Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
Cambios en Podemos, pero sin llegar a una refundación
Las navidades no le han ido nada bien a Podemos. Papá Noel echó a la formación morada un mal resultado en las elecciones autonómicas catalanas del 21 de diciembre pasado y los Reyes le han echado estos días unas encuestas también desalentadoras para unas hipotéticas elecciones generales. Pablo Iglesias, prácticamente en silencio en público desde el fiasco de Catalunya, barajaría una estrategia para intentar darle un nuevo impulso a su liderazgo y al futuro de la formación. ¿Entre otras cosas rebautizando a Podemos, dándole un nuevo nombre al proyecto, como se acaba de publicar? Él y todas la fuentes consultadas niegan de modo taxativo el cambio de nombre, pero admiten que habrá novedades de otro tipo.
Las cosas han ido siempre muy deprisa en Podemos, una formación que aún no ha cumplido cuatro años de vida, pues se fundó el 17 de enero de 2014. Tanto las cosas buenas como las malas, las del auge como las de la caída, se han sucedido siempre muy veloces.
La fase del auge fue fulgurante. Los promotores del partido, un grupo de profesores y politólogos vinculados en su mayoría a la Universidad Complutense, lanzaron con éxito el proyecto y la marca en muy poco tiempo. Lograron visibilizar ante la opinión pública muy rápidamente una nutrida nómina de causas sociales, de banderas, y a una larga lista de nuevos líderes políticos. Movilizaron y cargaron de ilusión colectiva a un amplio sector de la sociedad española que hasta entonces o no se había interesado por la política o se había retirado de ella desengañada con los partidos de izquierda clásicos. Trasformaron la indignación ciudadana callejera surgida en 2011 en las acampadas del 15M en movilización política eficaz, que además de protestar en la calle acudía a las urnas y se comprometía en la causa. Dispararon el interés público por su proyecto –y las audiencias de las cadenas de televisión que repararon en ellos– mucho más allá de lo previsible. Consiguieron también muy pronto resultados electorales exitosos y un gran número de cargos electos y de poder institucional en todos los niveles de la administración, entre ellos muchas alcaldías relevantes…
Pero también muy pronto le llegaron a Podemos las dificultades y las señales -pequeñas, medianas y grandes- de fisuras en el proyecto. Como estas: La retirada completa, temprana y voluntaria de uno de los cinco fundadores, Luis Alegre, decepcionado con el rumbo que tomaba Podemos. La retirada de la dirección orgánica interna de otro de ellos, Juan Carlos Monedero, entre polémicas fiscales por sus cobros como asesor de varios Gobiernos latinoamericanos de izquierda. Las purgas parciales y el destierro a segundos o terceros planos de visibilidad y de gestión de otros dos de los fundadores, Íñigo Errejón y Carolina Bescansa, tras la fractura interna y las luchas de poder. La baja nota que Iglesias cosechaba en la mayoría de las encuestas, e incluso el rechazo a su figura en parte del electorado de izquierdas. Las tensiones de la cúpula central con las de algunas de las confluencias de otros territorios, e incluso con las organizaciones periféricas internas propias. La desmovilización de buena parte de las bases, que han pasado en poco tiempo de participaciones altísimas en algunas de las consultas internas a –por ejemplo- solo el 16% del censo en la renovación de la dirección de Madrid, hace menos de un mes. El retroceso electoral tanto en la realidad de las urnas (en junio de 2016, coaligados con IU, un millón de votos menos que en diciembre de 2015 ambas formaciones por separado) como en la virtualidad de las encuestas.
Hechos concretos aparte, tres grandes asuntos políticos parecen los aceleradores del actual ciclo a la baja de Podemos: la gestión de los resultados de las elecciones del 20 de diciembre de 2015; la gestión y la digestión de los resultados internos de Vistalegre II, hace ahora un año; y el posicionamiento y el desempeño de la formación en el conflicto de Catalunya, especialmente en los últimos meses.
Tras el 20D, la escasa empatía entre Iglesias y Pedro Sánchez, la falta de habilidad y/o de voluntad de sus respectivas formaciones para llegar a acuerdos y hacerlos compatibles con los que los socialistas firmaban con Ciudadanos y el voto en contra de los diputados morados a la investidura del candidato socialista como presidente del Gobierno acabaron de la peor manera posible para la izquierda: con una nueva cita electoral, el 26 de junio de 2016, que ni supuso el sorpasso al PSOE por parte de Podemos, pese a ir entonces coaligada con IU, ni desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa. En el camino, una crisis interna del PSOE de la que al cabo del tiempo tampoco se ha beneficiado Podemos, al menos por ahora, y un nuevo mandato de cuatro años para Rajoy. Todos los cálculos erraron.
Vistalegre II, la segunda asamblea ciudadana de la formación, supuso el refrendo de Pablo Iglesias en el liderazgo, al imponerse con mucho margen a su rival y hasta entonces número dos Íñigo Errejón, pero también destapó una grave fractura interna, con sus descarnadas luchas por el poder aparejadas, y una visión muy distinta en las diferentes almas de Podemos sobre el papel que había de jugar el partido en la sociedad española. Aunque en la clausura de la asamblea las diferentes almas apelaron a la unidad, casi un año después parte de la fractura interna sigue viva y sangrando no solo entre algunos dirigentes sino incluso entre militantes y entre votantes.
En Catalunya, los intentos de Iglesias de jugar a la equidistancia y de hacer de árbitro entre dos mitades enfrentadas –la independentista y la constitucionalista- han dado un magro fruto. Las recientes elecciones autonómicas han sido doblemente dolorosas para Podemos. Por un lado, las listas de la formación morada han perdido más de 40.000 votos, 1,5 puntos porcentuales (del 8,94% al 7,45%) y tres escaños (de 11 a 8) respecto a las anteriores autonómicas. Por otro, han encumbrado a Ciudadanos –el que llamaban “partido del Ibex 35”, menospreciado hasta hace muy poco por muchos de los dirigentes de Podemos- no sólo como la formación más votada en Catalunya sino también para una parte de la opinión pública del conjunto de España como el verdadero partido del cambio, de la nueva política que acaba con el bipartidismo, papel que hasta muy poco parecía reservado en exclusiva a Podemos.
Una encuesta reciente ya sitúa a Ciudadanos a nivel nacional no solo dejando muy atrás a Podemos en la pugna particular de los nuevos partidos, sino incluso superando al PSOE en votos y empatando al PP. Al tiempo, a la formación morada la sitúa cuarta y descolgada de la lucha por la cabeza, y muchos puntos porcentuales por debajo del 20,66% del voto que logró con su confluencias en las generales de diciembre de 2015 o del 21,1% de las de junio de 2016 en coalición con IU.
Las cosas han ido tan deprisa en Podemos que hay quien se pregunta si no estaremos ante un 'partido cometa', que con la misma velocidad, vistosidad y fuerza con que surge por sorpresa e ilumina la oscuridad... se apaga poco después y apenas deja un rastro oscuro en la oscuridad que vuelve. Es improbable que así sea. Es más probable, según los consultados para esta crónica, que el partido morado experimente nuevas transformaciones para buscar una nueva fase de auge. Nuevos cambios, incluso algo parecido a “una refundación”, si bien Iglesias matiza el alcance: “Nada tan así...”.
¿Cambios cosméticos, cambios medios o cambios profundos? ¿Solo cambio de nombre o también de visión, de misión y de focos?
Lo del cambio de nombre lo descartan prácticamente todos los dirigentes y exdirigentes consultados, casi una decena.
-¿Y novedades de algún tipo para intentar tomar un nuevo impulso? -pregunto.
-Tendremos -responde una de las figuras más destacadas de la dirección.
-Estamos en ello –ratifica otra, no alineada con la anterior.
-Es posible. Tenemos CCE [Consejo Ciudadano Estatal] este sábado. Quizás allí –agrega una tercera.
-Inventamos o erramos. Como decía el poeta, no vivimos del pasado ni damos cuerda al recuerdo –contesta Juan Carlos Monedero- El PP va a vivir en su 30% y Ciudadanos quiere ser Macron y Le Pen al tiempo. El PSOE es una vieja estrella decadente y Podemos, como en las series, emocionó en el programa piloto, pero necesita que te enganches a la segunda temporada.
Las navidades no le han ido nada bien a Podemos. Papá Noel echó a la formación morada un mal resultado en las elecciones autonómicas catalanas del 21 de diciembre pasado y los Reyes le han echado estos días unas encuestas también desalentadoras para unas hipotéticas elecciones generales. Pablo Iglesias, prácticamente en silencio en público desde el fiasco de Catalunya, barajaría una estrategia para intentar darle un nuevo impulso a su liderazgo y al futuro de la formación. ¿Entre otras cosas rebautizando a Podemos, dándole un nuevo nombre al proyecto, como se acaba de publicar? Él y todas la fuentes consultadas niegan de modo taxativo el cambio de nombre, pero admiten que habrá novedades de otro tipo.
Las cosas han ido siempre muy deprisa en Podemos, una formación que aún no ha cumplido cuatro años de vida, pues se fundó el 17 de enero de 2014. Tanto las cosas buenas como las malas, las del auge como las de la caída, se han sucedido siempre muy veloces.