Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.
El tsunami de las derechas será... o no será
Un mes después de que sus encuestas apenas vieran venir el alud de votos a Vox en Andalucía, varios institutos demoscópicos ven ahora un tsunami de millones de votos y docenas de escaños para el partido de extrema derecha en las próximas elecciones generales pese a que éstas aún no han sido convocadas. Según algunos de estos institutos, la formación liderada por Santiago Abascal superaría con creces el porcentaje de votos que sacó en las elecciones andaluzas (10,97%), se acercaría al medio centenar de diputados en el Congreso y, lo que sorprende aún más, la fragmentación del voto de derechas no sólo no debilitaría a estas sino que la suma de las tres formaciones de ámbito estatal de esa parte del arco ideológico (PP, Ciudadanos y Vox) sacaría más de diez puntos porcentuales a las de izquierdas (PSOE y Unidos Podemos) y se harían con el poder con una mayoría amplísima. El nuevo mapa se presenta además en estos sondeos como una realidad incontrovertible, incuestionable. Casi como una verdad revelada, fuera de toda duda o análisis.
¿Será así? ¿Hay que creerse todo esto? ¿Son fiables esos diagnósticos y esos pronósticos? ¿Hay alguna clave que se pueda activar desde la izquierda para evitarlo? ¿Por qué está desmovilizado el voto de parte del electorado progresista? ¿Cuánto influye Cataluña en las grandes corrientes de intención de voto? He trasladado esas preguntas a un puñado de dirigentes de los diferentes partidos, en todos los casos a los más reflexivos y los menos sesgados. En la próxima entrega de estas Crónicas del poder, la de la próxima semana, resumiré las respuestas. Hoy adelantaremos nada más algunos asuntos técnicos.
Un apunte previo, en forma de pregunta a los directivos del sector demoscópico. ¿Por qué se está perdiendo entre algunos de ustedes la buena costumbre de publicar con cada sondeo su ficha técnica? El público tiene derecho a saber el ámbito, el universo, el tamaño, los puntos y las fechas de la muestra, el procedimiento y el error muestral, la ponderación... Si los datos que se ofrecen son de voto directo o de voto cocinado, y si fuera esto último qué fórmula aplicó el cocinero y si se la cocinó él solo, en su laboratorio y con su ciencia, o si lo hizo acompañado o asistido por otros, por ejemplo el cliente que le encargó el trabajo, por lo general un medio de comunicación con su propia querencia e interés ideológicos. Incluso, si no es mucho pedir, al público debería decírsele si todo lo que se publica es todo lo que se preguntó, o si algunas preguntas y sus respuestas no se le facilitan al público general y se le han dado solo al cliente que encargó la encuesta, y por qué razón.
Los detalles de la ficha técnica tienen una gran importancia siempre, pero especialmente en un país tan diverso, variado y plural como el nuestro, en un sistema electoral como el que nosotros tenemos y en una coyuntura política tan peculiar como la actual, con una gran fragmentación y volatilidad del voto.
En un sistema electoral como el español, con 52 circunscripciones en las elecciones generales (las 50 provincias más Ceuta y Melilla), y bastante más de la mitad de ellas pequeñas o muy pequeñas, puede ser fiable el porcentaje de votos que a nivel estatal le dé a cada formación una encuesta basada en unas 1.000 entrevistas (la muestra más habitual en esos sondeos, aunque algunos de ellos no la digan y algunos quizás no la alcancen), pero será mucho menos fiable la proyección de escaños que se les otorgue. Sorprende así que algunas encuestas recientes, de las de 1.000 entrevistas más o menos, adjudiquen escaños a cada formación con precisión muy estricta (Vg: 43-45 para Vox siendo el quinto partido en porcentaje de votos) y con un arco tan corto como el que se observa.
En las últimas elecciones generales, celebradas en junio de 2016, había en España dos circunscripciones grandes, once medianas y el resto, 39, pequeñas o muy pequeñas. Las grandes, Madrid (36 escaños) y Barcelona (31). Las medianas, Valencia (16), Alicante y Sevilla (12), Málaga (11), Murcia (10), Cádiz (9) y Asturias, Baleares, La Coruña, Las Palmas y Vizcaya (8). Las pequeñas y muy pequeñas, cuatro circunscripciones con 7 escaños cada una (Granada, Pontevedra, Santa Cruz de Tenerife y Zaragoza), siete con 6 escaños (Almería, Badajoz, Córdoba, Gerona, Guipúzcoa, Tarragona y Toledo), siete con 5 (Cantabria, Castellón, Ciudad Real, Huelva, Jaén, Navarra y Valladolid), diez con cuatro (Álava, Albacete, Burgos, Cáceres, León, Lérida, Lugo, Orense, La Rioja y Salamanca), ocho con tres (Ávila, Cuenca, Guadalajara, Huesca, Palencia, Segovia, Teruel y Zamora), una con 2 (Soria) y dos con una (Ceuta y Melilla).
Con ese mapa tan irregular, las dudas técnicas sobre las encuestas de estos días son muchísimas.
Por ejemplo: Si la muestra de las encuestas es proporcional al censo electoral -como debe serlo-, en la mayor circunscripción, Madrid, se harán unas 155-165 entrevistas de las 1.000 totales, y en Barcelona unas 110-115, mientras que en las pequeñas y muy pequeñas se harían muy pocas: unas 20-22 entrevistas en cada una de las circunscripciones de 7 escaños (no les toca a más) y entre 3 y 5 entrevistas (sic) en las de tres escaños. Con cinco partidos de ámbito nacional que estarían separados por unos 10 puntos porcentuales del primero al quinto, ¿es serio que se adjudiquen los escaños de Ávila, de Cuenca, de Guadalajara, de Huesca, de Palencia, de Segovia, de Teruel o de Zamora haciendo entre 3 y 5 entrevistas en cada una de esas circunscripciones? ¿Se puede realmente acertar en la proyección de escaños con muestras tan pequeñas en el 75% de las circunscripciones, las 39 que reparten entre una y siete actas de diputados?
Otra duda técnica. En 21 circunscripciones, las que reparten 4 o menos escaños, el que sea el quinto partido más votado -sea el quinto uno de los nuevos partidos, Vox, Unidos Podemos o Ciudadanos, o sea uno de los dos tradicionales, PSOE y PP- no tiene plaza, por mera matemática. En otras 7 circunscripciones, las de 5 escaños, el quinto partido más votado no entra en el reparto si la formación más votada lo duplica en votos. ¿De dónde saca entonces ese quinto partido los escaños suficientes como para llegar a esas cumbres que le auguran algunas encuestas? El sistema, en conclusión, es tan complejo que cuesta creerse las proyecciones de escaños. Si el paso del bipartidismo al tetrapartdismo fue complicado para el cálculo de los demoscópicos, el nuevo paso al pentapartidismo se antoja dificilísimos.
Por la fuerza con que se le ha visto en Andalucía, Vox no va a ser flor de un día. Ha llegado para quedarse. Pero de ahí a darle ya casi medio centenar de escaños y sin que apenas se resienta la suma de las derechas, y adjudicarles a las tres formaciones de esa zona del espectro ideológico cerca de 190 asientos en el Congreso, va mucho trecho. El voto está muy volátil e inconsistente, y las elecciones generales aún no están convocadas ni es probable que se celebren a corto plazo. El impacto en el PP de la eclosión de Vox, la gestión o el abandono por unos y por otros del voto de centro, la movilización del voto progresista a nivel estatal que se quedó en su casa en Andalucía, aciertos y errores de Pedro Sánchez en el Gobierno central, aciertos y errores del probable tripartito de derechas en Andalucía, errores y aciertos del independentismo catalán... Hay tantos factores por jugar que las quinielas que ahora muestras algunas encuestas son flor de un día, apenas de horas. El nuevo ciclo de hegemonía de las derechas está por ver. Será... o no será. La verdad revelada del tsunami de las derechas ni es verdad completa ni es verdad revelada. Es volátil, y por tanto falsa.
Un mes después de que sus encuestas apenas vieran venir el alud de votos a Vox en Andalucía, varios institutos demoscópicos ven ahora un tsunami de millones de votos y docenas de escaños para el partido de extrema derecha en las próximas elecciones generales pese a que éstas aún no han sido convocadas. Según algunos de estos institutos, la formación liderada por Santiago Abascal superaría con creces el porcentaje de votos que sacó en las elecciones andaluzas (10,97%), se acercaría al medio centenar de diputados en el Congreso y, lo que sorprende aún más, la fragmentación del voto de derechas no sólo no debilitaría a estas sino que la suma de las tres formaciones de ámbito estatal de esa parte del arco ideológico (PP, Ciudadanos y Vox) sacaría más de diez puntos porcentuales a las de izquierdas (PSOE y Unidos Podemos) y se harían con el poder con una mayoría amplísima. El nuevo mapa se presenta además en estos sondeos como una realidad incontrovertible, incuestionable. Casi como una verdad revelada, fuera de toda duda o análisis.
¿Será así? ¿Hay que creerse todo esto? ¿Son fiables esos diagnósticos y esos pronósticos? ¿Hay alguna clave que se pueda activar desde la izquierda para evitarlo? ¿Por qué está desmovilizado el voto de parte del electorado progresista? ¿Cuánto influye Cataluña en las grandes corrientes de intención de voto? He trasladado esas preguntas a un puñado de dirigentes de los diferentes partidos, en todos los casos a los más reflexivos y los menos sesgados. En la próxima entrega de estas Crónicas del poder, la de la próxima semana, resumiré las respuestas. Hoy adelantaremos nada más algunos asuntos técnicos.