Un oasis asturiano para los niños y niñas saharauis de los campamentos de refugiados de Tinduf

Leticia Quintanal

Oviedo —
18 de julio de 2024 22:21 h

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Belén Cueva y Jeny Berros son dos de las madres de acogida de las más de setenta familias que, cada verano en Asturias, abren sus casas y sus vidas para acoger a niños y niñas de entre ocho y doce años, procedentes de los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia). Lo hacen gracias al programa Vacaciones en Paz que en Asturias lleva desarrollándose más de treinta años, gracias primero a Cruz Roja y después a la Asociación Vacaciones en Paz.

Además de madre de acogida, Belén es la coordinadora de la asociación, a la que llegó cuando su hijo Borja era pequeño y reclamaba incesantemente la llegada de un hermano o hermana a la familia. La enfermedad por la que había pasado su madre le impedía tener hijos y a través de una charla en Noreña, la localidad en la que vivían, Belén supo de la existencia de este programa que en Asturias es posible gracias también a la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui, en colaboración con la Delegación Saharaui en Asturias.

De esto hace ya 32 años, durante los cuales Belén y su familia, ahora Belén sola (su marido y su hijo fallecieron hace siete años) han acogido cada verano, durante los meses de julio y agosto, a niñas y niños saharauis que el resto del año viven en los campamentos argelinos y que aquí en Asturias pueden, huyendo de abrasadores veranos a 52 grados, realizar revisiones médicas rutinarias, mejorar sus condiciones nutricionales, aprender o perfeccionar el español o establecer vínculos entre familias saharauis y españolas, entre otras cosas.

A sus 70 años, Belén confiesa que se acerca el momento de ceder el testigo en las acogidas porque los años empiezan a pesar, si embargo, aunque eso acabe sucediendo, nunca cerrará las puertas de su casa a ningún niño que se quede sin familia asturiana para venir en verano, por las circunstancias que sean.

Aunque vengan a Asturias a pasar los veranos y salgan a estudiar al extranjero, casi todos vuelven a los campamentos a vivir, es donde está su familia y sus raíces

Por la casa de Belén han pasado un total de 13 niños y niñas a lo largo de todos estos años, algunas, hasta la han hecho abuela. Y es que el primer niño que estuvo en Noreña hace más de tres décadas, Bachir, tiene ahora ya 46 años. Con prácticamente todos ha seguido en contacto, pues esta incansable defensora de los derechos humanos, ha visitado los campamentos casi todos los años. “A algunos de mis niños no les he podido ver porque están estudiando fuera”. Una de las niñas que pasó sus veranos de infancia en casa de Belén está ahora en Tailandia estudiando el bachillerato internacional y otro, también estudiando, en Moscú.

“Aunque vengan a Asturias a pasar los veranos y salgan después a estudiar fuera, casi todos vuelven a los campamentos a desarrollar su vida de adultos, es donde está su familia y sus raíces”, explica Belén. Chirifa tiene diez años, éste es su tercer verano en Asturias, en casa de Belén, y está absolutamente integrada en las costumbres asturianas.

Una inyección de energía y alegría

Corría el año 2010 cuando operaron a su hermana y Jeny Berros, ante su preocupación por lo que sería de la niña saharaui que cada verano llegaba a su familia y que ese verano no podría recibir, debido a la intervención quirúrgica, decidió ponerse en contacto con el programa para que la niña se quedase ese año en la su casa. Nunca se había planteado participar en una iniciativa de este tipo y desde entonces han pasado ya catorce años acogiendo a niñas saharauis en su familia. “Fue una decisión mí en la que mi pareja también me apoyó. Son una inyección de energía y alegría”.

La niña que llegó a su casa no era la que otros veranos recibía su hermana. “Zainabou era un auténtico trasto, estaba desesperada”, recuerda echando la vista atrás. Cuenta Jeny que desde que la niña entró en casa ella se pasaba el día riñendo, “era desesperante”. Hasta que un día decidió cambiar de estrategia y empezó a abrazarla y a darle besos, cada vez que la niña se enrabietaba y todo cambió. “Solo necesitaba que la abrasen, sentirse querida”, asegura.

Así, Zainabou, “mi princesa saharaui” como Jeny empezó a llamarla, pasó cada uno de los veranos desde entonces y hasta que cumplió los doce años en su casa del oriente asturiano. Entonces se estableció una relación entre las dos que nunca se romperá, y a día de hoy, siguen en contacto.

A casa de Jeny siempre vienen dos niñas, cree que es lo mejor para ellas porque pueden jugar y entretenerse juntas. En estos momentos con ellos conviven Salka (10 años), en su tercer verano en Asturias, y Elfan (9 años) que ha venido por segunda vez. Aquí disfrutan de las experiencias que ofrece la vida fuera de los campamentos y aprovechan también para hacer reconocimientos médicos rutinarios.

“Se lo pasan muy bien, pero tienen claro que su vida está en Tinduf y se van contentas de volver con sus familias”, explica Jeny.

Tras años acogiendo a niños y niñas saharauis en sus familias, tanto Belén como Jeny están alarmadas por la actitud de determinados partidos políticos y estratos de la sociedad en torno a la inmigración y, sobre todo, a los menores no acompañados que llegan a nuestro país.

Belén recuerda la cantidad de españoles que abandonaron el país hace décadas en busca de un futuro mejor . Algunos fueron bien recibidos, pero otros lo pasaron muy mal, cuenta, “y que ahora seamos nosotros los que nos sentimos superiores, me avergüenza”.

Preocupada por el “olvido” del Sáhara, Jeny lamenta la situación del pueblo saharaui y recuerda que el Gobierno español tiene una gran responsabilidad que no está asumiendo.

Este verano han venido a Asturias 75 niños y niñas, de los que cinco lo hacen por primera vez. Permanecerán en la región hasta principios del mes de septiembre, cuando volverán a sus vidas en Tinduf (Argelia).

Contexto geográfico y humanitario

Son alrededor de 173.600 las personas refugiadas que viven en los cinco campamentos instalados en el desierto argelino de Hammada, en Tinduf. En un entorno geográfico difícil que los expone a condiciones climáticas extremas y adversas, su situación ha limitado seriamente el desarrollo de oportunidades laborales y, en consecuencia, su capacidad de autosuficiencia.

La ausencia de medios de producción determina que, según los últimos datos recogidos por Naciones Unidas, el 94% de la personas refugiadas dependa de los alimentos distribuidos por las agencias humanitarias.

La encuesta nutricional de 2022 reveló que casi un tercio de los niños menores de 5 años sufrían retraso del crecimiento y más de la mitad de los niños de este grupo de edad, así como más de la mitad de las mujeres en edad reproductiva, sufrían anemia.

El agua en la zona es escasa y está muy mineralizada, y las oportunidades de reubicarse son limitadas, un problema que se agrava por el hecho de que los refugiados no pueden recibir permisos de trabajo en Argelia. Las frecuentes tormentas de arena y las ocasionales inundaciones repentinas suelen causar daños a las estructuras de los campamentos.

Por todo ello, el apoyo a la población saharaui es una de las prioridades de la cooperación al desarrollo asturiana, por ello el Gobierno del Principado destina, anualmente, 400.000 euros al Programa Atención a refugiados/as saharauis. El programa recibe financiación también por parte de la Junta General del Principado y quince ayuntamientos asturianos.

El objetivo es contribuir a la cobertura de las necesidades básicas de la población establecida en los campamentos de refugiados/as saharauis en Tinduf y, con ello, a la mejora de sus condiciones de vida en un contexto de crisis humanitaria persistente en el tiempo.