Multitudinaria y emotiva despedida en la localidad asturiana de Mieres a su alcalde Aníbal Vázquez

A las doce del mediodía se hizo el silencio en una abarrotada plaza del Ayuntamiento de Mieres. Tampoco es que antes de las campanadas del reloj municipal hubiese demasiado bullicio. Ya hacía más de una hora que los vecinos de la localidad minera y centenares de personas, que se desplazaron a la capital de la cuenca del Caudal para dar su último adiós a Aníbal Vázquez, caminaban con la mirada triste y sin cruzar apenas palabras por las calles, hacia el acto de despedida que desbordó todas las previsiones.

Cuando el féretro bajó del salón de plenos a la calle, el aplauso fue atronador, duró más de dos minutos. Y después, el turullu, la alarma minera que marcaba cada relevo en el tajo y cuando sonaba a deshora hacía presagiar algún accidente. Un sonido que Aníbal conocía muy bien y le gustaba, según cuentan los que lo trataron de cerca. Un sonido que este martes señalaba la pérdida de un gran alcalde querido por todos.

El primero en tomar la palabra fue su amigo, el periodista Juan Ramón Lucas, que aseguraba sentir una “extraña y palpable sensación de orfandad compartida”. Lucas quiso empezar “con dos verdades”, marcando la sinceridad que siempre caracterizó a su amigo. “No sé si merezco el honor de ser el primero en hablar y que quiero a Aníbal”, dijo, porque en ningún momento habló de él en pasado. “Se han dicho muchas cosas de su manera de hacer pero yo quiero destacar el amor que le ponía a todo, también a la política”, afirmó para hablar a continuación de “la renuncia, la entrega y la generosidad” con la que siempre ejerció dentro de unas ideas “que nunca cambió”.

A continuación habló su compañera de partido, la coordinadora de Izquierda Unida en Mieres, Beatriz González. “El 12 de noviembre perdimos a uno de los grandes, a un líder forjado en la vieja escuela”, arrancaba, “que gobernó con humildad y generosidad, día a día y así durante 12 años”. Después de glosar toda la trayectoria de Aníbal y recordar que su llegada al consistorio mierense fue en 2011, “con un barco en plena tempestad que logró llevar a buen puerto”, emocionada González lamentaba que “ahora, precisamente ahora, cuando tenía por delante cuatro años para disfrutar del trabajo bien hecho, recibimos el hachazo más duro que podemos imaginar”.

Le llegó el turno al teniente alcalde, Manuel Ángel Álvarez, y la emoción ya recorría cada rincón de la plaza. El segundo de abordo de Aníbal Vázquez habló de la multitud de personas que estos días pasaron por la capilla ardiente. “No había visto semejante muestra de cariño en mi vida, ha sido tan excepcional como merecida”, enfatizó para afirmar luego que “nada ocurre por casualidad alcalde, nada ocurre por casualidad”.

Para quien fue la mano derecha del regidor durante todos estos años en el Ayuntamiento la pérdida no es sólo de Mieres, “sino de toda Asturias”. “Entregó lo mejor de él hasta el final, y os lo digo como es, hasta el último aliento”, insistió, “porque defraudar ya sabéis era un verbo que Aníbal se negaba a conjugar”. “Trabajar a tu lado fue un lujo, compartir amistad un privilegio”, reconoció, “nos regalaste tu sabiduría, tu compromiso y la coherencia como forma de vida. Aquí está reunido un pueblo humilde y orgulloso cuya historia está escrita con cicatrices, para rendirte un sentido homenaje lleno de respeto y admiración”, añadía para finalizar con un emotivo “gracias por tanto”.

Y llegó el cierre con las palabras del presidente del Principado Adrián Barbón. Antes de repasar múltiples anécdotas que vivieron juntos, Barbón quiso dejar claro que además de como autoridad acudía al acto como “amigo” del fallecido. Recordó cómo conoció al regidor de Izquierda Unida en 2011, en el marco de la Asociación de las Comarcas Mineras, en los estertores de unas cuencas que en 2012 vivieron las últimas grandes movilizaciones del sector. Juntos defendieron por toda España y en Bruselas unos territorios que luchaban por un futuro en plena crisis económica. “Viajamos juntos y hablábamos de todo, pero sobre todo yo escuchaba porque uno aprendía siempre que escuchaba a Aníbal, siempre”, dijo el presidente asturiano.

“Aníbal me demostró muchas cosas, por ejemplo que es mentira eso de que en la política siempre tiene que haber malas personas. Me demostró que pasarse la vida luchando por tus convicciones siempre merece la pena, que en esta vida hay que ser humilde y estar cerca de la gente y aguantar el chaparrón cuando te toque”, fue relatando el jefe del ejecutivo, para rememorar su último encuentro en el ayuntamiento, cuando ya supo que sería el último abrazo que se darían. “Me atrevo a pediros”, finalizó, “que recordemos a Aníbal en cada calle, en cada rincón, en cada gesto, en cada anécdota”, y la plaza volvió a tronar con los aplausos.

Unos aplausos que taparon el sonido de las gaitas que habían arrancado a tocar el 'Asturias Patria Querida' mientras seis concejales de la corporación, tres hombres y tres mujeres, miembros del equipo de gobierno, cogían el féretro a hombros y lo sacaban de la plaza hacia la funeraria.

Nadie se movió de su sitio hasta que el coche fúnebre y la comitiva partió rumbo al cementerio, y cuando la multitud empezó a irse lo hizo de nuevo en silencio, rindiendo tributo a su alcalde, al minero, al sindicalista, al 'paisano', cuyo legado muchos seguirán cuidando y sembrando.

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