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Vox mancha y lastra, y Feijóo ya lo sabe

20 de enero de 2023 22:55 h

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Diez días después de comenzar, la bronca política por las medidas antiaborto que Vox anunció oficialmente que se ponían en marcha en Castilla y León, donde gobierna como socio pequeño de coalición con el PP, ha dejado algunas conclusiones interesantes. Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta castellano y leonesa, insistía el martes en que este ha sido un “conflicto irreal”, una “cuestión ficticia”. Pues para ser irreal y ficticia la cosa ya ha tenido unos efectos devastadores en la credibilidad y estabilidad de su Gobierno, que entra en un tiempo de no sabemos si baches, socavones o precipicio, y notables en las expectativas del conjunto del PP en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo próximo y en las de Alberto Núñez Feijoó en las generales de finales de año. 

Al Gobierno de Pedro Sánchez le ha venido muy bien la polémica. No sólo porque durante unos días ha borrado del debate público la controvertida reforma penal de la sedición y la malversación. También, y sobre todo, porque le ha permitido colgarse las medallas de haber parado los planes del PP y de Vox y de haber defendido eficazmente “los derechos de las mujeres”. A Feijóo le ponen ante un espejo incómodo. Ha comprobado muy de cerca que las distintas polémicas en las que le enrede Vox al PP, en Castilla y León o en otros ámbitos, dificultan su enésimo intento de viaje al centro, la imagen que quiere dar de moderado. Vox mancha y lastra; y Feijóo ya lo sabe.

Mañueco se metió en los terrenos pantanosos en los que ha chapoteado estos días por un error de cálculo, hace ya 13 meses. El 20 de diciembre de 2021, rompió su casi plácida coalición de Gobierno regional con Ciudadanos, disolvió las Cortes castellano y leonesas y convocó elecciones anticipadas para el 13 de febrero de 2022. Sus gurús demoscópicos le habían dicho al PP —al regional y al nacional, entonces presidido por Pablo Casado— que tenía a su alcance o bien la mayoría absoluta o bien una victoria tan aplastante que podría gobernar solo, con el apoyo parlamentario ocasional o estable de algunas pequeñas formaciones. No fue así, los gurús se equivocaron de plano. Las urnas del 13 de febrero solo le dieron dos alternativas a Mañueco: o gobernar con Vox dentro, con vicepresidente ultra incluido, o convocar de nuevo elecciones. Optó por lo primero, y ya estaba entonces Feijóo en la dirección nacional del partido. 

Cinco meses después, en Andalucía, al PP le fue mucho mejor en otras elecciones anticipadas. Contra todo pronóstico, Juan Manuel Moreno Bonilla lograba la mayoría absoluta, con lo que se sacudía toda dependencia de Vox.

El próximo 28 de mayo habrá elecciones autonómicas en doce comunidades: Aragón, Asturias, Baleares, Cantabria, Canarias, Castilla-La Mancha, Comunitat Valenciana, Extremadura, Madrid, Murcia, Navarra y La Rioja. El PP gobierna en dos de ellas —Madrid y Murcia— y aspira a retenerlas y a quitarle alguna otra a los socialistas. Es poco probable que logre la mayoría absoluta en ninguna de las doce que hay en juego. Es más probable que al PP se le repita el escenario de Castilla y León, y necesite a Vox para gobernar, que el escenario de Andalucía. ¿Qué ordenará Feijóo a sus barones territoriales si es así? ¿Meter a Vox en los gobiernos autonómicos, aunque eso multiplique el riesgo de incendios como el de las medidas antiaborto de estos días y dificulte las posibilidades del propio Feijóo de llegar a la Moncloa a final de año? Vox mancha y lastra, y con algunos asuntos activa el voto de la izquierda, y Feijóo ya lo sabe. ¿Y qué hará a final de año Feijóo si él mismo necesita a Santiago Abascal para llegar a la Moncloa? 

Diez días después de comenzar, la bronca política por las medidas antiaborto que Vox anunció oficialmente que se ponían en marcha en Castilla y León, donde gobierna como socio pequeño de coalición con el PP, ha dejado algunas conclusiones interesantes. Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta castellano y leonesa, insistía el martes en que este ha sido un “conflicto irreal”, una “cuestión ficticia”. Pues para ser irreal y ficticia la cosa ya ha tenido unos efectos devastadores en la credibilidad y estabilidad de su Gobierno, que entra en un tiempo de no sabemos si baches, socavones o precipicio, y notables en las expectativas del conjunto del PP en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo próximo y en las de Alberto Núñez Feijoó en las generales de finales de año. 

Al Gobierno de Pedro Sánchez le ha venido muy bien la polémica. No sólo porque durante unos días ha borrado del debate público la controvertida reforma penal de la sedición y la malversación. También, y sobre todo, porque le ha permitido colgarse las medallas de haber parado los planes del PP y de Vox y de haber defendido eficazmente “los derechos de las mujeres”. A Feijóo le ponen ante un espejo incómodo. Ha comprobado muy de cerca que las distintas polémicas en las que le enrede Vox al PP, en Castilla y León o en otros ámbitos, dificultan su enésimo intento de viaje al centro, la imagen que quiere dar de moderado. Vox mancha y lastra; y Feijóo ya lo sabe.