Tenía 19 años cuando abandonó su casa, dejó a su familia y salió de su país, Irán, para cumplir el sueño que se había instalado en su cabeza desde que a los ocho años la obligaron a ponerse un velo (hiyab) para salir a la calle: vivir en libertad.
Han pasado ya siete años desde que aquella joven iraní, llena de miedos e ilusiones, aterriazaba en Asturias para ser ella misma. María no es su verdadero nombre, pero es como nos vamos a referir a esta cineasta que, sin pelos en la lengua, cuenta la vida en Irán desde que un régimen totalitario, el de los ayatolás, les robara la libertad.
Habla sin tapujos, pero su familia continúa en Irán y reconoce que aún no está preparada para que el régimen le prohiba la entrada en su país porque eso supondría no volver a verles. Por eso María guarda celosamente, de momento, su anonimato.
Con 26 años ha logrado cumplir uno de sus sueños, estudiar cine, y a pesar de dedicarse a la intervención social, su formación audiovisual hace que su objetivo profesional sea poder contar historias a través de la lente de una cámara. De momento, no va mal encaminada, pues María estrena su primer cotrometraje en la 62 edición del Festival Internacional de Cine de Xixón (FICX), que arranca el viernes 15 de noviembre.
El primer contacto de María con la realidad opresora que mandaría durante los años que permaneciese en Irán fue cuando a los siete “me colocaron un velo que pesaba más que yo y que debería llevar cada vez que saliese a la calle”.
Cuenta que en el colegio el ambiente que se respiraba era de guerra y odio permanente, “te inculcan el odio a Israel, el odio a Estados Unidos, el régimen está en constante guerra contra todo el mundo”, recuerda. Fue apartir de entonces cuando se percató de todo lo que ni podía ni podría hacer nunca en su país y por eso decidió encaminar su vida a emigrar para ser quien quería ser. “Fueron años de preparación para un viaje, el viaje de mi vida”.
La elección del país de destino no era fácil pues el conocimiento que desde Irán tienen del exterior es muy limitado. Cuando era pequeña creía que la felicidad plena se conseguía llegando a Nueva York, reconoce sonriendo, pero a las dieciséis empezó a saber algo de Europa y fue cuando decidió que este sería el destino de su viaje.
Nací y crecí en un estado constante de miedo. Si quieres dejar de vivir con miedo tienes que salir. El cuerpo de la mujer es el campo de batalla del régimen
Conseguir el visado no fue fácil, recuerda, de hecho la primera vez la rechazaron, al igual que a tres de sus cuatro hermanas, quienes por ello siguen viviendo en Irán “una vida que no eligieron”. La familia de María la completa un hermano, su madre y su padre, y otra hermana que también consiguió salir de Irán.
Sabe que nació y creció en un estado constante de miedo, por eso las niñas saben desde un prinicipio, al igual que su padres y madres, que la única salida para ellas es abandonar el país, un país sometido por un régimen para el que “el cuerpo de la mujer es su campo de batalla” .
Mujer, vida, libertad
El asesinato de Masha Amini, la joven iraní que murió detenida por llevar mal colocado el velo, en 2022, supuso un antes y un después para María, que estaba en Irán porque había ido a visitar a su familia. En el entierro de Amini, en el Kurdistán, un hombre comenzó a gritar Mujer, vida, libertad, un lema que había traspasado las fronteras iraníes procedente de Siria y que se institucionalizó como un verdadero clamor que ya ha cumplido dos años.
Si bien para María el asesinato de Marsha Amini supuso el punto de inflexión que explica el fin del silencio de las mujeres en Irán, ella misma cuenta que hay echar la vista cinco años atrás, al año 2017, para entender el inicio de los primeros movimientos públicos de mujeres, cuando una joven llega a una plaza de Teherán, cubierta con un velo blanco, se quita el hiyab y lo agita al aire, como señal de protesta por la imposición del uso obligatorio del velo, dando lugar a partir de entonces al #WhiteWednesday o miércoles blancos.
Miércoles de protestas en los que decenas de mujeres se reunían en las plazas de la capital iraní y se descubrían la cabeza, comenzando una verdadera revuelta que acabó con miles de detenciones y hasta ejecuciones.
María defiende que la religión en ningún caso puede definir quién es una persona pues es algo que debe permanecer en la esfera de la vida privada. Considera que el velo o hiyab no se enmarca en el ámbito de lo cultural, sino de lo religioso, pero a pesar de que “el origen sea malo”, hay que dejar de cuestionar a las mujeres que lo llevan y no preguntarles por qué lo hacen.
Cuando voy por la calle y me cruzo con la policía, me echo la mano a la cabeza en un ademán de colocarme el velo. Crees que lo has superado, pero tu cuerpo no lo ha hecho
Ella misma cuenta cómo fue su llegada a España, donde pensaba que el sentimiento de libertad la invadiría desde el primer momento, aunque no fue así. De hecho, recuerda cuando paseaba por la calle en compañía de un extraño sentimiento de miedo cuyo origen no sabía explicar. “Cuando voy por la calle y me cruzo con la policía, me echo la mano a la cabeza en un ademán de colocarme el velo. Crees que lo has superado, pero tu cuerpo no lo ha hecho”, reconoce.
Por eso es tan importante, a su juicio, no cuestionar a las mujeres que, fuera de Irán, continúan llevando su cabeza cubierta. Los tiempos de cada una son muy personales, es muy importante no cuestionar, explica María.
Aunque no está preparada para hablar de Irán y contar su historia a cara descubierta, y sabe que ese momento acabará llegando más pronto que tarde, esta cineasta iraní continúa acercando la situación de la mujer en Irán allá donde va, pues cree que es lo menos que puede hacer por todas las mujeres que permanecen en el país, muchas de ellas, encarceladas.
“Si hace siete años me hubiese dicho alguien que hoy te estaría contando todo esto, no le habría creído. Sé que acabaré hablando a cara descubierta”, reconoce.
Desde Amnistía Internacional Asturias, su presidente, Gonzalo Fernández-Corugedo, explica que la situación de Irán tiene peculiaridades similares a las de Afganistán, al tratarse de dos países “emparentados” por haber establecido en su legislación la discriminación por cuestiones de género.
Por ello hay una corriente creciente de juristas que, junto a Amnistía Internacional, reclaman la inclusión del apartheid de género como crimen de derecho internacional, con el objetivo de intensificar los esfuerzos en la lucha contra los regímenes institucionalizados de opresión y dominación sistemáticas, impuestas por motivos de género. Dos de los ejemplos más significativos de estos regímenes son el talibán en Afganistán y el de los ayatolás en Irán.
El concepto de apartheid por motivos de género fue articulado por primera vez por defensoras afganas de los derechos humanos en la década de los 90, como respuesta al sometimiento de las mujeres y niñas por parte de los talibanes, extendiéndose su uso cuando estos recuperaron el poder el pasado 2021. Varias feministas iraníes también han argumentado que la discriminación por motivos de género en la República Islámica de Irán también constituye apartheid de género.
De esta forma existe una campaña a nivel internacional en la que movimientos como Amnistía Internacional, según cuenta Fernández-Corugedo, o la propia Orgnaización de las Naciones Unidas, reclaman el reconocimiento mundial del apartheid de género dentro de la legislación internacional como crimen de lesa humanidad, para extender de manera plena la protección legal a mujeres, niñas y personas LGTBIQ.
La situación en Irán continúa empeorando con la tramitación del Proyecto de Ley de apoyo a la castidad y el uso del hiyab, con el que, tal y como cuenta el presidente de Amnistía en Asturias, el Estado incrementrá su respuesta opresiva sobre las mujeres que no lleven el hiyab.
“No tengo una bola de cristal”, responde María sobre el futuro de Irán, pero tiene claro que lo que ya ha avanzado el pueblo, pase lo que pase con el régimen, afirma, ya no tiene marcha atrás. El movimiento Mujer, vida, libertad ya es parte de la historia de un país cuyas mujeres han sabido levantarse públicamente, aún a costa de sus vidas. El deseo de María es sencillo, que cuando diga que es de Irán se piense en un país que tiene anhelo por la vida y no por la destrucción.