Después de más de 30 años ejerciendo como profesora de Educación Secundaria Obligatoria, esta leonesa de nacimiento, medio navarra y asturiana de adopción, ha sido reconocida con la máxima distinción Meninas 2024, concesiones otorgadas por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, que se entregan en todas las delegaciones del gobierno el 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Marián Moreno ha sido reconocida “ por su compromiso con la igualdad entre mujeres y hombres, y la lucha contra la violencia de género desarrollados a lo largo de su trayectoria vital y profesional, poniendo el acento en la educación en igualdad”.
Reconoce que siempre se ha considerado profesora de igualdad, porque es lo que ha enseñado durante tres décadas a todas sus alumnas y alumnos de los diferentes institutos públicos en los que ha trabajado, a parte de su asignatura de Lengua y Literatura, y no encuentra mejor broche final a su carrera que el reconocimiento que ahora recibe.
Si echa la vista atrás sigue viendo a aquella niña siempre subida a alguna tapia, con heridas y puntos de sutura, y jugando al fútbol, aunque en los partidos de los domingos le tocaba “chupar banquillo” porque las niñas no podían jugar en los partidos, llamémosles, oficiales. Es una injusticia que como tal ella vivió desde bien pequeña, que nunca olvidará y que constituyó, sin saberlo en aquel momento, el principio de todo. Eso, dice, y haberse criado en una familia con cinco hermanas. Una conciencia que siguió reafirmándose en su interior durante la adolescencia y que ya en la juventud la llevó a empezar a militar en el activismo feminista.
Y así trasncurrió su vida, dando clases de Lengua y Literatura y llevando el feminismo a las aulas, que es, ni más ni menos, lo que ella considera coeducación. Sin embargo, su vida no siempre estuvo ligada a las aulas, ya que hizo pequeños parones para, por ejemplo, participar en la redacción del Plan Skolae, el programa pionero de coeducación puesto en marcha por el Gobierno de Navarra, premiado por la UNESCO y que acabó en los tribunales, sometido a la caza de brujas de la derecha y ultraderecha por “adoctrinar a los niños en la ideología de género”.
Al igual que en Navarra, Marián también formó parte del equipo que redactó el segundo Plan de Educación de Euskadi y ahora, desde 2020, participa en el programa Coeducastur, que el Gobierno del Principado pondrá en marcha en las aulas a o largo de este curso, pues una vez redactado, se ha testado en 20 centros de la región cuyo personal educativo ha dado el visto bueno a todos los materiales.
Coeducar es para esta profesora y escritora una forma de equilibrar, a través de la educación, la sociedad sexista en la que vivimos, que divide por sexos lo que unos pueden hacer y las otras no. Coeducar es trabajar con las emociones, las actitudes, las elecciones. Es llevar la igualdad a clase. Es prevenir la violencia de género. Coeducar es, en definitiva, llevar el feminismo a las aulas. Y tras 34 años haciéndolo, reconoce, “lo que más me asusta es todo lo que aún me queda por aprender”.
Hay un antes y un después del 8M de 2018. El machismo se ha radicalizado más por el miedo que nos tienen a las feministas. Calma, cuando ellos despierten, nosotras seguiremos ahí
Lamenta que la desigualdad esté tan inoculada en la sociedad que se siga señalando a quienes trabajan por ella y asegura que el problema del machismo hoy en día es el pánico que este tiene a la generalización del feminismo, pues hay un antes y un después en el movimiento, un punto de inflexión, que fue el 8M de 2018, con manifestaciones tan enormes, que sorprenden a la sociedad y ponen lo pelos como escarpias al machismo, recuerda. Por eso se ha radicalizado aún más, “por el miedo que nos tienen a las feministas”, pero debemos estar tranquilas, porque hagan lo que hagan, asegura, “como decía aquel cuento, cuando ellos despierten, nosotras, las feministas, vamos a seguir ahí”.
Dejar las aulas para dar el salto a la administración ha sido difícil, dice, pero “creo en la política como servicio público y ayudar a hacer políticas de igualdad es importantísimo”. Reconoce que le falta la alegría del alumnado, de hecho, los momentos más reconfortantes de su carrera están relacionados directamente con sus alumnas y alumnos. Recuerda el mail de una alumna, recibido hace relativamente poco tiempo, quien después de más de veinte años había conseguido localizar a su antigua profesora para agradecerle las enseñanzas que le había impartido en clase y que acababan de ayudarla a salir de una relación de maltrato.
Sin embargo, cuenta Marián, hay que tener en cuenta que en una clase la única que envejece es la profesora, el alumnado siempre tiene la misma edad, y después de tantos años el cansancio va haciendo mella. Ahora, en su nueva aventura, también valora la formación del profesorado como una tarea “apasionante”.
No hay más violencia, hay otras formas de ejercerla
Marián Moreno no cree que haya más violencia ahora que antes, lo que hay es otras formas de ejercerla, por ejemplo, a través de las redes sociales. Reconoce que puede dar la sensación de un aumento en el número de casos porque ahora se evidencia y se denuncia más gracias al feminismo.
Los violentos están “muy subiditos”, pero es porque el feminismo está cada vez más presente, dice. Defiende que la juventud de hoy en día no es más violenta que la de antes, en ningún caso, y se declara optimista ante el aumento de las denuncias porque “si hay más denuncias es porque hay mayor conciencia feminista”.
Es consciente de que el feminismo debe seguir haciendo pedagogía y divulgación, aunque algunas veces tenga que ser volviendo a partir de nuevo de cero, pues nos encontramos en un momento muy importante en el que se ha conseguido poner “negro sobre blanco” la cantidad de acciones que las mujeres llevábamos toda la vida soportando hasta el punto de haber normalizado y a las que hoy en día ya se ha puesto nombre, agresiones sexuales, apunta.
Le agota tener que seguir rebatiendo que el feminismo no odia a los hombres o que todos los hombres no son violadores. No todos los hombres son violadores, pero sí todos los violadores son hombres, explica. De lo que se trata es que los hombres adopten una postura ética ante la vida y se pregunten “qué comportamientos tenemos, que hacen que la mitad de la población nos tenga miedo”.
Denuncias en redes sociales
El caso Errejón ha derivado en la aparición de gran cantidad de grupos que en redes sociales recogen testimonios anónimos de víctimas de agresiones sexuales. Es positivo y necesario que las víctimas tengan espacios seguros en los que hablar desde el anonimato, asegura, pero animaría a todas ellas a denunciar. En Asturias, además, tenemos el Centro de Atención a Víctimas de Agresiones Sexuales, donde pueden encontrar personas especializadas con las que hablar y en ningún caso están obligadas a presentar una denuncia, explica.
Todas nos sentimos identificadas en mayor o menor medida con los testimonio anónimos que leemos en redes sociales, quien más o quien menos ha pasado, alguna vez en su vida, por las mismas situaciones o similares a las que muchas mujeres anónimas narran. Se ataca a las víctimas que cuentan sus experiencias porque lo que hay ahora es mucho miedo a que se cuenten las agresiones sexuales, explica Marián, pero solo los agresores deben tener miedo, “si no has hecho nada, por qué te vas a dar por aludido, ¿no?”
El feminismo lo ha dicho siempre, “no hay nada más parecido a un machista de derechas, que un machista de izquierdas” lo sabemos de toda la vida, apunta Moreno. Es más fácil tejer alianzas en la izquierda que en la derecha, sí, reconoce, pero en la izquierda no hay un entorno idílico de la igualdad, también hay machistas, puteros, agresores...Lo primero de todo es el feminismo, reivindica. En estos casos, como el de Errejón en Sumar, Marián considera que la limpieza es muy importante, y ahí sí cree que se diferencia la izquierda de la derecha, y es en lo inmediato de su reacción en el momento en que se detecta un caso.
Para esta educadora está, por encima de todo y en definitiva, la educación en la familia, en la sociedad y dentro del propio sistema educativo, porque educar es la base para prevenir la violencia machista.