicio de cuáles son los objetivos del feminismo. Y los objetivos son que la igualdad se convierta en una realidad para niños, niñas, hombres y mujeres.

¿Qué debates del feminismo actual le parecen más interesantes?

A mí particularmente el debate que más me interesa es el debate en torno a la pornografía, la prostitución y los vientres de alquiler. Por una razón: porque se inscribe en un debate más amplio, que es la violencia sexual, que es quizá la preocupación fundamental de las chicas y de las mujeres, no sólo en el territorio español. Están apareciendo como un problema real las diversas formas de violencia sexual contra las mujeres en Chile, Argentina, Irán, en muchísimos sitios... Hacer políticas para poder neutralizar, desactivar, la violencia sexual me parece fundamental. Para acabar con la violencia contra las mujeres, es necesario acabar con la prostitución, con la pornografía y no dejar que crezca el mercado de los vientres de alquiler. Cuatro hombres de cada diez en España acuden a la prostitución. ¿Puede conseguirse una sociedad igualitaria en la que existen realidades sociales como la prostitución, en la que los varones pueden desarrollar hasta extremos inimaginables la masculinidad hegemónica, la hiper masculinidad? Pensamos que no, que no es posible que desaparezca la violencia si ese 40% de la población masculina española no deja de ver como normal que los hombres puedan acceder sexualmente al cuerpo de las mujeres por dinero. Tampoco es posible alcanzar la igualdad ni que desaparezca la violencia sexual si la pornografía se convierte en la gran instancia de educación sexual de nuestros chicos y chicas, donde la violencia contra las mujeres es, en realidad, el centro del relato pornográfico.

¿Cree que el caso de “la manada” está consiguiendo despertar conciencia feminista?

El caso de 'la manada' ha sido muy doloroso, muy amargo y muy desdichado. Hubiese sido infinitamente mejor que no hubiese ocurrido. Pero, ciertamente, ha sucedido en medio de esta cuarta ola feminista que estamos viviendo, en medio de toda esta ola de aumento de la conciencia crítica feminista y de aumento de las movilizaciones sociales. Desde esta perspectiva sí tengo la impresión de que lo que ha sucedido con 'la manada' va a significar un antes y un después en la conciencia crítica con respecto a la violencia sexual. El de 'la manada' ha sido un caso fundamental, pero ha habido otros con quizá menos cobertura mediática, como la violencia sexual contra las temporeras de la fresa en Huelva. Ambos son paradigmáticos de lo que no debe ocurrir: que a mayor vulnerabilidad, siempre haya más violencia sexual. En 'la manada', una chica sola, a las tantas de la mañana, que había bebido: eso es vulnerabilidad. En las temporeras de la fresa, son mujeres que vienen a trabajar doce horas diarias, que se les paga poco, que están desarraigadas, que están a merced del capataz…. Tenemos que darle visibilidad para obligar a que esos que yo llamo 'bárbaros del patriarcado' detengan esa violencia contra algunas de estas mujeres. Y ambos casos son paradigmáticos también de cómo se está articulando una nueva conciencia crítica contra la violencia sexual.