Opinión y blogs

Sobre este blog

El cambio climático se convierte en crisis climática

Arsenio Escolar

27 de abril de 2023 21:44 h

0

“¡Viejos olivos sedientos / bajo el claro sol del día, / olivares polvorientos / del campo de Andalucía!”, decía Antonio Machado en un poema, Los olivos, de hace ya bastante más de un siglo. “Olivares, Dios os dé / los eneros / de aguaceros, / los agostos de agua al pie”, añadía después en el mismo texto. Pues no. Ya ni Dios ni los meteoros dan aguaceros frecuentes en enero ni suficientes aguas al pie en agosto. Ni en Andalucía ni en muchos otros puntos. Ni para los olivos, ni para las cebadas de las dos mesetas, ni para las fresas de Huelva... 

Vamos de crisis en crisis, de la financiera a la pandémica, y ahora llega la climática. Hemos entrado en la era de la postnormalidad, palabra que aprendí la semana pasada, junto a desaprender. La normalidad de lluvias y temperaturas moderadas en abril ha dado paso a la postnormalidad de un abril, el actual, durante el que no ha caído una gota de agua en 21 de las 50 provincias españolas; un abril con los termómetros acercándose a los 30 grados en la meseta norte y a los 40 en el sur, para asombro y estupefacción de todos, incluidos los hombres del tiempo. 

“Parece julio” es frase que todos hemos oído y escuchado mucho estos días. Tanto parece julio, que se diría que nos hemos saltado la primavera. En tiempos de Cervantes, sostiene y argumenta Josep Pla con un texto del Quijote en su maravilloso Las horas (1953), el libro que más he releído y regalado en toda mi vida, había cinco estaciones: “la primavera, el verano, el estío, el otoño y el invierno”. ¿Nos quedaremos en breve en tres estaciones: invierno, verano y otoño? ¿En dos: invierno y verano, o verano y veroño (otro palabro reciente)? 

Mal momento meteorológico y climático ha escogido Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de Andalucía, para impulsar normas jurídicas que aspiran a la taumaturgia, a hacer brotar el agua por ley. Un divino 'hágase la luz', y la luz se hace; pero en agua y en postnormalidad. 

La polémica iniciativa del Gobierno y del Parlamento andaluces me recuerda aquella tarde remota de las pertinaces sequías del franquismo en que los mozos de Olmedillo de Roa (Burgos) fueron a la casa del cura, don Veri (apócope de Veridiano, nombre poco frecuente según el INE: 34 actualmente en toda España), a pedirle la imagen de la virgen de la Basardilla para sacarla de rogativa por los campos e implorar lluvias. Debía de ser mayo, a primera hora de la tarde, con el cereal sediento y mucho calor para esas alturas del año. Cuentan que don Veri salió desde la sombra de su fresco portal de la casa parroquial a la calorina del medio de la calle calcinada, escudriñó todos los puntos cardinales del cielo y les dijo a los mozos: “Si queréis la sacamos, pero de llover no está”.

He escudriñado en el sitio en línea de la Agencia Estatal de Meteorología, y no se esperan cambios notables en los próximos días en las zonas más golpeadas por la sequía. Dice la AEMET en el apartado 'Fenómenos significativos': “Temperaturas significativamente altas en el interior del tercio sur peninsular”. Andalucía supone buena parte del tercio sur peninsular. También en política la previsión es de temperaturas altas. El Gobierno y el PP siguen sacudiéndose duro con lo de Doñana y la ley andaluza. El partido de Moreno Bonilla y de Feijóo suelta incluso alguna patada al Gobierno y a Pedro Sánchez en culos de las instituciones europeas, y esto es también indudable indicio de postnormalidad. 

Aunque aún quedan negacionistas del cambio climático, todo indica que la expresión se nos está quedando pequeña, corta, raquítica. En los medios de comunicación está empezando a aparecer otra: 'crisis climática'. 'Cambio climático' está en el Diccionario de las academias, definido así. “1. m. cambio previsible en el clima terrestre provocado por la acción humana que da lugar al efecto invernadero y al calentamiento global”. Crisis, a secas, sin el añadido de 'climática', figura de este modo en el Diccionario: “Cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados”. El cambio climático parece profundo, ya parece a punto de transformarse en crisis. 

Como tal, 'crisis climática' no está en el Diccionario de las academias, pero nada me extrañaría que al final del año figure entre las nuevas expresiones admitidas, tal como apuntan las previsiones meteorológicas, informativas y políticas de estos días de primavera convertida en bochorno juliano o agosteño. ¿Y sanchismo? ¿Entrará en el Diccionario? Es altamente improbable. No entraron en su día ni felipismo, ni guerrismo, ni aznarismo... Pero en el léxico político, el sanchismo ya está desde hace meses e incluso años instalado, y ahora divulgado y promocionado por el PP. ¿Les dará a los de Feijóo algún retorno en votos su uso? Veremos.

“¡Viejos olivos sedientos / bajo el claro sol del día, / olivares polvorientos / del campo de Andalucía!”, decía Antonio Machado en un poema, Los olivos, de hace ya bastante más de un siglo. “Olivares, Dios os dé / los eneros / de aguaceros, / los agostos de agua al pie”, añadía después en el mismo texto. Pues no. Ya ni Dios ni los meteoros dan aguaceros frecuentes en enero ni suficientes aguas al pie en agosto. Ni en Andalucía ni en muchos otros puntos. Ni para los olivos, ni para las cebadas de las dos mesetas, ni para las fresas de Huelva... 

Vamos de crisis en crisis, de la financiera a la pandémica, y ahora llega la climática. Hemos entrado en la era de la postnormalidad, palabra que aprendí la semana pasada, junto a desaprender. La normalidad de lluvias y temperaturas moderadas en abril ha dado paso a la postnormalidad de un abril, el actual, durante el que no ha caído una gota de agua en 21 de las 50 provincias españolas; un abril con los termómetros acercándose a los 30 grados en la meseta norte y a los 40 en el sur, para asombro y estupefacción de todos, incluidos los hombres del tiempo.