Leticia Baselgas: la panderetera que nació en el posfranquismo y alcanzó la libertad creativa en el 'post folk' asturiano

Leticia Quintanal

Gijón —
9 de diciembre de 2024 06:01 h

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A sus 40 años ha conseguido deconstruirse y vivir el folclore y tradición asturianos de una manera muy diferente a como comenzó hacerlo cuando a las cuatro su madre la apuntó a baile regional. Cantante, panderetera, artista visual, doctora en Arte y cincuenta por ciento del dúo de post folk asturiano L-R, Leticia Baselgas desnuda su alma al público con Diarios de una panderetera, su primera publicación no académica, compuesta a partir de los relatos que escribía en sus diarios desde que era pequeña.

Diarios de una panderetera habla de tradición, de identidad y de autenticidad, pero sobre todo, habla de entendimiento y autoconocimiento, el de una niña, que ya no lo es, que reflexiona desde sus primeras experiencias en un grupo de baile marcado por la disciplina y el imaginario posfranquista, pasando por su desencanto con la música tradicional y el excesivo rigor etnográfico, para acabar encontrando un espacio en el que desarrollar su verdadera libertad creativa, en el post folk asturiano.

La tradición es algo vivo, como una voz sin nombre que va pasando a lo largo del tiempo, modificándose conforme quienes la vayan interpretando

La primera parada en la conversación con Leticia Baselgas llega de la mano de una pregunta: “¿qué es la identidad asturiana?”- silencio- “ufff”, responde, “yo era una adolescente en un grupo folclórico y no tenía ni idea de nada”, arranca, y prosigue explicando cómo su periplo finaliza cuando entiende que la tradición es algo vivo, con un significado, es como una voz sin nombre, que va pasando a lo largo del tiempo y sufre modificaciones en función de quienes la vayan interpretando.

Leticia González (Baselgas es su nombre artístico y viene del pueblo en el que vive) nació en Xixón, en 1984, pero vive en Baselgas, Grao, donde como ella dice “me pasó todo”. Comenzó a bailar a los cuatro años, y ya desde ese momento notó una fuerza en su interior que la acabaría llevando a basar en el baile su propia identidad. Aun así, hasta pasados de largo los veinte bailó “según las normas”, pero tras lograr reconstruirse, ahora con 40 baila porque los siente, porque le hace feliz. Y así el baile pasó a ser parte de su cuerpo y de su gesto.

Le regalaron su primer instrumento en 1994, una pandereta, que ella reconocía que tenía “como un complemento pa la Nancy” porque era la decoración cuando se vestía, pero todo cambió cuando a los 17 años conoció el disco del grupo Muyeres y se produjo su verdadero encuentro con la pandereta, al percatarse de que aquello era una pulsión que completaba lo que llevaba años fraguándose en su cabeza, lo que como mujer ella también buscaba porque “axuntaba tola potencia de la voz de la muyer”. Y Leticia decidió ser panderetera.

Diarios de una panderetera hablar, por tanto, de un instrumento de percusión, la pandereta, que a pesar de haber sido siempre un elemento de poder, tal y como reconoce la autora, no fue hasta hace poco que se ha reconocido como tal, cuando ya ha abandonado el ámbito de lo etnográfico y la tocan decenas de personas, que han conseguido que, por derecho propio, la pandereta esté viviendo también su propio proceso de revitalización.

Ese proceso de revitalización hace que el ensayo hable mucho también desde una perspectiva de género, explica Baselgas, pues históricamente la pandereta siempre estuvo muy relacionada con las mujeres, por tanto, era visto como un instrumento menor y vinculado al espacio de lo privado, lo doméstico. En la tradición folclórica asturiana la narrativa dominante decía que la gaita era al hombre, como la pandereta a la mujer, y a pesar de estar muchos años reclamando su sitio y reivindicando el espacio de la mujer panderetera, cuenta Leticia, hizo falta que llegase un empujón final para conseguirlo, y ese empujón fue el de Tanxugueiras, Rodrigo Cuevas o el propio L-R.

“Una vez que entiendes que la música está viva, y que la pandereta es simplemente un instrumento de percusión con el que tú puedas tocar lo que quieras y como quieras, es cuando descubres que puedes entender la herencia y la tradición como decidas, y exteriorizarla libre y creativamente”, reivindica la autora.

La experta en género y música, Laura Viñuela, también presente en el estreno de este ensayo, destaca que el libro de Leticia aporta una visión nada habitual de la identidad y la tradición. Señala como “clave” la narración autobiográfica en la que la autora tiene un punto de partida “muy interesante y característico” hablando desde el cuerpo, donde ella inscribe su memoria y que, paradójicamente, es lo que siempre se ha considerado a la mujer a lo largo de la historia.

El ensayo de Leticia Baselgas es un aprendizaje personal en el que, por fin, una mujer pone voz a un relato de mujeres

Así, Viñuela habla de un libro de aprendizaje personal en el que destaca, por encima de todo, el cuerpo y la genealogía de mujeres. Y es que Leticia Baselgas ha puesto voz a un relato mucho menos escuchado que aquellos a los que nos tienen acostumbradas, explica Laura, que son los relatos contados por hombres. Por eso este ensayo es tan importante para que “nuestros relatos, los de las mujeres, pasen a lo público contados por nosotras mismas”.

La autora presenta en este primer trabajo un viaje muy personal en el que, guiándose por sus dudas sobre conceptos como la identidad colectiva, la tradición o el saber popular, necesita una brújula que funcione como marco teórico con el que diferenciar lo verdadero de lo falso, en su profundo proceso de evolución.

El escritor David Guardado destaca en su prólogo cómo Baselgas nos hace cómplices de sus reflexiones, a lo largo de toda la lectura, en una obra que engancha desde el primer momento a un lector que asiste a una narración clásica con planteamiento, nudo y desenlace, y que necesita conocer el resultado de las “subtramas” que, en forma de conflicto, van desarrollándose a lo largo del libro.

Pero este libro no habla solo de Leticia ni de Asturias, explica Guardado, habla de todas aquellas personas que buscan y rebuscan, reinterpretan e inventan las identidades relacionadas con la llamada tradición. Así, en Diarios de una Panderetera, Leticia Baselgas cuenta que para quienes la búsqueda sea tan metódica como la suya, acabarán volviendo al punto de partida para descubrir que la verdad absoluta no existe, pues esta está irremediablemente condicionada ideológicamente. Y es ahí, precisamente, donde está el caldo de cultivo de la identidad asturiana, en los nuevos proyectos que nacen de las ilusiones de esas comunidades producto del imaginario que inventamos y hacemos existir. Garantía de que ese caldo de cultivo nunca muera.

Y así la propia autora recomienda leer este libro de una manera “crítica y con la mente abierta”, porque todo lo que ella plantea en su diario puede dar pie a que otras personas piensen en cómo vivieron ellas sus propias historias y, quizás, se autocuestionen.

Tradición, identidad y autenticidad son conceptos alrededor de los que, una de las pandereteras más importantes del panorama en Asturias, lleva reflexionando desde pequeña y ahora aborda en este diario que es uno, pero son muchos.

De esta forma, la editorial La Fabriquina, o Alicia Álvarez (Pauline en la Playa) y David Guardado, inaugura este mes de diciembre su nueva colección, que lleva por nombre MANIFIESTU y se inspira en la mítica Colección Popular Asturiana de Ayalga Ediciones. Con esta iniciativa buscan recoger, a través de temáticas variadas, el actual pensamiento asturiano —el que piensa sobre Asturias y el que se piensa desde Asturias—en un formato breve y accesible.