“Proyectos como Tanxu o Rodrigo ayudan a llevar la cultura sin complejos”: Herbamora vuelve con nuevo trabajo

286 es la cifra que sale de calcular los ciclos lunares que hay desde que saliera ¡Sali, l.luna!, el primer disco de Herbamora hace veinte años. Pioneras en Asturies en llevar la pandereta a otras sonoridades, con 286 Llunes rizan el rizo con la introducción de la música electrónica y un juego de voces que supone mucho trabajo y madurez detrás para dar forma a este EP con cinco temas que se estrenará oficialmente el sábado 22 de marzo a las 19.00 horas en La Benéfica, aprovechando que este espacio comunitario ya abrió sus puertas.
Mucho llovió desde aquel primer disco y mucho evolucionó también la pandereta como instrumento, en el que en la conversación mantenida con cuatro de las integrantes de Herbamora por supuesto hubo un recuerdo para las gallegas Tanxugueiras y Rodrigo Cuevas.
Una evolución que también se refleja en las voces de María Gavieiro Álvarez, Natalia Nuño Rodríguez, María Vázquez Álvarez, Paula Cristóbal Caso y Elena Rodríguez Martínez, y que se debe también al trabajo vocal realizado con Ruth Suárez, profesora de canto y técnica vocal. Hablan de un disco de madurez a muchos niveles por lo aprendido y lo recorrido en este tiempo, y por un estar y ocupar un espacio ciertamente masculinizado y que ellas han reivindicado como propio en este homenaje que es 286 Llunes a les güeles y sus cantares.
El título del disco ya apunta a la intención que persiguen, con esa luna que rige las mareas y las cosechas, la sangre, lo que las lunas que lo integran (Lluna de flores, Lluna de sangre, Lluna de lloba, Lluna de cosecha y Eclipse total) transmiten y que pretendía ser un homenaje a aquel primer trabajo. “Para nosotras era muy importante que todo el trabajo tuviera esa redondez, que hubiera un nexo. También hay un punto de madurez al que llegamos que nos hace ver con tanta perspectiva y tomar nuestras propias decisiones”, explica Gavieiro.
Esta madurez pasa por eventos tales como la maternidad en 2019 de tres de sus integrantes, la muerte sobrevenida del músico Elías García, “un palo tremendo”. Y, como remate, la pandemia. Situaciones que las llevaron incluso esto a pensar en cerrar el proyecto. Pero con el homenaje a Elías en 2022 y volver a juntarse, reconocen que en cuanto pisaron el escenario les volvió a picar el niki. Y ahí está este retorno once años después del trabajo N’Acústico.
Ninguna es música profesional, “pero aquí estamos”, hace hincapié María Vázquez. Y en este disco de nueva sonoridad con un papel importante de la electrónica, “porque también es lo que toca en estos tiempos”, hacen una revisión de temas tradicionales, cantados al xeitu de su pueblo de procedencia, con un estricto trabajo guiado por el lingüista Fernando Balbuena y “un respeto total a la llingua”. Incluso el tema más novedoso, Eclipse total, que nos lleva a una rave tradi, respeta esa estructura tradicional. Eso sí, apuntan que “nos sentimos obligadas a modificar letras un tanto machistas o misóginas”. Es en sí un disco que homenajea a aquellas mujeres trabajadoras que pasaban la jornada cantando.
Reivindican también el papel de la mujer, de la pandereta, y de la mujer panderetera, en muchas ocasiones relegada a un segundo plano. Que la fiesta parece que siempre fue de la gaita y el tambor, “cuando la mujer siempre estuvo ahí, por eso también le hacemos un homenaje a Concha’i Clara, güela de Elena Rodríguez y panderetera de referencia”, resalta Natalia Nuño.
Como contrapunto actual, parece que la gaita va perdiendo fuelle, mientras que la pandereta va ganando puxu, señalan: “Trabajos como los de las Tanxu o Rodrigo ayudan a desprenderse y llevar la cultura sin complejos”, comenta Nuño.
María Vázquez echa una mirada atrás y relata que en 2007 “tocábamos la pandereta tradicional, y queríamos fusionar con la electrónica y la música moderna, pero en Asturies no había nada de esto. Ahora sí hay grupos que hacen cosas diferentes, como Algaire, y es maravilloso”. Y sigue “las noches folk las mataron un poco, pero surgió La Nueche en Danza y la gente tiene curiosidad por saber lo que hay. La gente bailaba y no sabía por qué, pero ahora presta”.
“Leticia Baselgas lo explica muy bien en Diario de una panderetera, porque nadie te contaba qué bailabas y la gente lo que quiere es saber. En este sentido hay un cambio de perspectiva muy interesante y no creo que se vuelva atrás. Cada Nueche en Danza supone que al lunes siguiente hay diez o doce alumnas y alumnos nuevos”, reflexiona Natalia Nuño.
Pasa con el baile y pasa con la pandereta, un instrumento que, afirman, no tiene ni edad ni sexo, aunque tradicionalmente haya estado ligada a lo femenino, así como la gaita a lo masculino. Y les duele, con el respeto que le tienen a este instrumento, expresiones peyorativas como país de pandereta.

En esta evolución a lo largo de estas dos décadas señalan el importante trabajo formativo que llevan haciendo con Ruth Suárez, “fundamental” dicen en lo vocal, los arreglos y el estilismo. “En su día nos dejamos guiar para el primer disco, pero en los dos siguientes ya tenemos el sonido Herbamora y ésta es la madurez vocal de lo que aprendimos”.
“El primero fue un disco importantísimo por lo novedoso, pero con el tiempo analizas… no teníamos técnica vocal, basada en una aprendizaje tradicional de oído, la música se oía más alta que las voces... Después es cuando llega la técnica”, explica Nuño. “También es una cuestión de madurez personal”, añade Gavieiro, “decidían por nosotras entonces, veinte años menos, cinco tías… todo el sector masculino imperaba y nos pasaban cosas como que se sacara un máster sin nuestra pre-escucha. Estos veinte años nos valieron para aprender, para decidir y para rodearnos de gente profesional, pero la decisión es nuestra”. “Siempre, claro”, replica Vázquez.
Y es que dicen que anécdotas sobre el tema del género tienen “para escribir un libro, donde lo más normal es que nos valoraran por qué cinco moces más guapes”. Y de ahí, para arriba. “¡Que somos paisanas!”, protesta Vázquez.
Y ahora, rodeadas de buenos profesionales “y buenas personas”, apuntan, producen un disco “redondo” en el que trataron de contar con el mayor número de mujeres para poner en valor al colectivo femenino, en lo que definen como “un trabajo extra” en un sector bastante masculinizado. Y tienen un recuerdo para la primera panderetera en cobrar, que era de Tormaleo, “porque cantaba en las bodas”.
Ahora corren nuevos tiempos y se ven muchos hombres tocando la pandereta, aunque llegaron más tarde a ella que las mujeres a la gaita. Y señalan que, en realidad, “los instrumentos son de las personas”.

“La tradición nos unió y esto es lo que nos nació. Hay un sonido Herbamora identificable y eso ya es mucho”, apunta María Vázquez. Refieren que en todo este trabajo no hay un objetivo económico, sino la satisfacción personal y el “dar a las mujeres el sitio que merecen, a las güelas que trabajaron toda la vida y que sufrieron también el castigo por luchar por nuestra lengua materna, el asturiano”.
“Y claro, si ocupamos un espacio público por nuestro trabajo y no por el qué guapas sois, es fantástico. Además, la pandereta queda muy guay con la electrónica y estamos muy contentas con lo conseguido”, concluye Natalia Nuño.
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