De chimenea a sumidero: cómo la gestión forestal ayudará a capturar carbono y limpiar el aire en las cuencas mineras asturianas

Raúl Álvarez

Mieres del Camín —
26 de febrero de 2024 08:02 h

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A los viejos mineros que durante dos siglos arrancaron del subsuelo el carbón que apuntalaba la producción española de energía les habría parecido casi inconcebible. Pero en un edificio universitario de investigación situado en Mieres, una de las capitales de las cuencas hulleras del centro de Asturias, está en marcha un proyecto que lleva a la minería a través del espejo e invierte el proceso.

En los mismos territorios donde se extrajo mineral para quemarlo, convertirlo en electricidad y, como resultado, emitir dióxido de carbono contaminante a la atmósfera, se trabaja ahora por recapturar ese carbono y devolverlo a la vegetación o al suelo para que quede almacenado ahí y, de esa manera, conseguir un aire más limpio y ayudar a combatir la emergencia climática.

Lo harán posible las nuevas técnicas de gestión forestal que van a ponerse a prueba en los próximos años gracias a un proyecto encabezado por la Universidad de Oviedo y en el que participan también otros cinco socios públicos y privados.

Al cerrar este círculo del carbono, también se cierra una etapa histórica y se abre otra. Asturias avanza por la senda de la descarbonización y la transición ecológica y deja atrás aquellos momentos en que su producción de carbón, según los años, representaba entre la mitad y dos terceras partes de toda la hulla que se extraía en España.

Sin embargo, una parte del legado minero subsiste. El proyecto no se presenta como un intento de carbon farming, que es la expresión internacional en inglés que se está consolidando para designar los procesos de captura y almacenamiento de carbono, sino como una manera de minería inversa.

Acción para el programa LIFE

 “Las cuencas mineras no eran el principal foco de contaminación. El carbón estaba aquí y se sacaba de aquí, pero se quemaba en muchos otros lugares. Lo que estos territorios sí pagaron por su actividad fue un precio de deterioro paisajístico y ambiental, una degradación que ahora podemos restaurar y, esperamos, compensar”, explica la profesora Asun Cámara, del Área de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de Oviedo.

Es la directora del proyecto Carbon2Mine, cofinanciado con 4,2 millones de euros por el programa LIFE de la Unión Europea y en el que participan una veintena de investigadores y seis socios: las universidades de Oviedo y Santiago de Compostela, el Gobierno asturiano, la empresa pública minera Hunosa, la consultora forestal Agresta y la Asociación Española para la Sostenibilidad Forestal (PEFC).

Ese grupo, constituido en septiembre de 2022, se acerca ahora, tras los meses iniciales de trabajo, al primer hito en una planificación que contempla actuaciones a seis años vista. La primera etapa del proyecto consiste en la elaboración de un inventario forestal y la determinación de la línea de base del carbono almacenado en la masa forestal y los suelos de las cuencas mineras del área central de Asturias, las que crecieron a lo largo de los valles de los ríos Nalón, Caudal y Aller. Determinar ese punto de partida servirá para establecer los incrementos en los niveles de carbono almacenados cuando empiece a aplicarse las técnicas de gestión forestal sostenible.

Se probarán en las casi 4.000 hectáreas de terrenos cedidos por Hunosa, antiguas escombreras y minas a cielo abierto. Los resultados serán extrapolables a los aproximadamente 2.000 kilómetros cuadrados de superficie que abarcan los concejos mineros.

Pequeños propietarios

En primer lugar, se probarán en las casi 4.000 hectáreas de terrenos cedidos por Hunosa, antiguas escombreras e instalaciones mineras a cielo abierto. Los resultados serán extrapolables a todos los suelos de los aproximadamente 2.000 kilómetros cuadrados de superficie que abarcan los concejos mineros.

Después, empezarán los contactos con los pequeños propietarios minifundistas de fincas que contienen pastizales o bosques en las comarcas mineras. En unas comarcas con la propiedad muy fragmentada, aproximadamente el 40% de la superficie está en manos de particulares.

“No hablamos en ningún caso de terratenientes, ni mucho menos, sino de personas que tienen otras ocupaciones y además un prao o una pequeña finca que llevará años y años en manos de su familia. Puede servirle para complementar sus ingresos con la venta de madera o el aprovechamiento de los pastos. Nosotros creemos que podemos, al mismo tiempo, capturar carbono y ayudar en la lucha contra el cambio climático y conseguir incrementar los rendimientos que consiguen estas personas”, señala la profesora Cámara.

Personal de las universidades de Oviedo y Santiago, el Gobierno de Asturias, la empresa pública Hunosa, la consultora Agresta y la organización sin ánimo de lucro PEFC colaborarán hasta 2028

En términos más técnicos, así se describen sus objetivos: “Pretende el secuestro de carbono a través de la gestión sostenible de bosques y pastizales para la mitigación del cambio climático y la conservación de la biodiversidad en áreas mineras, así como revertir los procesos de emisión de gases de efecto invernadero asociados a la minería del carbón, restaurando el entorno natural en el que están localizados y mejorando la capacidad de sumidero de carbono (suelo y biomasa) a través de la gestión sostenible”.

Especies autóctonas

Para lograr ese propósito, existen especies más adecuadas que otras. Las de crecimiento más rápido, como el eucalipto, absorben más carbono. Pero Cámara puntualiza que el proyecto prefiere probar los resultados de especies autóctonas, como el roble, y que la participación del Gobierno autonómico, que se ha comprometido a incorporar los hallazgos a sus técnicas de gestión forestal en los montes bajo su competencia, garantiza el uso generalizado de los descubrimientos.

A los pequeños propietarios particulares interesados en sumarse al proyecto se les ofrecerá en una fase posterior formación y ayudas para que sean capaces de aplicar las técnicas en sus parcelas. “Lo bueno es que, una vez que tengamos conclusiones, serán de aplicación inmediata. No habrá plazos de espera”, añade la profesora. Según los plazos para la concesión de los fondos europeos, todo el trabajo debe haber finalizado en septiembre de 2028.

La directora del proyecto cree que, en general, la sociedad no es consciente de la importancia de los servicios ecosistémicos, los múltiples beneficios que obtiene de la naturaleza de manera gratuita, de forma directa o indirecta, para satisfacer sus necesidades y mejorar la calidad de vida de las personas.

“Damos por supuesto que, al abrir el grifo, saldrá agua limpia. Pero eso no sería posible sin bosques que la filtraran. Y lo mismo puede decirse del aire que respiramos. Los bosques también generan biodiversidad. Son cosas intangibles por las que nunca hemos pagado nada. Ahora las políticas europeas quieren medirlas y reconocerles su valor”, explica.

Los propietarios de terrenos podrían conseguir un beneficio si las empresas que deben compensar su huella de carbono les pagan por plantar árboles en sus fincas. “Podemos generar empleo local. Y eso es muy importante en las cuencas, que han perdido las minas y las industrias y se están despoblando”, apunta.

Cambiar un polvorín por electricidad

El problema actual, en realidad, no es la falta de vegetación en las comarcas mineras, sino el contrario: su abundancia desordenada y sin ninguna planificación. Con la despoblación, el abandono de la agricultura y la ganadería, y la falta de uso, mucha de la masa forestal se ha vuelto impenetrable e inaccesible. La vegetación ciega los caminos, la maleza ocupa todo el terreno y toda esa biomasa se convierte en una peligrosa acumulación de combustible en caso de incendio.

Nuestros montes, por la orografía y por sus condiciones, pueden ser verdaderos polvorines. Encima, estamos viendo años muy secos, los efectos del cambio climático están ahí. Si tenemos montes asilvestrados, marzo de 2023 puede repetirse

“Lo estamos viendo en muchos lugares. En Asturias ya pasó la primavera pasada. No entro ahora en las causas que dieron comienzo al fuego, pero nuestros montes, por la orografía y por sus condiciones, pueden ser verdaderos polvorines. Encima, estamos viendo años muy secos, los efectos del cambio climático están ahí. Si tenemos montes asilvestrados, marzo de 2023 puede repetirse. Y hay más ejemplos cercanos: la Sierra de la Culebra, Sierra Bermeja, Catalunya”, recuerda. Repensar la gestión forestal es imprescindible. Tener los montes limpios y con caminos abiertos es una medida eficaz para contener cualquier posible incendio.

Esa madera y esa vegetación, además, podrían tener un uso en la producción de energía sin mirar muy lejos. En La Pereda, también en el concejo de Mieres y cerca del campus universitario, Hunosa tiene en marcha unas obras por valor de 36 millones de euros para transformar una central que producía electricidad a partir de carbón y materiales estériles por otra que emplee como combustibles biomasa y combustible sólido recuperado.

Su entrada en servicio, una vez completados los trabajos de adaptación, está prevista para el segundo semestre de 2025. “La Pereda será importante para cerrar el círculo. Los montes pueden aportarle biomasa y la central, a su vez, generará cenizas procedente de la quema de esa biomasa. Queremos comprobar si esas cenizas actúan, a su vez, como mejorantes de los suelos forestales. Creemos que sí y eso sería verdaderamente circular”, apunta la profesora.

Del trabajo de este equipo de universitarios y consultores depende que, en los próximos años, se consolide la nueva versión de las cuencas mineras. Fueron chimenea y en el futuro pueden ser sumidero por el bien del medio ambiente.