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El inspector jefe de la Policía de Asturias que quería ser cura con nueve años cumple su sueño con 72 tras enviudar

Pilar Campo

27 de mayo de 2023 11:44 h

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A los nueve años, José María Sauras le dijo a su madre desde su mirada infantil que quería ser cura. Ella, prudente, no le desanimó pero le recomendó que esperara a vivir un poco más la vida porque aún era muy pequeño. Él esperó seis décadas.

Por el camino se hizo policía nacional y se licenció en la facultad de Ciencias de la Información en Madrid. Se retiró como inspector-jefe en Asturias y, ya jubilado, el recorrido vital le llevó por otros derroteros que han confluido, a sus 72 años, en el punto originario. Este domingo será ordenado como sacerdote en la Catedral de Oviedo en una ceremonia presidida por el arzobispo Jesús Sanz Montes.

José María Sauras nació en el barrio madrileño de Chamberí en 1950. Aún no ha soplado las 73 velas y para él no existe la palabra “imposible”. Es un claro ejemplo de que si se persigue un sueño hay que llevarlo hasta el final. Aunque el motivo de que él sea ahora como el Ave Fénix y haya pasado de la tristeza más profunda a “rozar casi la perfección de la felicidad”, según sus propias palabras, haya sido una pérdida tan importante como la muerte de su mujer Maricarmen, con la que llevaba casado más de cuatro décadas.

Dos fechas estarán siempre unidas por ser claves en su vida: el 16 de junio de 2020, cuando murió Maricarmen, y el 28 de mayo de 2023, cuando se convertirá en sacerdote. Son dos días que ya están marcados a fuego en su cabeza y su corazón.

José María Sauras reconoce que estaba profundamente enamorado de Maricarmen, una ovetense a la que conoció en 1975. Era sobrina de una amiga íntima de su madre. En aquel momento él vivía en Madrid y su madre, de forma premonitoria de nuevo, le pidió que fuera su “cicerone”. De acompañarla a conocer la capital española pasó a convertirse en su novia, luego su esposa y más tarde en la madre de sus tres hijos: Borja, Pablo y Carlos que les han dado dos nietas: Jane y Emma.

José María y Maricarmen eran los “eternos novios”, suscribe, tanto en Oviedo como en Gandía donde pasaban las vacaciones de verano, porque siempre estaban juntos. Por eso su muerte fue para él un mazazo y reconoce que se hundió en un pozo de “tristeza y dolor” del que creyó que no iba a salir. Incluso deseaba reunirse pronto con ella. Por eso esta nueva etapa que se abre para él a través del sacerdocio le ha devuelto la alegría y la ilusión por vivir. Sostiene que ahora está “muy feliz rozando la perfección”.

“Me cabreé conmigo mismo al pensar en ser cura con Maricarmen muerta en la habitación”

Él mismo relata cómo tuvo un primer acercamiento a la idea de ser cura que tanto le rondaba en la cabeza desde niño. Recuerda que le daba vueltas continuamente. Cuando se jubiló como inspector-jefe de la Policía Nacional, adscrito a la Jefatura Superior de Asturias, volvió a plantearse su vida relacionada con la Iglesia. Pidió autorización a su mujer Maricarmen cuando quiso ser diacono. Explica que ella le contestó que lo hiciera si era ese su deseo. Por eso admite que se enfadó consigo mismo cuando, estando ella recién fallecida, él vio que había llegado el momento de tomar la decisión definitiva de ser cura.

El día que murió mi mujer le dije a mi hijo: 'Borja, ya está'. Al ir a avisar a mi hijo Carlos me vino a la mente la frase 'ahora te puedes ordenar como presbitero'. Me cogí un cabreo muy fuerte conmigo mismo por pensar en eso en esas circunstancias

“Estábamos el 16 de junio de 2020 mi hijo Borja y yo en la misma habitación con mi mujer. Mi hijo Carlos estaba en otra. Yo estaba en la cama con Maricarmen. Cuando vi que no respiraba le dije a mi hijo: 'Borja, ya está'. Me levanté para ir a avisar a Carlos y cuando iba por el pasillo me vino a mi mente la frase 'ahora te puedes ordenar como presbitero'. Me cogí un cabreo muy fuerte conmigo mismo. Me llamé de todo, hasta miserable”, rememora.

José María Sauras ilustra con un ejemplo gráfico cómo se sintió ese día. Dice que en la vida uno se encuentra un camino donde todo son “flores, mariposas y un cielo azul”. De repente te encuentras una tapia que te impide seguir, pero hay otro camino por el que puedes andar. Y lo coges hasta que hay otra tapia y otro camino. En el penúltimo camino él se encontró con una montaña que era “inexpugnable”, describe.

Esa montaña pensaba que no la podía escalar pero en ese momento vio la luz. “Dios me indicó el camino, que también estaba lleno de flores y de mariposas y de un cielo azul...”.

Y se dio cuenta de que esa idea que le atormentaba y que de forma repetitiva volvía a su cabeza una y otra vez era ese camino alternativo a la montaña. Consultó a varios curas, entre ellos a Alberto Reigada, el párroco de la iglesia de San Francisco Javier del barrio ovetense de La Tenderina donde el próximo 4 de junio celebrará su primera Misa.

“En mi guión estaba que no iba a poder ser cura por mi edad”

También le trasladó sus pensamientos al rector del Seminario Metropolitano de Oviedo, Sergio Martínez Mendaro. Dice que en su guión estaba la palabra “no” porque pensaba que a su edad adónde iba a ir. Que ya era diacono y que ya estaba “haciendo su misión”.

Pero el rector no le contestó con una negativa. Al contrario, le recomendó que hablara con el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, con el que siempre José María Sauras había tenido un trato muy cercano. Recuerda especialmente que todos los años le enviaba una felicitación por su cumpleaños. “Siempre fue muy cariñoso, muy simpático y agradable conmigo”, dice emocionado.

Pero la última felicitación era diferente. En esa ocasión a los buenos deseos por su 72 cumpleaños le añadía unas palabras de recuerdo hacia Maricarmen. Y esa dedicatoria a su mujer ya le acabó de animar por completo. Le contestó por Whatsapp y ambos quedaron en verse el 22 de julio de 2022, otra fecha para enmarcar en el calendario vital de José María Sauras. Y ese día el arzobispo le dio su bendición para cumplir su sueño.

“Lo primero que se me ocurrió fue preguntarle si realmente hablaba en serio. Pensé que me iba a decir que no. Pero me dio una lección más de las muchas que me está dando. Me dijo una frase que me llegó profundamente. Me dijo que 'el dueño de la viña llama a unos a primera hora de la mañana y, a otros, a última hora de la tarde y a todos les pagó lo mismo'. Y yo pensé que ya estaba claro mi camino”.

Cuando le dije a mi madre que quería ser sacerdote ella me dijo: 'muy bien, pero no'. Cuando le pregunté por qué, ella me contestó que 'era muy pequeño, que antes tenía que conocer la vida y luego si quería que fuera cura'. Siempre quise ser sacerdote

José María Sauras veía así cumplida su máxima aspiración. Recalca que no ha habido ni un solo instante en que no se acuerde de su mujer. Piensa en ella continuamente. Y también se acuerda de su madre, a la que ya de pequeño le confesó que quería ser cura. Esa madre muy religiosa que tenía mucho carácter y se preocupaba de que él y sus tres hermanos fueran todos los domingos a misa. La misma que les matriculó en el colegio de los Sagrados Corazones en Madrid donde cursó sus estudios desde párvulos.

“Recuerdo perfectamente que no fue antes de los nueve años, ni después de los diez cuando le dije a mi madre que quería ser sacerdote, me dijo textualmente: 'muy bien, pero no' y cuando le pregunté por qué, me contestó que era muy pequeño, que antes tenía que conocer la vida y luego si quería que fuera cura”, comenta.

Como diácono, he bautizado a mis dos nietas, Jane y Emma, en la iglesia parroquial de San Javier, en Oviedo, y he participado en la boda de mi hijo mayor

Como diácono, José María Sauras ha bautizado a sus dos nietas, Jane y Emma, en la iglesia parroquial de San Javier, en Oviedo, y ha participado en la boda de Borja, donde ofició el rito de la liturgia del matrimonio. “Como diácono podía hacer tres sacramentos: matrimonio, eucaristía y bautizos”, recuerda con orgullo.

Sus antiguos compañeros del Cuerpo Nacional de Policía han acogido tan bien su nueva faceta que le han pedido incluso que oficie la Misa del patrono. “Ya me han dado la enhorabuena”, corrobora. Y a la pregunta de si ha invitado al jefe superior de Policía de Asturias, Luis Carlos Espino, al solemne acto de Ordenación Presbiteral que tendrá lugar el domingo, día 28, en la Catedral de Oviedo a las seis de la tarde, donde junto a él serán ordenados otros cinco nuevos sacerdotes, él responde que no ha querido decir nada para no comprometerle. Y añade con humor que “hay un undécimo mandamiento que es no molestar”.

Afirma que la coincidencia de la ordenación con las elecciones municipales y autonómicas es mala fecha para la Policía Nacional porque tiene mucho trabajo ese día para controlar que la jornada se desarrolle con normalidad y sin incidencias.

José María Sauras tiene un lema que practica a la perfección que es no mezclar temas. Por eso prefiere centrarse en su etapa actual. Trabajó como policía nacional desde los 19 a los 56 años. Entre otros destinos, ejerció como jefe de prensa, lo que le permitió compaginar su otra profesión como periodista.

Asegura que nunca se llevaba el trabajo a casa. En la Jefatura Superior de Policía de Asturias, donde se retiró del servicio activo en 2006, era el inspector-jefe y cuando llegaba a su domicilio se desprendía de ese papel para ejercer únicamente como marido, padre y como abuelo siempre que tiene la oportunidad de estar con sus dos nietas, ya que son hijas de Pablo, el único de sus tres hijos que no vive en Oviedo, ya que residen en Greenville, en Carolina del Sur (Estados Unidos).

Aunque guarda un buen recuerdo de su etapa profesional como policía, a la que también se entregó por completo, ahora se centra en una fecha y un lugar concreto: el 28-M y la Catedral de Oviedo. No obstante, opina que aunque pueda parecer que son caminos muy opuestos, hay una similitud. A su juicio, no hay tanta diferencia entre ser policía o cura.

“En la Policía nunca decíamos 'vamos a trabajar, sino entramos de servicio'. En ese caso, antes como policía desarrollaba un servicio a la sociedad; ahora soy diácono permanente y a los diáconos se les denomina servidores. Así que, con mi nueva misión como diácono y a partir del domingo 28 como sacerdote, será como retomar el servicio a la sociedad”, compara.

Aún desconoce cuál será su destino siguiente. Pero afronta con ilusión esta nueva vuelta al sol. “Tengo un doble sentimiento: por un lado, siento pena, dolor y tristeza porque no tengo a la mujer de mi vida a mi lado, Maricarmen. Pero, por otro, siento felicidad y una alegría inmensa por ordenarme sacerdote”, corrobora. Una felicidad que, en el caso de José María Sauras, ya roza con la perfección.