Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
Hipótesis media legislatura
Una semana es por la monarquía, otra por la calidad de nuestra democracia o por las leyes de igualdad, la siguiente por la vivienda o por las movilizaciones, protestas y violencia callejera tras el encarcelamiento del rapero Hasél. Esta primera semana de marzo, quizás por Venezuela, tras la visita de la ministra de Exteriores a una zona de Colombia fronteriza con el país de Maduro; o de nuevo por Juan Carlos I y la presunta lentitud y condescendencia de la Fiscalía y de la Agencia Tributaria para con él; o por las espinosas negociaciones para el CGPJ... Los desencuentros y tensiones entre los dos socios del Gobierno de coalición, que hace unos meses eran ocasionales, se están convirtiendo en tan frecuentes y variados que ya no son la excepción sino la norma. Hace unos meses, PSOE y Unidas Podemos (UP) parecían una pareja dispar, pero razonablemente bien avenida. Ahora, a menudo se comportan como un matrimonio de conveniencia que estuviera empezando a pensar en cómo alejarse. “A lo mejor llega un momento en el que tenemos que hacer una reflexión y decir 'hasta aquí hemos llegado'”, comentaba el jueves pasado el líder de UP, Pablo Iglesias, en una entrevista en el canal Furor TV ofrecida por la plataforma Twitch.
Cuando en diciembre pasado la coalición logró aprobar en las Cámaras los Presupuestos Generales del Estado, todo indicaba que tendríamos Gobierno para rato y que la legislatura alcanzaría sus cuatro años de duración reglamentarios. La pandemia empezaba a encauzarse con la llegada de las vacunas (o eso parecía, sin contar con la relajación navideña y la tercera ola); los fondos europeos se veían ya asomar por el horizonte, y con ellos una sólida esperanza de recuperación económica; la oposición se hacía a la idea definitiva de que no lograría tumbar al Ejecutivo... Vinieron las elecciones catalanas y las cosas se les pusieron aún mejor a los socios del Gobierno central: los socialistas lograron un notable éxito y los morados aguantaron mal que bien el tipo, al tiempo que el PP -de nuevo enredado en sus líos de corrupción y de falta de proyecto- y Ciudadanos se daban un batacazo considerable y veían cómo Vox abducía a buena parte de su antiguo electorado. Parecía el momento adecuado, en definitiva, para que el Gobierno de coalición desplegara todo su programa y tomara velocidad de crucero. Y no, no solo no ha sido así sino que ya parece que se preparan ambas partes para la ruptura. Hay observadores cercanos a ambos contendientes que ya especulan con que la legislatura podría quedarse en la mitad. A la vuelta del verano, disolución de las Cámaras y convocatoria de elecciones para noviembre. Y en un momento de opinión pública presumiblemente muy favorable para quien tiene en su mano la opción de disolver y convocar, que no es otro que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
A la salida del verano, la campaña de vacunación habría ya logrado un alto grado de inmunidad colectiva frente a la pandemia, los fondos europeos estarían comenzando a llegar a las empresas, las incertidumbres económicas estarían empezando a despejarse... Hay un punto de cuento de la lechera, es cierto; todo eso podría irse al traste por una cuarta ola de la pandemia, que bien podría llegar en breve por las prisas en la desescalada de los del 'Hay que salvar...' (...la campaña del verano de 2020, y luego el puente del Pilar, el puente de los Santos, el puente de la Constitución, la campaña navideña, ahora la Semana Santa) y que no meten entre sus prioridades la de 'hay que salvar vidas'.
Pero también es cierto que ese escenario general bonancible de la salida del verano es posible, y que si se produce, el PSOE contaría con unas expectativas electorales muy favorables y podría aspirar a reforzar su papel de gran partido dominante, de viga central de la estabilidad. En los extremos quedaría un Vox fortalecido, por lo que le habría arrebatado al PP, y un Unidas Podemos con tendencia a la baja. Y en el flanco derecho del PSOE, un Ciudadanos residual o volatilizado y un PP muy mermado por las malas nuevas reputacionales de la corrupción (el calendario judicial que le espera es inquietante), por el acoso de Vox y por las intrigas internas de algunos barones territoriales que ya le están poniendo fecha de caducidad a Pablo Casado.
“Si yo fuera el estratega de la Moncloa, ya estaría pensando y planificando todo eso -comenta un observador poco sospechoso de prosocialista- Y al PP le daría el papel que Merkel le dejó al SPD alemán”. El del socio pequeño de la gran coalición.
El PSOE contará además, en otoño, con otra palanca electoral. El Congreso Federal número 40 de su larga historia. Está previsto para la segunda quincena de octubre, en principio presencial, no virtual, y con la asistencia de hasta 2.000 delegados, y previsiblemente supondrá el refrendo absoluto de Pedro Sánchez, que tendrá manos libres para configurar unos órganos de dirección a su medida. La tentación de disolver y convocar para que las elecciones sean dos o tres semanas después de esa gran cita interna del socialismo son muy fuertes.
Una semana es por la monarquía, otra por la calidad de nuestra democracia o por las leyes de igualdad, la siguiente por la vivienda o por las movilizaciones, protestas y violencia callejera tras el encarcelamiento del rapero Hasél. Esta primera semana de marzo, quizás por Venezuela, tras la visita de la ministra de Exteriores a una zona de Colombia fronteriza con el país de Maduro; o de nuevo por Juan Carlos I y la presunta lentitud y condescendencia de la Fiscalía y de la Agencia Tributaria para con él; o por las espinosas negociaciones para el CGPJ... Los desencuentros y tensiones entre los dos socios del Gobierno de coalición, que hace unos meses eran ocasionales, se están convirtiendo en tan frecuentes y variados que ya no son la excepción sino la norma. Hace unos meses, PSOE y Unidas Podemos (UP) parecían una pareja dispar, pero razonablemente bien avenida. Ahora, a menudo se comportan como un matrimonio de conveniencia que estuviera empezando a pensar en cómo alejarse. “A lo mejor llega un momento en el que tenemos que hacer una reflexión y decir 'hasta aquí hemos llegado'”, comentaba el jueves pasado el líder de UP, Pablo Iglesias, en una entrevista en el canal Furor TV ofrecida por la plataforma Twitch.
Cuando en diciembre pasado la coalición logró aprobar en las Cámaras los Presupuestos Generales del Estado, todo indicaba que tendríamos Gobierno para rato y que la legislatura alcanzaría sus cuatro años de duración reglamentarios. La pandemia empezaba a encauzarse con la llegada de las vacunas (o eso parecía, sin contar con la relajación navideña y la tercera ola); los fondos europeos se veían ya asomar por el horizonte, y con ellos una sólida esperanza de recuperación económica; la oposición se hacía a la idea definitiva de que no lograría tumbar al Ejecutivo... Vinieron las elecciones catalanas y las cosas se les pusieron aún mejor a los socios del Gobierno central: los socialistas lograron un notable éxito y los morados aguantaron mal que bien el tipo, al tiempo que el PP -de nuevo enredado en sus líos de corrupción y de falta de proyecto- y Ciudadanos se daban un batacazo considerable y veían cómo Vox abducía a buena parte de su antiguo electorado. Parecía el momento adecuado, en definitiva, para que el Gobierno de coalición desplegara todo su programa y tomara velocidad de crucero. Y no, no solo no ha sido así sino que ya parece que se preparan ambas partes para la ruptura. Hay observadores cercanos a ambos contendientes que ya especulan con que la legislatura podría quedarse en la mitad. A la vuelta del verano, disolución de las Cámaras y convocatoria de elecciones para noviembre. Y en un momento de opinión pública presumiblemente muy favorable para quien tiene en su mano la opción de disolver y convocar, que no es otro que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.