Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
Epitafios quizás prematuros a Rajoy
Su mayor éxito político en lo que va de legislatura -sacar adelante los Presupuestos y ganar una tregua de estabilidad- no ha impedido que la pasada semana quede en los anales del PP como una de las más traumáticas de su historia.
La caída de Cristina Cifuentes. El hedor mafioso interno que se desprende del vídeo que le dio la puntilla a la dirigente madrileña. La sensación de que a los populares se les abre aún más el enorme agujero negro en que se ha convertido el principal feudo político territorial del que disponen, palanca a su vez del nacional. La mala gestión de toda la crisis tanto por parte de Cifuentes como de Cospedal o de Rajoy. La extendida sensación de incapacidad manifiesta para frenar a Ciudadanos, que va cobrándose cabezas populares una a una y arrebatándole votantes al eterno dominador del centro derecha… Todo ello ha impactado muy negativamente en el propio partido y ha quedado a la vista para el conjunto de la sociedad española.
En el partido, algunos de los nombres que se están barajando estos días como los posibles enviados a la fuerza a rescatar el PP de Madrid cruzan los dedos para que no les caiga encima esa tarea. Tras los desdichados finales de trayecto de Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes, nadie quiere arriesgarse a demostrar aquello de que no hay quinto malo.
También dentro del partido, en privado, y en su entorno ideológico e intelectual, por ahora en voz baja, hay quien ya ha empezado a escribirle el epitafio al presidente del PP y del Gobierno. Hay división de opiniones entre los comentaristas sobre los plazos de la lápida final. Unos dicen que a poco que le salpiquen algunos de los nuevos escándalos por venir –y alguno vendrá, como el calor en verano o la caída de la hoja en otoño; sea de los que ya están en los juzgados o sea de nuevo cuño-, Rajoy no llega a la megacita electoral de dentro de trece meses, cuando en una misma jornada, previsiblemente el domingo 9 de junio de 2019, se celebrarán elecciones europeas y locales en toda España y autonómicas en 13 comunidades. Otros, con las encuestas en la mano, sostienen que Rajoy no sobrevivirá a la previsible hecatombe de esa fecha. Y otros, que él mismo dará el paso hacia su retirada cuando vea que es irreversible el declive tanto de su marca personal como el de la formación.
Pero no conviene precipitarse. Hay muchos indicios de fallo multiorgánico tanto en el Partido Popular como en Rajoy, pero también es cierto que políticamente uno y otro, y especialmente el segundo, tienen una mala salud de hierro desde hace años. Catalunya, la decepcionante salida desigual de la crisis económica, la parálisis parlamentaria, el fracaso al no encontrar una nueva fórmula de financiación autonómica, las impactantes movilizaciones ciudadanas recientes –pensionistas, mujeres, indignados varios, trabajadores precarios y mal pagados-, el fracaso estrepitoso de la convención de Sevilla, la presión de su socio y adversario Albert Rivera y sobre todo la corrupción y los escándalos que al PP le nacen, le crecen, se le multiplican y nunca del todo se le mueren han convertido a Rajoy en un magullado saco de golpes. Algunas fotos de su cara y expresión el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados eran un poema no ya dramático: trágico. Era el día del éxito de los Presupuestos, pero también el del derrumbe de Cifuentes.
“Omnes feriunt, ultima necat”, rezan los emblemas de algunos viejos relojes de pared. Se refieren a las horas: todas hieren, la última mata. Todos los golpes de tantos años, y especialmente los dos últimos, le han dejado malherido al presidente del Gobierno y del PP, pero está por ver si estos topetazos recientes del PP de Madrid son los mortales de necesidad, los del ‘necat’ de los relojes. Los epitafios quizás estén pecando de prematuros.
Rajoy es un resistente. Sabe encajar, sabe aguantar. Es un militante fervoroso de lo de “quien resiste gana”. Uno de sus pensamientos vitales y políticos más relevantes lo plasmó en uno de sus famosos SMS a Rosalía Iglesias, la mujer de Luis Bárcenas, en mayo de 2011. “Al final, la vida es resistir y que alguien te ayude”, le decía. Lo completaba y complementaba otro sms de las mismas fechas, este enviado directamente al extesorero Bárcenas, el mismo que de su puño y letra anotó en los cuadernos de la contabilidad B del PP que le había pagado en sobres a un tal M. Rajoy casi 400.000 euros de sobresueldos. “Luis, sé fuerte. Hacemos lo que podemos”, decía este segundo mensaje. Por aquellas fechas, ya sabía todo el mundo que Bárcenas escondía una fortuna en Suiza. Ningún mandatario del mundo civilizado sobrevive políticamente a esas anotaciones de la contabilidad B de su partido o a la difusión de esos mensajes, especialmente del último. Ninguno, salvo Rajoy, el don Tancredo y correoso fajador Mariano Rajoy.
Resiste. Sé fuerte. Alguien te ayudará. Resiste, sé fuerte, alguien te ayudará. Mariano Rajoy Brey debe de estar diciéndoselo a sí mismo a diario desde hace años, especialmente desde el mal resultado de su partido en las elecciones generales de diciembre de 2015. Entonces lo ayudó el líder de Podemos, Pablo Iglesias, que en marzo de 2016 pudo cobrarse su cabeza durante la investidura de Pedro Sánchez y no lo hizo. Meses después, lo ayudó Albert Rivera, con el pacto PP-Ciudadanos del verano de 2016, tras las nuevas elecciones, las de junio. Poco más tarde, lo ayudó en su última investidura la gestora del PSOE, tan generosa con el viejo rival que para complacerlo hasta dio un golpe de Estado interno que resquebrajó el edificio socialista. ¡Completado en apenas ocho meses todo el arco parlamentario estatal de ayudas posibles!
Ahora ha recurrido a las fuerzas territoriales, a los nacionalistas. Ahora ayuda a Rajoy el PNV, el mismo Partido Nacionalista Vasco que no iba a apoyar los Presupuestos mientras estuviera vigente en Catalunya el artículo 155 de la Constitución. ¿Sorprendería a alguien que en unos meses -o en unas semanas- ayudaran al resistente Rajoy incluso una parte del magma independentista catalán, vía un pacto que salve en Barcelona algunos muebles tras la investidura de un president viable y que le den de nuevo aire en Moncloa y en la calle Génova al veterano fajador?
Su mayor éxito político en lo que va de legislatura -sacar adelante los Presupuestos y ganar una tregua de estabilidad- no ha impedido que la pasada semana quede en los anales del PP como una de las más traumáticas de su historia.
La caída de Cristina Cifuentes. El hedor mafioso interno que se desprende del vídeo que le dio la puntilla a la dirigente madrileña. La sensación de que a los populares se les abre aún más el enorme agujero negro en que se ha convertido el principal feudo político territorial del que disponen, palanca a su vez del nacional. La mala gestión de toda la crisis tanto por parte de Cifuentes como de Cospedal o de Rajoy. La extendida sensación de incapacidad manifiesta para frenar a Ciudadanos, que va cobrándose cabezas populares una a una y arrebatándole votantes al eterno dominador del centro derecha… Todo ello ha impactado muy negativamente en el propio partido y ha quedado a la vista para el conjunto de la sociedad española.