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Al Gobierno le llueven piedras y algunas son autolanzadas

21 de marzo de 2022 22:30 h

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Llevaba media España varios meses pidiendo agua -sobre todo el campo, agostado por la sequía de casi todo el invierno-, y estos últimos días han llegado las lluvias, primero reales con barro de calima sobre casi todos nosotros y después metafóricas de piedras, especialmente sobre el Gobierno. Las piedras -pequeñas, medianas, grandes y enormes como huevos prehistóricos- caen sobre el Ejecutivo de Pedro Sánchez desde todos los puntos del horizonte. Desde los productores hasta los consumidores, desde los contrarios hasta los partidarios. Desde la oposición y desde los aliados parlamentarios. Incluso hay algunas piedras que se llueve sobre sí mismo el Gobierno de coalición, ahora el socio grande al socio pequeño y antes el socio pequeño al socio grande. 

En parte por grandes asuntos globales y en los que poco puede hacer -la guerra de Ucrania, la escalada irrefrenable de los precios de la energía y de los productos de los sectores energeticodependientes- y en parte por errores propios por acción y/o por omisión, el caso es que el Gobierno se ve en este comienzo de primavera más metido en un camino de espinas que en uno de rosas. Quizás esté en su peor momento de apoyos ciudadanos, de reputación y de estabilidad desde que comenzó la legislatura, peor incluso que en los peores momentos de la pandemia.

La protesta de este domingo pasado en Madrid no fue ni pequeña ni solo de señoritos a caballo. Había algunos de estos, sí; y también cazadores, y también antiecologistas, y antianimalistas, y antifeministas, y negacionistas, y extremistas de ultraderecha... Pero había también muchos productores agrarios que llevan mucho tiempo sin margen alguno en sus productos, y autónomos o pequeños empresarios o comerciantes a los que se les han disparado algunos de sus principales costes, y amas de casa que ven que la factura de la luz y la cesta de la compra se les encarece muchísimo, y trasportistas hartos porque están trabajando a pérdidas, y conductores de los de “ponme 50 euros” a los que ahora la aguja del depósito no les llega a la mitad tras repostar. 

El malestar de la calle es evidente. Hace unos meses, con las subidas de la luz de otoño pasado, se medio entendía al Gobierno cuando explicaba lo del sistema de fijación de precios y el encarecimiento del gas en los mercados internacionales. Se medio entendía al Ejecutivo porque las explicaciones iban acompañadas de algunas medidas: bajada o congelación de impuestos, bono social... Ahora, cuando la guerra de Putin contra Ucrania le ha pegado otro arreón insoportable a los precios de la energía y ha disparado el IPC a niveles del siglo pasado, muy atrás, al Gobierno no se le entiende porque las explicaciones no vienen acompañadas de medidas inmediatas, y se dejan para un Consejo de Ministros del próximo 29 de marzo. ¡Largo me lo fiais!, deben de estar diciendo quienes de forma más dura y urgente están ya sufriendo en sus bolsillos las dentelladas de la nueva crisis. 

Y por si tuviéramos poco, el paro de parte del transporte -ante lo que al Ejecutivo no le ha quedado otra que empezar a adelantar las medidas, como la subvención al gasóleo de los transportistas, este lunes- y, sobre todo, el cambio súbito de posicionamiento español sobre el Sahara, 47 años después. ¿Pero no eran los saharauis nuestros casi compatriotas a los que no había que abandonar, y Argelia, su principal apoyo, nuestra alternativa y la de parte de Europa al gas ruso? Cambio de posicionamiento de Pedro Sánchez -y por tanto de su Gobierno- del que además los españoles nos hemos enterado por un comunicado del Palacio Real de Marruecos. 

El giro copernicano en lo del Sahara ha causado estupefacción y algún cabreo entre algunos dirigentes y parte de las bases del propio PSOE y mucha incertidumbre y enorme malestar en Unidas Podemos, su socio de Gobierno. “Hay mucho enfado. El presidente debería comparecer a petición propia cuanto antes”, comenta en privado un alto dirigente del socio minoritario. Este lunes, Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y líder del socio minoritario, acusaba en público al sector socialista del Ejecutivo de haber actuado “con enorme opacidad” en un tema tan delicado, calificaba de “incoherente” el giro en nuestra política exterior y criticaba que no se hubiera debatido antes entre PSOE y UP: “Las grandes cuestiones de fondo, en un Gobierno de coalición, tienen y deben ser compartidas, máxime ante una decisión de tal calibre”, añadía Díaz, que hasta hace nada cerraba filas y apoyaba al presidente Sánchez en otras cuestiones delicadas, como es el envío directo de armas a los ucranianos, pese al coste que a ella le suponía y el freno a levantar su anunciado proyecto trasversal desde la izquierda.

Malestar e incertidumbre en Unidas Podemos (UP). La incertidumbre, porque no acaban de calibrar cuál es el objetivo último de Sánchez con tantos cambios recientes: el de los saharauis, el de las armas a Ucrania, el de la posibilidad de bajar impuestos… En UP, hay quien ve un acercamiento de los socialistas al PP de Feijóo para conseguir grandes pactos de Estado ante un previsible agravamiento de la situación internacional y de la economía nacional si la guerra de Ucrania se alarga o si Putin extiende al conflicto y hay quien ve unas provocaciones calculadas del socio grande del Gobierno al socio pequeño para que sea este el que más pronto que tarde rompa la coalición. 

Habrá que estar atentos a si siguen lloviendo piedras, y especialmente de dónde llegan.

Llevaba media España varios meses pidiendo agua -sobre todo el campo, agostado por la sequía de casi todo el invierno-, y estos últimos días han llegado las lluvias, primero reales con barro de calima sobre casi todos nosotros y después metafóricas de piedras, especialmente sobre el Gobierno. Las piedras -pequeñas, medianas, grandes y enormes como huevos prehistóricos- caen sobre el Ejecutivo de Pedro Sánchez desde todos los puntos del horizonte. Desde los productores hasta los consumidores, desde los contrarios hasta los partidarios. Desde la oposición y desde los aliados parlamentarios. Incluso hay algunas piedras que se llueve sobre sí mismo el Gobierno de coalición, ahora el socio grande al socio pequeño y antes el socio pequeño al socio grande. 

En parte por grandes asuntos globales y en los que poco puede hacer -la guerra de Ucrania, la escalada irrefrenable de los precios de la energía y de los productos de los sectores energeticodependientes- y en parte por errores propios por acción y/o por omisión, el caso es que el Gobierno se ve en este comienzo de primavera más metido en un camino de espinas que en uno de rosas. Quizás esté en su peor momento de apoyos ciudadanos, de reputación y de estabilidad desde que comenzó la legislatura, peor incluso que en los peores momentos de la pandemia.