Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
ENTREVISTA

El coordinador de emergencias de MSF: “Gaza es ahora mismo un agujero negro que absorbe todo lo que le puedas dar”

Gente recogiendo agua en uno de los campamentos de Gaza

Raúl Ávarez

Oviedo —

0

El antropólogo griego Nicholas Papachrysostomou pasó por Asturias esta semana cargado con el desaliento que le produce la persistencia sin final a la vista del sufrimiento de la población civil en la Gaza ocupada y arrasada por el ejército israelí. Coordinador de emergencias de Médicos sin Fronteras para esta crisis, a una escala que no había presenciado en 40 de trabajo en situaciones muy complicadas, contó sus experiencias sobre el terreno en el Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo, y en la biblioteca pública Jovellanos de Gijón.

Especialista en econometría, reside en Barcelona, estuvo en Gaza entre octubre y diciembre y sigue en contacto con el personal sobre el terreno.

En la tranquilidad de ciudad pequeña que emana el centro de Oviedo a media tarde de un día de invierno, cuenta las cosas inconcebibles que ha presenciado en lo que parece otro mundo y deja escapar su escepticismo: Gaza necesita todo y apenas llega nada, en las actuales condiciones la tarea de las organizaciones humanitarias apenas significa nada. La guerra, exige, debe detenerse de inmediato.

 ¿Lo que vio al comienzo de la guerra sigue teniendo validez ahora?

Yo salí de Gaza con un montón de preocupaciones alrededor de las Navidades. Y, dos meses después, se quedan grabados los mismos miedos en la cabeza de la gente que vuelve ahora. Podemos resumirlo así: lo que hacemos es una nanogota en un océano de necesidades. Porque las necesidades, a medida que la invasión se prolonga, van aumentando progresivamente y de manera impresionante. Crecen los casos de todo, el riesgo de epidemias aumenta y la ayuda humanitaria disminuye porque no puede entrar y el personal humanitario sigue siendo el que es.

Visto desde fuera, sigue habiendo muy poca gente para manejar todo eso. Los colegas nacionales, obviamente, se lo están dejando todo. Son los que saben todo, lo hacen todo, ayudan en todo. Pero necesitan apoyo externo para alcanzar una mezcla, un punto óptimo. El norte de la Franja está fuera de todo. Ahí no existe ninguna garantía de seguridad para nadie. El manejo de la situación es pésimo. Es decir, tú avisas: yo voy a hacer eso, eso y eso. Y no sabes si se te va a permitir hacerlo o no, nada.

Y en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Médicos sin Fronteras estuvo invitada el 22 de febrero, hace pocos días, para informar a los 15 miembros. Y no sacamos en claro nada. Están hablando de una tregua, un alto el fuego, de 30 días. ¿Cómo que 30 días? ¿Con 30.000 muertos, 70.000 heridos, y todo se reduce a 30 días para intercambiar unas docenas de rehenes? Entonces, desafortunadamente, tengo que decir que desde que yo salí de Gaza no ha cambiado nada.

 No suena muy optimista sobre la posible tregua que se discute estos días.

No sé qué pasará ahora. Pero yo viví allí el anterior alto el fuego de siete días. Estuve dentro antes y después de ese periodo. Justo antes de la tregua, el aumento en bombardeos y ataques aéreos fue inmenso. Había una lógica paradójica, digamos, en la mente de los que estaban realizando la operación militar. Creo que pensaban: nos quedan 48 horas antes de la tregua, matemos lo máximo que podamos. Luego empezó la tregua. Y fueron siete días en los que la vida surgió en las calles de nuevo: mercados, gente que vuelve a vender, legumbres y verduras que llegan y todo mejora.

Lo que nos queda ahora es este plan tremendo para atacar la última franja de la Franja. Me vas a dar una tregua de 30 días, perfecto. Y después me vas a atacar al millón y medio de personas que quedan. Yo ya he perdido la sensación de que existe la lógica

Pero después empezaron otra vez los bombardeos, más fuertes aún. Así que, para nosotros, tiene poco sentido un alto al fuego de una semana, dos semanas o un mes. ¿Para qué? ¿Para empezar a bombardear después a la gente que recibió la ayuda humanitaria en esa pausa? No tiene lógica. Porque lo que nos queda ahora es este plan tremendo para atacar la última franja de la Franja. Me vas a dar una tregua de 30 días, perfecto. Y después me vas a atacar al millón y medio de personas que quedan. Yo ya he perdido la sensación de que existe la lógica y es difícil saber lo que es factible, lo que es humanitario.

 ¿Qué cree que va a pasar?

Sobre todo visto desde fuera, da mucha sensación de que da igual lo que uno piense, haga o diga, porque no tiene ningún efecto sobre la realidad. Si estuviéramos ahora en Rafah y los dos diéramos un paseo por la ciudad, sería toda una experiencia. Rafah podría tener una cierta semejanza con lo que nos rodea aquí [el centro de Oviedo]. Pero veríamos tiendas de campaña por todas partes. Cuando digo tiendas de campaña, no me refiero a las que se compran en Decathlon. Hablando de plásticos montados sobre trozos de madera. Y eso los afortunados, porque muchísima gente tiene todavía menos.

Habría niños por todos los lados; allí, en el banco; en el otro banco, no sé dónde más. Personas sentadas en el suelo, gente durmiendo en un banquillo y después, más allá, por ejemplo, una escuela primaria. Y le juro que no hay ninguna diferencia sustancial entre esa escuela y las escuelas asturianas. Que no piense la gente en los países más pobres de África o en sitios rurales. Rafah, toda Gaza, son un lugar pequeño, construido en cascos urbanos densos. Una escuela primaria tiene quizá 50 aulas y diez letrinas, baños y duchas. Ahora tiene que servir de refugio para miles de personas. Es imposible. Hemos hecho una distribución de artículos no alimentarios –kits de cocina, colchones, mantas, cosas que no son comida– en una escuela para las 15.000 personas que vivían dentro y en los alrededores más cercanos.

 ¿Cómo se siente ahí?

Es difícil de decir. Pero sucede todo el tiempo. Abrimos una clínica de atención primaria en el centro de Rafah y en pocos días estuvo rodeada de tiendas de campaña. No había nada más a la vista. El primer día tuvimos 250 pacientes sin haberla promocionado, no sabemos ni cómo se enteró todo el mundo de que había abierto. Y lo que pasa es que la gente que no tiene acceso a nada ni otro sitio a donde ir, simplemente, observa, se fija en todo. Ve médicos y chalecos y piensa: ahí hay una clínica, vamos allá. Gaza es ahora mismo un agujero negro que absorbe todo lo que puedas dar. Y puedo seguir durante horas con este tipo de descripciones.

 ¿Hay cuestiones previas que arreglar incluso antes de centrarse en algo tan esencial como cuidar de los enfermos y los heridos?

Han pasado cuatro meses y en poco tiempo va a hacer cinco. Esto significa que esta pobre gente palestina, que son médicos, cirujanos, enfermeras, parteras, ginecólogos, lleva trabajando 145 días sin parar. No pueden más. Porque, seamos honestos, no somos nosotros, los de fuera, los que hacemos todo el trabajo diario. Son ellos quienes lo hacen. No Médicos sin Fronteras, ni las Naciones Unidas, sino los hospitales del Ministerio de Salud. Lo poco que todavía funciona parcialmente funciona gracias a ellos.

MSF tiene personal que, de forma independiente, está actuando todavía en hospitales donde como organización no podemos intervenir porque no tenemos acceso al Norte. ¿Con qué están trabajando? Voy a leer lo que ha dicho nuestro secretario general, palabra por palabra, frente al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas: «Nuestros cirujanos se están quedando sin gasas para evitar que sus pacientes se desangren. Las usan una vez, exprimen la sangre, las lavan, las esterilizan y las reutilizan para el siguiente paciente».

Están usando lidocaína para hacer operaciones que requieren anestésicos muchísimo más potentes. La lidocaína es un anestésico tópico. No tenemos medicamentos. Esta gente no tiene medicamentos. No hay jeringuillas, no hay equipamiento, no hay consumibles. Gaza ya dependía de la ayuda humanitaria antes de la guerra, antes del 7 de octubre. Se resume en la llegada de 500 camiones llenos de artículos a diario. Cuatro meses después, ¿cuántos camiones está recibiendo?

 Leí esta semana que no más de cinco o seis algunos días.

Bueno, en febrero algo más de 90 como promedio. De enero a febrero tuvimos una reducción del 50%. 200 en enero, 100 en febrero. Estamos recibiendo la quinta parte de lo que necesitaba Gaza antes de la guerra. Y llevamos 30.000 muertos. Esa gente, desafortunadamente, ya no necesita nada. Pero tenemos también 70.000 heridos, camas por todos los lados, pacientes por todos los lados.

Hay desplazados por todas partes sin combustible ni nada. ¿Cómo se lo vamos a llevar? Y por eso yo digo que, ahora mismo, no hay una respuesta humanitaria en Gaza. Si quiere escribir y caracterizar la situación, la respuesta que hay es que, ahora mismo, lo único que estamos haciendo es un poco para que usted y yo podamos dormir en la noche. Pero, lo repito, ahora mismo no hay una verdadera respuesta humanitaria en Gaza.

 ¿Esperaba la magnitud de esta crisis?

Si hacemos unas matemáticas sencillas, de las de primaria, para dividir 30.000 muertos entre 145 días, tenemos un promedio 205 diarios. Esa es la tasa de mortalidad por la guerra. No sé lo que pasa en otros sitios, pero en nuestro hospital de maternidad, el que apoyamos, estamos perdiendo de cuatro a seis neonatos al día. Y no tengo claro que esas muertes se cuenten en las estadísticas. Puede ser, pero no estoy seguro.

Porque la atención está en los muertos que causa la guerra de forma directa, pero hay muchos otros, un montón de muertos que no mueren por las bombas sino por sus consecuencias. Pero, incluso aunque el promedio sea de 205, eso supera a cualquiera de las otras crisis que hayamos tenidos en los últimos años, las de Siria, Irak, Afganistán o Yemen. En Siria, la segunda en gravedad, el promedio de muertes diarias era de 96,5. Cada día que las autoridades israelíes, la comunidad internacional o las Naciones Unidas no toman la decisión de parar la guerra más gente muere, resulta herida, tiene que desplazarse a la fuerza. La gente sufre y se contagia de todo lo que es infeccioso. De modo que es como un reloj y cada día cuenta.

 ¿Cree que la ayuda internacional, y la ayuda médica en concreto, está siendo un objetivo consciente y directo de las fuerzas israelíes?

Las autoridades israelíes tienen una lista que llaman lista de doble uso, o sea, todos los artículos que pueden, según los especialistas en este tipo de temas, ser utilizados en operaciones militares. Lo que está en esa lista no puede pasar porque Hamas, dicen, podría aprovecharlo. Pero es que la lista incluye, por ejemplo, generadores eléctricos que entonces no podemos trasladar a un sitio donde no hay electricidad. Y no hablo ya del alumbrado público, hablo de los hospitales, que sin luz no pueden tener concentradores de oxígeno, esenciales para todos los problemas respiratorios que ahora mismo nos encontramos en Gaza por las lluvias, por las tiendas de campaña, por los niños. En nuestra clínica, uno de cada dos pacientes tenía una infección respiratoria aguda.

¿Alguien me puede decir qué están haciendo las 50.000 mujeres embarazadas de Gaza? ¿Qué hacen las personas asmáticas, diabéticas, enfermas de cáncer? Eso no se paró por la guerra

Hace meses que hay camiones en la frontera con estos equipos, pero no los vamos a tener. Y lo mismo sucede con muchas otras cosas útiles. No dejan pasar ni las tiendas de campaña, con la falta que hacen, porque tienen palos y no sé qué y no sé cuánto. La frontera abre y cierra y lo que llega tiene todas estas restricciones. Después, tienes toda la parte caótica de pasar por Egipto y rebotar entre la Cruz Roja Egipcia que va a trasladar cosas y entregarlas a la Cruz Roja Palestina. No puede ser. Tienen que abrir la frontera y dejar fluir la ayuda y aun así no vamos a poder con todo. Es que es tan inmensa la necesidad que necesitamos personal humanitario y una logística tremenda para que la ayuda llegue. Y todo esto si hablamos del Sur. No digamos ya en la zona media ni en el Norte. La zona norte, para mí, es como si fuera el lugar de la calavera. 

Hemos visto paisajes de escombros.

Pero sabemos que aún hay gente en el norte porque la escuchamos. Y porque no todo el mundo se puede desplazar. Hay un montón de gente que no está en condiciones de caminar ni cinco kilómetros. No hay vehículos que lleven a esas personas. Hay mucho miedo a los francotiradores y los drones, que han disparado y han matado a muchas personas. Y hay que contar con los heridos graves y con las personas que no están heridas pero necesitan atención médica por otros motivos. La gente escucha que hay necesidades médicas y lo asocia con víctimas de ataques aéreos, de artillería, de tanques. Pero pasan más cosas.

¿Alguien me puede decir qué están haciendo las 50.000 mujeres embarazadas de Gaza? Porque, según los cálculos demográficos, debe de haberlas. ¿Qué hacen las personas asmáticas, diabéticas, enfermas de cáncer? Eso no se paró por la guerra. Y creo que en España podemos entenderlo bien ahora mismo porque tenemos reciente la experiencia de la pandemia.

Yo estaba en Barcelona mientras corría la primera ola del covid y todos sabemos qué pasó cuando cerró la atención primaria. La gente con enfermedades crónicas no tenía a dónde ir para obtener su medicación. En el exterior del hospital hemos construido un puesto de salud semipermanente, también con lonas de plástico. Son las cosas que estamos haciendo, 25 camas por aquí, 25 por allá. Tenemos 70.000 heridos y hubo 5.500 partos en febrero y yo solo puedo hablar de 25 camas.

 ¿Qué sensación le deja ver hospitales destruidos?

En mi segundo día en Gaza entré en un sitio en donde yo no podía discernir un hospital. Ni se veía, detrás de los miles de desplazados que vivían allí. La gente tiene la ilusión de que los hospitales siguen siendo puntos seguros y, desgraciadamente, no lo son. Aun así, acuden a ellos por miles. Probablemente teníamos allí 15.000 personas. Y luego nos dicen que lo evacuemos. ¿Qué me cuentas? ¿Cómo vas a evacuar este hospital? No se va a un hospital bajo el pretexto de que el enemigo lo está usando.

No hemos visto en ningún momento evidencias concretas ni pruebas independientes de que sea así. Y las leyes internacionales humanitarias fijan unas reglas. Los hospitales no pierden sus estatus protegido tan fácilmente. Ningún hospital. Si los destruyes todo, ¿qué nos queda? Cómo vamos a hacer frente al flujo de pacientes que necesitan atención quirúrgica,  curas, tratamiento para heridas e infecciones. ¿Tratas a alguien y después lo mandas a su tienda de campaña? Al día siguiente lo vas a tener infectado, si tiene suerte, porque puede pasarle mucho más que eso.

¿Ha comentado con sus compañeros el vídeo de las fuerzas especiales disfrazadas de personal sanitario en un hospital?

Eso perjudica a la profesión médica. Ahí estás poniendo en duda quién es un médico real y en riesgo a los verdaderos médicos. Eso no vale. Ya llevo casi 40 años en la ayuda humanitaria y en esta guerra se están dando por legítimas muchas cosas que van contra la Ley internacional humanitaria. No hay reglas. La UNRWA, la agencia de la ONU para el apoyo de los palestinos refugiados, ha perdido 158 personas. Es la misión más letal que han tenido.

Las bombas han matado a familias completas. Eso no se puede reconstruir. Pero, por lo menos, tenemos que intentarlo con las vidas de los que aún respiran.

Y encima le suspendes también la financiación porque se hacen acusaciones de que unas pocas personas de su plantilla, una docena entre miles, estuvieron implicadas en el ataque del 7 de octubre. Y eso basta para castigar a castigando a dos millones de personas. Dicen que esta guerra se está librando contra Hamas. No es verdad, no puede serlo. En una zona con tanta densidad de población, no es posible ser selectivo. Las bombas matan a todos. Estamos viendo en nuestra clínica bebés, menores, ancianos, mujeres. Son civiles. Todo es aleatorio. Vas camino del trabajo y de repente ves un agujero en el lugar donde el día antes había un edificio con toda una familia dentro. ¿Qué ha sido de ella? Tal vez mañana seré yo. 

¿Cuánto cree que puede durar eso?

No sé cuánto va a durar. Lo importante para nosotros ahora mismo un alto el fuego. Lo necesitamos ahora. Y tiene que ser sostenido para dejar a la gente trabajar. Hay que dejar espacio al poco personal humanitario que tienes dentro y, particularmente, a la misión médica. En segundo lugar, hay que abrir el paso hacia el Norte para ver lo que tenemos ahí. Tercero, hay que parar las órdenes de evacuación. El territorio no da para más. ¿A dónde va a ir la gente? El hacinamiento tiene consecuencias. Y, en cuarto lugar, hay que abrir las fronteras para que entre ayuda de verdad desde Egipto, centenares de camiones y más personal.

 ¿Cuánto tiempo llevará la reconstrucción?

Eso también es difícil de saber. La gente ya no puede volver a unos hogares que han dejado de existir. Necesitará tiendas de campaña durante muchísimo tiempo más. Se han bombardeado casas, edificios de dos o tres pisos en los que, como una familia normal árabe, vivían padres e hijos. Por eso las bombas han matado a familias completas. Eso no se puede reconstruir. Pero, por lo menos, tenemos que intentarlo con las vidas de los que aún respiran.

Etiquetas
stats