Cocina el mejor pote asturiano en uno de los rincones más olvidados de Asturias: la historia de Mirta Rodríguez

Raquel L. Murias

Villayón —
21 de noviembre de 2024 09:11 h

0

Mirta Rodríguez acaba de hacer historia por conseguir que su pote de nabizas sea el mejor pote de toda Asturias y, por lo tanto, de España. Su guiso lleva el carácter de Mirta reflejado en su sabor: potente, intenso y valiente. Porque así es ella también, y no solo por atreverse a presentar al concurso de Mejor Pote de España uno que no estaba hecho de berzas, como tradicionalmente se hace en el centro y oriente de Asturias, sino porque Mirta lleva toda la vida remando, remando y remando.

 “Me leí bien las bases, una y otra vez, y cuando vi que no se exigía que fuese de berza entonces dije, ahora voy a poner en valor yo el pote del occidente”, y lo hizo, con el mismo empeño y tesón con el que todos los días, durante sus años de escuela, cruzaba el río Navia remando en una lancha de madera.

El autobús la recogía en el pueblo de enfrente, en Serandinas, en el otro margen del río, donde parecía que se asentaba la vida, mientras que en su pueblo, Llanteiro, solo vivían ella y su familia porque el resto se habían marchado a Avilés. “Cuando se embalsó el río se inundaron muchas fincas y otras desaparecieron, la gente se fue y quedamos solo nosotros”, cuenta. Hoy ya no vive nadie en Llanteiro.

Apostaron por la vida en su pueblo, en una casa de labranza, humilde y sencilla, como tantas otras, donde se compaginaban las labores de la huerta con la ganadería. Su padre, cruzaba todos los días también el río. Lo hacía cargado de leche, con los bidones hasta arriba, que remolcaba en su barca, una barca que él mismo construía y reparaba. Al otro lado del Navia sí llegaba el camión a recoger la leche. A Llanteiro no llegó nunca. 

Rema Mirta ahora desde su pueblo, Villayón, en pleno occidente de Asturias, en una de las zonas más deprimidas de la región. El rincón olvidado lo llaman los chavales del concejo que han puesto ese nombre a una asociación cultural que intenta revitalizar la zona.  Allí, en Villayón, también es donde Mirta gestiona y dirige su restaurante, El Torneiro, y desde donde ha querido poner en valor el pote del occidente, un plato que antes se hacía casi a diario en todas las casas y que mataba el hambre de quienes trabajaban el campo casi en vertical.

Un guiso que merecía ser reconocido y que ella aprendió de la cocina de su madre para después mejorarlo hasta elevarlo hasta lo que es hoy: el mejor pote de toda Asturias.

“Tengo el recuerdo de mi tío que comía el pote que cocinaban mi madre o mi madrina. Y al día siguiente se levantaba y se echaba un plato otra vez”, y de aquella receta nació la que hoy ha versionado Mirta en su cocina. “Después de nacer mi hija hice auxiliar de enfermería, pero yo siempre había tenido inquietud por cocinar y se me daba bien. Aprendí en casa de mi madre y también en la de mi suegra, que siempre fueron de grandes celebraciones y en seguida juntaban a cuarenta o cincuenta personas en casa. Yo siempre he sido una defensora de este pote y si me das a elegir entre pote o fabada, yo siempre me quedo con el pote”, dice convencida.

Era la sexta vez que Mirta Rodríguez presentaba su pote al concurso y no piensa hacerlo más, porque quiere “dejar sitio para los que vienen detrás, hay mucha gente haciendo las cosas muy, muy bien, en las cocinas de Asturias”. Y casi se emociona, porque tiene la sensación de llevar toda la vida luchando. Pero se para un momento y reflexiona “yo nunca le tuve miedo al río y en diez minutos pasaba de un lado a otro, de noche, lloviese, tronase o hiciese frio”. 

Mi hija es ingeniera de minas y mi hijo estudia económicas en Madrid. Me gusta que mis hijos tengan las oportunidades que yo no tuve. Sé que se sienten orgullosos de este premio

Con su mochila al hombro, su lancha y sus remos, Mirta jamás tuvo miedo. Tampoco cuando con 19 años se quedó embarazada. “No fue ningún disgusto, yo siempre estuve contenta con mi vida. Me vine aquí y mi marido y yo compramos esta casa en Villayón, él es de aquí. Mi hija es ingeniera de minas y mi hijo estudia económicas en Madrid. Me gusta que mis hijos tengan las oportunidades que yo no tuve”, reflexiona, y también le gusta que vengan a su restaurante y le echen una mano. “Sé que se sienten orgullosos de este premio”, apostilla Mirta. Ella también lo está de ellos.

En la cocina hierbe despacio el pote que inunda con su olor todo El Torneiro, es como un viaje al pasado, al tío de Mirta, a las cocinas de leña, a las madres y abuelas que tantas veces cocinaron este plato… huele a compango y quita el miedo al hambre y al frío.

Comer el mejor pote de Asturias, el que se hace en El Torneiro, exige que se haga reserva. “No quiero tener más mesas porque me gusta dar un buen servicio y yo además de cocinar también atiendo a la gente, les recibo, me gusta contarles cómo es el pote de esta zona y explicarles todo lo que lleva”, asegura Mirta.

El mejor pote de Asturias lleva dos días de preparación y muchas horas de darle vueltas a la cabeza hasta dar con la receta perfecta. “Hay que ir evolucionando y las recetas también. El primer día ponemos a remojo la panceta, el lacón y la oreja. Al día siguiente por la mañana, cocemos el chosco con los demás compangos. Los sacamos y en esa misma agua se ponen a remojo las fabas. Es ahí, después de unas horas, donde se empieza a guisar nuestro pote. Añadimos los huesos de buey, que los criamos nosotros, luego las nabizas, las patatas, el chorizo y la morcilla”, explica la cocinera.

El mejor pote de Asturias ya se lleva cocinando en El Torneiro varios meses, porque quería Mirta saber qué pensaban sus clientes más fieles antes de presentarlo al certamen. “Lo probó alguna gente de confianza, gente que es de pote, pote, y me dijeron que fuese al concurso sin miedo que estaba realmente bueno”. Y así lo hizo, más convencida que nunca de su trabajo, con su pote envasado al vacío viajando de Villayón a Oviedo, recordándole aquellas mañanas remando en lancha. “No sé como explicártelo, los que tenemos el vicio de emprender nunca queremos dejarlo, queremos ir a más. A mí me ha costado seis ediciones llevar este premio, pero ahora lo que quiero es ir a Fitur con el pote del occidente. Quiero poner en el lugar que le corresponde a este gran plato”.

Quién le iba a decir a aquella nena de Llanteiro que iba a ser la mejor cocinera de pote asturiano cuando cruzaba el río en su chalano. Quién le iba a decir que emprendería en Villayón, en uno de los concejos más envejecidos y despoblados de Asturias y que le iría bien. Quién sabía que aquel empecinamiento de su tío, que comía, desayunaba y cenaba pote, era en realidad una pista para apuntarle un camino certero a su sobrina.

“Cuando empecé a cocinarlo sabía que era uno de los grandes platos desconocidos de Asturias”, dice. Ahora es de los más famosos y el suyo, el mejor de todos. Embarcarse en esto “ha merecido la pena”.