Si existe un lugar apropiado para entrevistar al profesor Arturo Colorado Castellary, ése es el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo. Catedrático emérito de Arte y Comunicación en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, de 73 años, es quizá la máxima autoridad española en la gestión del patrimonio artístico durante la Guerra Civil y los años que la siguieron, como quedó demostrado en su estudio Arte, botín de guerra. Expolio y diáspora en la posguerra franquista, publicado por Cátedra en 2021.
La sede noble de la universidad asturiana es un buen escenario para una cita con él porque la institución académica es uno de los dos organismos de la comunidad autónoma (el otro es el Museo de Bellas Artes de Asturias) de los que se sabe con certeza que recibieron obras de arte incautadas durante la contienda y que el régimen franquista, un gestor venal y caótico, nunca se esforzó por devolver a sus propietarios legales.
El profesor Colorado desmonta el mito de los rojos destructores de patrimonio, inventado por el franquismo para diluir sus responsabilidades, y asegura que sólo la República se preocupó por salva de la destrucción el patrimonio amenazado. La historia de cómo se consiguió ese objetivo se conoce de manera desigual en territorios distintos. En Asturias, asegura, está por escribir y esa es una gran tesis doctoral que espera por alguien que asuma el reto.
¿Qué nos estamos perdiendo en Asturias al tener todo este terreno sin explorar?
Mucho. Hay una tesis doctoral pendiente, sin duda.
Al pensar en el patrimonio de la guerra, pensamos en la memoria histórica. Las fosas comunes, los restos del frente... pero hay elementos que pasamos por alto si nos limitamos solo a esos campos.
Sí, y como no hay guerra sin posguerra, vamos a hablar de los dos periodos. Es un tema fundamental a escala de todo el país. A los pocos días de estallar la Guerra Civil, en julio de 1936, se crea en el bando republicano la Junta del Tesoro Artístico con el objetivo de salvar las obras, en primer lugar, de los ataques de reacción revolucionaria contra el golpe de estado militar. Se produjeron, es verdad; hubo asaltos e incendios a iglesias, ocupaciones de palacios. Eso preocupó enormemente al gobierno de la República, que decidió crear esta Junta para la protección del patrimonio.
Después, llegó a llamarse Junta de Incautación y Salvamento del Tesoro Artístico. Incautación porque sus agentes se dedicaban a ir por distintos palacios, iglesias y domicilios a salvar las obras, registrarlas en unos libros que aún existen y especificar claramente su origen. El primer objetivo era rescatarlas para almacenarlas en grandes depósitos y, después de la guerra, según declaraciones del presidente de la Junta, que era Timoteo Pérez Rubio, un pintor de origen extremeño, devolverlas a sus propietarios. Como la República perdió la guerra, nunca sabremos si eso habría sido así o no.
¿Cuánta ambición tuvo esa operación?
Se movieron miles de obras en todo el territorio republicano, incluidas Asturias y Cantabria, antes de caer en manos franquistas. Pero al arreciar los bombardeos franquistas, y de sus aliados nazis y fascistas, como ocurrió en Madrid, una ciudad prácticamente cercada durante la guerra, el Gobierno de la República tomó la dificilísima decisión de evacuar la parte más importante del patrimonio. Así es como salieron más de 500 obras del Museo del Prado –ahí estaban Las meninas, los Greco, los Goya, los Zurbarán, por ejemplo– mas miles de obras de otras procedencias, como el Palacio Real, iglesias y propiedades particulares. Fueron evacuadas a Valencia, donde ya residía el Gobierno, y luego, con el transcurrir de la guerra, a Barcelona, y hacia el final, ya en 1938, al norte de Cataluña, muy cerca de la frontera francesa.
El capítulo final de la evacuación fue la creación de un Comité Internacional de Museos que intervino directamente ante el Gobierno republicano para evacuar las obras a Francia. Ese comité –de museos de los países democráticos, ahí Alemania e Italia no participaban– negoció con el Gobierno, en unas circunstancias dificilísimas, en pleno éxodo, con los bombardeos sobre el norte de Cataluña, la salida de ese patrimonio. En 71 camiones fueron evacuadas las obras a Francia, y de allí siguieron a Ginebra, a la sede de la Sociedad de Naciones, donde se abrieron las cajas y se inventarió todo. Así sabemos que las Las meninas estuvieron en Suiza, la única vez que han salido de España en toda la historia. Pero a su lado estaban los otros Velázquez, los Greco, los Goya…
¿Qué paso con ellas?
Lo que yo me preguntaba era qué había hecho el franquismo, una vez que ganó la guerra, tanto con los miles de obras que habían sido evacuadas como también con los miles de obras que habían permanecido en territorio español. Fue una segunda fase de la investigación que me llevó a inventariar más de 17.000 obras incautadas y almacenadas. Lo que pude comprobar es que el franquismo se dedicó a devolver las obras cuyo origen se conocía con claridad y habían sido reclamadas, pero muchas otras, miles de ellas en realidad, fueron sencillamente desviadas, entregadas a personas que no eran sus propietarias, a organismos públicos, entre ellas esta Universidad, que tiene obras confiscadas por el franquismo y entregadas en depósito, o el Museo de Bellas Artes de Asturias.
No están solos, ni mucho menos. Hay 35 museos en España que tienen obras confiscadas por el franquismo, entre ellas el Museo del Prado. El Prado me encargó una investigación hace meses para intentar descubrir cuántas de sus obras tienen esa procedencia. Y el resultado fue que descubrí 70. Los medios lo publicaron porque resultaba, como mínimo, peculiar que el Prado reconociera que tenía obras con ese origen. Pero esa es la verdad.
¿Y cuántas cree que hay en instituciones asturianas?
Hay que considerar Asturias y Cantabria a la vez, las dos comunidades en conjunto, porque así fue como se realizaron los trabajos de la Junta. Hubo incautaciones y almacenamientos, como en todas partes, pero lo que hoy son las dos comunidades autónomas cayeron relativamente pronto en manos franquistas, de manera que hubo una evacuación al extranjero. Al parecer, las cajas procedentes de Asturias y Cantabria se cargaron en un barco que consiguió llegar a Francia.
No hay un estudio pormenorizado del caso cántabro y asturiano. Yo casi reto a los estudiantes para que hagan esa investigación, que sería una tesis doctoral. No se conoce el inventario de las obras y no se puede conocer todavía su destino
Allí fueron embargadas por mandato judicial ante una denuncia de algunos bancos que afirmaban que algunas obras eran de su propiedad y, además, alegaban la existencia de deudas y reclamaban la devolución de esos bienes. Intervino el embajador de la República en París y, según parece, a los dos meses se liberaron las obras, que fueron enviadas desde Francia hasta Valencia. Ahí se depositaron, según creemos. Pero no hay constancia fehaciente.
Todo esto está aún por investigar. No hay un estudio pormenorizado del caso cántabro y asturiano. Yo casi reto a los estudiantes para que hagan esa investigación, que sería una tesis doctoral de primera magnitud. No se conoce el inventario de las obras y, por lo tanto, no se puede conocer todavía su destino. No sabemos qué ocurrió con ellas, si fueron desviadas o no. Es un desafío para los futuros doctorandos o doctorandas que quieran asumir un tema que a mí me parece apasionante y que todavía no se ha abordado en detalle.
¿Se perdió el rastro de muchas obras? ¿Hay algunas que estén localizadas pero no en manos de sus propietarios legítimos?
Hay muchas obras desaparecidas. Algunas fueron entregadas a organismos que no lo han dado a conocer. Así que las alternativas son: o la Administración asume este tema y encarga una investigación externa o afronta una investigación propia, interna, para ver el origen de esas obras y localizarlas. Yo he hecho indagaciones de este tipo en algunos ministerios, por encargo, y he localizado piezas.
¿Se puede saber el origen, e incluso la propiedad? Sí, en muchos casos se puede rastrear. Lógicamente, hacen falta conocimientos en este campo y saber dónde está la documentación. Tenemos incluso fotografías de la época que permiten seguir la pista y descubrir datos fundamentales. Pero todo eso no debe apartarnos de la pregunta. Sí, repito, hay muchas obras desaparecidas.
Voy a poner un ejemplo: al Museo de Arte Moderno se le entregaron cuatro obras procedentes de la colección de Pedro Rico, el alcalde republicano de Madrid, que había marchado al exilio. Cuando ese museo se clausuró, en el año 1971, una parte de su colección, la correspondiente al siglo XIX, pasó al Prado. De esas cuatro obras solo dos llegaron al nuevo destino. ¿Dónde están las otras dos? No se sabe. ¿Estarán en algún despacho oficial? Puede ser. ¿Se las quedó alguien? Todo es posible. Lo indudable es que hay muchas piezas desaparecidas.
Lo que pasó en España es absolutamente comparable con el expolio nazi de los judíos. El franquismo expolió las colecciones de los republicanos exiliados y después protagonizó un desastre. El patrimonio le venía demasiado grande y no le preocupaba
Todo el mundo ha visto películas que muestran el expolio nazi y acaba de estrenarse el Napoleón de Ridley Scott…
Sí, el bagaje del rey José y de sus mariscales.
Pero acerca de este otro expolio, que aún puede repararse, al menos en parte, y que nos es cercano, no se está haciendo nada. ¿Por qué?
Desde luego, lo que pasó en España es absolutamente comparable con el expolio nazi de las colecciones judías. El franquismo expolió las colecciones de los republicanos exiliados y después protagonizó un auténtico desastre por falta de atención al asunto. El patrimonio le venía demasiado grande y era un tema que no le preocupaba. Ni durante la guerra ni más adelante, durante la posguerra. De manera que la gestión fue un desastre. Ese desastre conllevó que miles de obras se desperdigaran, se desviaran y sigan desaparecidas en muchos casos. Por supuesto que habría que abordar esta cuestión. Es una decisión política que corresponde a la Administración, que es quien debe asumirla.
El Prado la ha asumido. Es el primer museo en España que ha encargado una investigación y ha obtenido resultados. De esas 70 obras que mencionaba antes conocemos a algunos propietarios. Sé que algunos están haciendo reclamaciones y ya veremos qué dice la Administración. Pero tenemos una ley de Memoria Democrática y uno de sus artículos habla de la devolución de los bienes confiscados. Y, por supuesto, cualquiera de estas obras era un bien artístico con un propietario antes de la guerra.
Cuando se puede rastrear el origen e identificar la procedencia, esa persona puede reclamarla. Yo entiendo que la Administración tiene que desarrollar la ley, crear un protocolo o procedimiento y darle cauce a las reclamaciones. Pero insisto en que eso ya es una decisión política. Los historiadores nos limitamos a analizar el fenómeno, destacar el problema y señalar la deuda que tenemos con todos quienes fueron expoliados por el franquismo en la posguerra.
¿Se ha reconocido como merece el trabajo de quienes se esforzaron y se arriesgaron, en unas circunstancias tan difíciles, por salvar el patrimonio?
Se está reconociendo poco a poco. Yo llevo años reivindicando la labor de los agentes republicanos de la Junta. Siempre tengo una imagen suya almacenando obras bajo las bombas. Medir, identificar… Los libros de registro son sorprendentemente minuciosos. Incluso identifican al posible autor, hacen atribuciones. Había historiadores del arte reconocidos trabajando, personas conocedoras del campo de la pintura y capaces de reconocer a un autor. A veces tienen dudas y dejan las anotaciones entre interrogantes: ¿Goya? Pero siempre apuntan la iconografía de la obra, sus dimensiones, su soporte y su procedencia. Existe el libro de la zona centro (Madrid, Toledo, Guadalajara…) y esas colecciones se pueden identificar. Lo que hagamos ahora ya depende de una decisión política y no es tarea de ningún historiador. Ya es trabajo para los abogados y la Administración.
¿Cómo fue el regreso de las obras a España? ¿Cómo se devolvieron o repartieron?
Durante la guerra, el franquismo prestó muy poca atención al salvamento del patrimonio. El organismo correspondiente se llamaba Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, un título muy largo que suele recortarse en SDPAN. Estaba encargado de recuperar las obras que habían salido a Ginebra o las que permanecieron en España y no estaban bien localizadas. Para ello fue muy fácil reclamar las de Ginebra. Seguían en la sede de la Sociedad de Naciones y, simplemente, las sacaron y las cargaron en un tren. Por cierto, con una historia. Coincidió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Así que, parar llegar a España, aquel tren francés que atravesó Francia con la obras del Prado tuvo que circular con las luces apagadas ante un posible ataque alemán. Los cuadros escaparon de una guerra y a la vuelta tuvieron que escapar de otra. Pero se salvaron. El Prado está completo. No se había perdido ni una sola obra.
Pero había muchas más obras incautadas. ¿Qué pasó con ellas?
Sí, había miles de piezas que gestionar. Había que encontrar a sus propietarios y devolverlas. El franquismo montó exposiciones para enseñarlas, pero solo durante un corto periodo de tiempo y en las condiciones terribles de una España de posguerra, sin medios de comunicación, y hubo muchas obras que no fueron identificadas. Lo único que querían era quitarse de en medio el tema lo antes posible. Digamos que querían quitarse el muerto de encima.
Además, los agentes franquistas estaban militarizados y no cobraban un sueldo, por lo que es fácil imaginarse el interés que tenían. Se dedicaron a enviar obras a distintos destinos, en ocasiones a partir de peticiones sin mayores argumentos. Aparecía, digamos, el obispo de cualquier diócesis para pedir imágenes destinadas a sus iglesias, obras de carácter religioso, y se las mandaban. El director del Instituto Ramiro de Maeztu, en Madrid, que recibió muchas obras, simplemente fue a los almacenes y las pidió. Se las dieron.
El Museo de Bellas Artes de Asturias sabe perfectamente qué obras tiene. Me han llamado y me han ayudado en mis indagaciones. Reconocerlo públicamente abre la puerta a la devolución que contempla una ley aprobada por el Congreso
Hay incluso casos de estafas y estafadores, como una tal marquesa de Arnuossa, que parece un personaje simbólico de todo este desastre, a la que se le dieron muchas obras que no eran suyas. Sencillamente, aparecía, reclamaba una pieza y se la llevaba. Sabemos que no eran cosas que le pertenecieran y que usaba un título falso. Era una estafadora en toda regla, un personaje verdaderamente insólito. Todo aquello fue un caos en el que desaparecieron miles de obras y algunos otros miles se desubicaron. Cuando los museos tienen la honestidad de reconocerlo, como ha hecho el Prado, es estupendo.
Pero también el Museo de Bellas Artes de Asturias sabe perfectamente qué obras tiene. Me han llamado y me han ayudado en mis indagaciones. Es un proceso de investigación. Reconocerlo públicamente abre la puerta a la devolución que contempla una ley aprobada por el Congreso.
Como ocurre con tantas cosas, ¿preferimos como sociedad no acordarnos de este expolio?
La verdad es que franquismo sigue teniendo heridas no cicatrizadas en España. Creó el mito de que los rojos eran unos destructores del patrimonio y que él lo había salvado. No es verdad. Es falso, es una de las grandes mentiras del franquismo. Todavía hay gente que se lo cree. Pero fue la República quien salvó el patrimonio y lo evacuó. El Prado está completo, no se perdió ni una sola pintura durante la guerra. Se salvaron miles de obras.
Pero la herida está sin cerrar. Por ejemplo, los descendientes de Pedro Rico, sus nietos, reclaman las obras de su abuelo, aunque solo sea por la cuestión simbólica. Marchó al exilio, fue expoliado y su familia tiene derecho a que se reconozca y se les devuelvan las obras. No sé lo que harán después con ellas, si se las quedarán o si las entregarán en depósito, las venderán o las guardarán. Pero eso es secundario. Lo importante es que ellos quieren lavar y sanar esa herida.
De lo que habla es de justicia histórica.
Sí. Porque seguir manteniendo esta ambivalencia de reconozco pero no hago creo que no es lógico. Hay que asumir la realidad y ojalá los políticos lo hagan, porque es fundamental.