Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
El crudo invierno demográfico, nuestro gran problema estructural
En la política, como en muchos otros órdenes de la vida, hay veces en que atender lo urgente y coyuntural no deja tiempo para afrontar del modo debido lo importante y estructural. Vivimos en una sociedad y en unos tiempos en que estamos rodeados de problemas de los dos tipos, y todos ellos graves o muy graves. Entre los importantes, estructurales y muy graves, hay algunos que nos superan, que son de ámbito muy superior al nacional o estatal (por ejemplo, el del cambio climático, donde como acaba de verse en la Cumbre de Madrid si algunas potencias arrastran los pies el resto de jugadores se ve obligado a ese mismo ritmo lento de reacción, por más que quisiera ponerle otro), y hay uno que encadena silenciosamente una mala noticia tras otra sin que apenas genere debate y alarma públicos. Hablamos de la crisis demográfica, de nuestra gravísima crisis demográfica general.
Hace unos treinta años, Harri Holkeri, que era entonces primer ministro de Finlandia, se dirigió un día a sus compatriotas para contarles esto: “Me dicen los expertos que, al paso que vamos, en el año 3000 solo quedarán dos finlandeses. Si ambos son del mismo sexo, Finlandia estará en apuros”. Ni con sentido del humor ni sin él se han dirigido nuestros dirigentes políticos a los españoles para decirles que tenemos un gravísimo problema demográfico no ya para el año 3000 ni para dentro de una década, sino para ya mismo. Que ya estamos metidos de hoz y coz en él. Ha habido algunas menciones y propuestas para algunas de las lateralidades del problema (la España vaciada, las pensiones, etc.), pero ninguna de ningún dirigente -ni Gobierno ni oposición en sus primeros niveles- que comunique a la opinión pública el problema en su justa medida y advirtiendo de su crudeza.
Las últimas noticias, la mayoría de ellas con datos del Instituto Nacional de Estadística, son muy preocupantes y confirman que España se ha adentrado en un crudo invierno demográfico. Por ejemplo, estas:
- En los seis primeros meses de este año 2019, en España se registraron sólo 170.074 nacimientos, el dato más bajo de toda la serie histórica. Fueron menos de la mitad que en el pico más alto, en 1964, cuando los nacidos en el primer semestre del año fueron 349.272.
- En esos mismos seis primeros meses de 2019, fallecieron en España 215.478 personas, luego el crecimiento vegetativo de la población en ese plazo fue en realidad un decrecimiento de 45.404 personas.
- El saldo vegetativo fue negativo (menos nacimientos que defunciones) en todas las autonomías salvo en Comunidad de Madrid (positivo en 2.840 personas), Región de Murcia (+354), Baleares (+219), Melilla (+219) y Ceuta (+119).
- Llevamos cuatro años consecutivos, del 2015 al 2018, en los que las defunciones que se registran en España son superiores a los nacimientos. Y en el 2019, por lo que hemos visto en el primer semestre, continuará la tendencia y probablemente con mayor brecha que en años anteriores.
- La proyección estadística de defunciones en los próximos años en algunas provincias con una pirámide de población muy envejecida -especialmente las del cuadrante noroeste peninsular, las que van de Soria a A Coruña, pero también otras fuera de esas áreas como Teruel, Cuenca, Ciudad Real o Jaén- cortará el flujo de dinero de las pensiones a esas zonas de forma tan radical que desplomará el consumo y gripará su economía.
Nuestros desequilibrios demográficos, como se ve por este último epígrafe, son aún más graves en la España vaciada, esa parte de nuestro territorio (268.083 kilómetros cuadrados, el 53% del total) en el que sólo vive el 15,8% de la población y en las que dan tasas de densidad de población inferiores a algunas regiones de la Europa más septentrional, cercana al Ártico. De ahí que una parte de nuestra España despoblada, la que está en las estribaciones de la Cordillera Ibérica- se le llame ya la Laponia del sur.
¿Y hay algo que hacer ante al invierno demográfico que no sea resignarse? Para ganar población a largo plazo, cheques bebés, buen empleo para jóvenes, mejor acceso a la vivienda para las familias, medidas para conciliar la vida profesional y la personal, etcétera, etcétera. Pero para ganar población a corto y medio plazo solo hay una medida eficaz: recurrir a la inmigración. Organismos internacionales como el FMI y estatales como la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ya se lo han recomendado a España. Inmigración regulada, ordenada, planificada.
La tarea es otra de las urgentes y además estructurales para la legislatura que ahora comienza, si finalmente lo hace. Especialmente urgente e importante dado que hay que explicarle antes a una parte de la sociedad y a algunos partidos políticos (por ejemplo, a Vox) que, aunque no fuera por solidaridad, que también, deberíamos ser un país pro-inmigración al menos por interés. Sólo la inmigración nos sacará del invierno demográfico.
En la política, como en muchos otros órdenes de la vida, hay veces en que atender lo urgente y coyuntural no deja tiempo para afrontar del modo debido lo importante y estructural. Vivimos en una sociedad y en unos tiempos en que estamos rodeados de problemas de los dos tipos, y todos ellos graves o muy graves. Entre los importantes, estructurales y muy graves, hay algunos que nos superan, que son de ámbito muy superior al nacional o estatal (por ejemplo, el del cambio climático, donde como acaba de verse en la Cumbre de Madrid si algunas potencias arrastran los pies el resto de jugadores se ve obligado a ese mismo ritmo lento de reacción, por más que quisiera ponerle otro), y hay uno que encadena silenciosamente una mala noticia tras otra sin que apenas genere debate y alarma públicos. Hablamos de la crisis demográfica, de nuestra gravísima crisis demográfica general.
Hace unos treinta años, Harri Holkeri, que era entonces primer ministro de Finlandia, se dirigió un día a sus compatriotas para contarles esto: “Me dicen los expertos que, al paso que vamos, en el año 3000 solo quedarán dos finlandeses. Si ambos son del mismo sexo, Finlandia estará en apuros”. Ni con sentido del humor ni sin él se han dirigido nuestros dirigentes políticos a los españoles para decirles que tenemos un gravísimo problema demográfico no ya para el año 3000 ni para dentro de una década, sino para ya mismo. Que ya estamos metidos de hoz y coz en él. Ha habido algunas menciones y propuestas para algunas de las lateralidades del problema (la España vaciada, las pensiones, etc.), pero ninguna de ningún dirigente -ni Gobierno ni oposición en sus primeros niveles- que comunique a la opinión pública el problema en su justa medida y advirtiendo de su crudeza.