Objetivo: diseñar respuestas para prevenir los feminicidios. Fem United es un proyecto financiado por la Comisión Europea en el que participan la Universidad de Zaragoza, junto a la Universidad de Malta, la Universidad Tecnológica de Chipre, el Instituto de Investigación Sociológica Empírica de la Universidad de Erlangen-Nuremberg y la Universidad de Oporto. Una de las investigadoras que participa en este proyecto desde la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo de la Universidad de Zaragoza es la doctora en Sociología Paz Olaciregui (Buenos Aires, 1985) .
¿Qué es Fem United?
Es un proyecto que nace en noviembre de 2020, financiado por la Comisión Europea, en el que colaboran varias instituciones de cinco países. Chipre, Malta, Alemania, Portugal y España presentamos un proyecto a varias de las convocatorias de la Comisión Europea. Todos los participantes formamos parte de instituciones de investigación -por ejemplo, el Instituto de Sociología de Alemania o de Universidades-, pero nos dimos cuenta de que necesitábamos pasar a la acción. El proyecto se caracteriza precisamente por trascender la fase de investigación y por estar vinculado directamente con la acción. Nace, además, de una necesidad que las redes de trabajo vinculadas con los estudios de género, sobre todo, con la violencia habíamos detectado, enraizada con la idea de empezar a hablar del feminicidio, del asesinato de las mujeres, como algo específico. En Latinoamérica ocurre desde hace muchísimos años, pero en Europa no ha calado.
¿A qué se refiere exactamente cuando habla de “pasar a la acción”?
Hemos configurado el proyecto en cinco paquetes de trabajo. El primero sería un puente entre todos los trabajos previos que hicimos de investigación y la acción: lo configuramos en un reporte de país, en el que cada país recogió datos en términos cuantitativos y cualitativos. En España, esto puede parecer una obviedad; pero, en realidad, somos el único país de la Unión Europea con una recogida de datos tan sistemática y fiable. Todavía hay muchos países, como Malta o Chipre, que contabilizan los asesinatos machistas a través, simplemente, de los medios de comunicación. En ese reporte, planteamos un marco general: cómo estamos en términos legislativos, de políticas públicas, de presupuestos, cuáles son los datos que tenemos... También hablamos de datos cualitativos: quiénes eran esas mujeres asesinadas, quiénes esos hombres, quiénes sus hijos, dónde vivían... El segundo paquete de trabajo es un informe comparado de todos los países, con la idea de poder difundirlo en todos los canales posibles. Los otros dos paquetes todavía están más vinculados a la acción.
¿En qué consisten esos otros tres paquetes?
En uno de ellos, ya tuvimos tres reuniones con expertos, con personas clave en los países. Nos encontrábamos cada tres meses quince o veinte personas que trabajan en distintos ámbitos: desde el Consejo de Estado hasta abogadas de oficio, pasando por activistas, personas de los medios de comunicación... Era el grupo en el que corroborábamos que lo que estábamos haciendo estaba bien. Otro de los paquetes son cuatro workshops. Uno de ellos está destinado al ámbito policial; era esta semana en la Universidad de Deusto, también con la idea de diversificar la geografía, de no estar siempre trabajando en los mismos sitios. Otro workshop lo haremos en el ámbito social -que será en Aragón- y el tercero, el del ámbito sanitario, lo haremos probablemente en Andalucía. Son workshops de cinco horas en los que todo está consensuado con el resto de las socias. Lo que es una evidencia es que, tanto en el ámbito social, como en el policial y el sanitario, la cuestión de la prevención y la valoración del riesgo es una de las tareas pendientes. Insisto, en España, se ha desarrollado mucho en el ámbito policial, pero hay otros ámbitos en los que todavía no se han desarrollado herramientas en este sentido; los workshops van a estar muy destinados a eso. En el último, coincidirán cinco personas de cada uno de los ámbitos anteriores: otro de los grandes aprendizajes es que es necesario y urgente empezar a trabajar interinstitucionalmente, con diferentes puntos de vista y con acciones muy concretas. También tenemos un workshop preparado para periodistas. Tenemos datos del Consejo General del Poder Judicial en los que comprobamos que, a pesar de lo muchísimo que hemos avanzado en términos de información, con muchos medios en España que ya tienen decálogos sobre cómo hay que informar; desde que se produce el asesinato, conforme va pasando el tiempo, se va perdiendo ese cuidado. Y cuanto más pequeños son los pueblos, peor es el tratamiento en los medios. No queremos herir sensibilidades, pero es lo que señalan los datos. La cuestión es que en términos generales hemos avanzado mucho: ya no se dice nada de “crímenes pasionales”, “la mató por amor”... pero necesitamos afinar un poco más, sobre todo cuando llevamos un tiempo contando la misma noticia y en los ámbitos más locales. El último paquete de trabajo es una campaña de sensibilización, que se llama “Conecta los puntos”. Hemos elaborado cinco vídeos en seis idiomas para ir presentándolos cada quince días. En estos vídeos, tratamos de abordar la prevención en todos sus ámbitos: desde el círculo más cercano, pasando por los profesionales hasta los medios de comunicación.
¿Cómo deberían ser las herramientas de prevención en el ámbito social y sanitario, los ámbitos en los que no se han desarrollado en España?
En primer lugar, lo importante es ver qué puede aportar cada ámbito. Sabemos que cada ámbito contempla conceptos básicos como el riesgo, la vulnerabilidad o la protección desde lugares distintos. La policía entiende la gestión del riesgo desde el punto de vista de la seguridad física. Esto ha ido evolucionando muchísimo en las cinco versiones que tiene VioGén, pero el ámbito social tiene muchísimo que decir, tiene la posibilidad de estar en contacto con las mujeres durante más tiempo que ese momento concreto de la denuncia. Por tanto, puede aportar información. A partir de eso y de lo que puede aportar también el ámbito sanitario en el mismo sanitario, con esa información podemos volver a pensar en los factores de riesgo y en los de protección. Es pensar en qué puede observar el sistema social en términos de riesgo. ¿Qué es arriesgado? ¿Es arriesgado que la mujer no tenga independencia económica? ¿Es arriesgado que la mujer tenga hijos? Se trata de ir ponderando esas características que nos puede aportar un servicio social implicado y especializado, como pasa en España. Por ejemplo, el sistema sanitario tiene información sobre las visitas que hacen las mujeres al médico. Si el sistema sanitario puede poner el foco en esas cuestiones y aportar una serie de factores que den pistas sobre el riesgo y se suman con los factores de riesgo que se observan desde el sistema social; se podrían elaborar herramientas mucho más ricas. Y si no llegásemos a herramientas distintas, sí podríamos cooperar en alimentar la base de datos de VioGén con más información. Pero, claro, VioGén tiene el hándicap de que sólo se puede aplicar una vez que la mujer interpone una denuncia. Si vamos a los datos vinculados con el feminicidio, vemos que muchas de las mujeres que son asesinadas no llegan a interponer esa denuncia; de hecho, la mayoría. Por eso, tenemos que buscar mecanismos para protegerlas que no sólo valoren su riesgo cuando han presentado denuncia. Tenemos que asumir que, en la mayoría de los casos de las mujeres asesinadas, no pasaron nunca por la policía. Quizás la predicción del riesgo la tiene que hacer otro operador que tenga contacto con esas mujeres.
¿Por qué conforme avanza el tiempo las informaciones periodísticas pierden calidad? ¿En qué se falla?
Fundamentalmente, estamos hablando de medios de comunicación audiovisual, de la televisión, donde se hace un tratamiento excesivo, morboso de los casos. Todavía se nos siguen escapando algunos estereotipos vinculados al género, pero, sobre todo, el problema es el tratamiento morboso: las consultas, la reconstrucción de los hechos en una tertulia... Lo vimos, por ejemplo, con el caso de Diana Quer. Fue terrible, durante meses y meses, con personas que ni siquiera son expertas participando en tertulias. Además, cuando sucede en la televisión tiene otro tipo de impacto; no es lo mismo que un concepto o una palabra mal utilizada en un periódico local. El impacto de la televisión es fuerte, masivo y muy peligroso.
¿Qué podría copiar España de otros países?
No quiero pecar de soberbia, pero la verdad es que lo que está haciendo España... En muchos de los coloquios a los que nos invitan, nos invitan precisamente para replicar algunas de las políticas, estrategias y trabajos que se están haciendo aquí. Me costaría bastante destacar algo que se esté haciendo mejor que aquí en los países con los que estamos trabajando. Es terrible. Chipre y Malta acaban de aprobar todavía ahora una ley de violencia de género. En Portugal siguen hablando de violencia doméstica. En Alemania siguen contabilizando los casos a través de los medios de comunicación. No nos creían cuando les contábamos que aquí tenemos datos oficiales y transparentes, que la base de datos del Ministerio y del Consejo General del Poder Judicial se actualiza constantemente. Les costó muchísimo entender que no podían fiarse sólo de un periódico. Parte del esfuerzo que hacemos al trabajar con otros países también es homogeneizar desde el punto de vista del lenguaje, de lo teórico, de lo conceptual y también de la práctica. Por decir algo positivo, destacaría su compromiso: esa idea de querer seguir trabajando con las asociaciones, los movimientos sociales, las asociaciones de mujeres, desde las universidades... Eso es algo que no necesariamente tenemos que copiar porque aquí estamos trabajando mucho también, pero sí lo destacaría.
¿Cree que el aumento de violencia sexual del que se está alertando en las últimas semanas puede incidir también en un aumento de los casos de violencia machista que acaban en feminicidios?
Creo que sí, que todas las violencias están vinculadas. De hecho, parte de la conceptualización en el proyecto tiene que ver con dejar de entender la violencia sólo en el ámbito de la pareja y la expareja. Ya lo ratificamos en el convenio de Estambul; hablamos de las violencias y están interconectadas. Hay feminicidios familiares. Hay muchos hijos, más de veinte al año, que asesinan a sus madres; ahí hay un claro componente de género y es algo que no estamos contabilizando ni observando y sobre lo que no estamos hablando. Entonces, la idea de pensar en el feminicidio como el asesinato de las mujeres por el hecho de ser mujeres contempla que esa violencia venga de cualquier parte. Entonces, no puedo hacer una relación causal y decir que es una ecuación directa, porque influyen muchos factores; pero, desde luego, las violencias no se pueden dividir en compartimentos estancos. La violencia contra las mujeres es heterogénea, se observa desde múltiples formas. Pero, evidentemente, cuanto una aumenta, tiene un impacto sobre el resto. Lo veremos con datos, seguramente, más adelante. Y cuando hacemos los análisis cualitativos, observamos muchas otras violencias que se habían ido cruzando en las vidas de las mujeres que han acabado siendo asesinadas.