Rodrigo Cuevas: “Lo moderno y lo tradicional no están tan lejos uno de otro”
Nada en el trato demuestra que el artista asturiano Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) haya perdido su naturalidad, en la manera de responder ni en la de vivir. Un día ajetreado de reuniones, de planificación y entrevistas. A última hora de la tarde conversamos con tranquilidad, sin imposturas, con lugar para las risas, sin denotar el cansancio acumulado no sólo por la jornada, sino por la gira ya en marcha de su último trabajo, Manual de romería (Sony Music, 2023). Un disco presentado el pasado mes de septiembre y que ya le ha llevado por México y Portugal, además de diferentes localidades de la geografía española. Por delante le queda un largo camino que, de momento, hace una pausa en Colombia en mayo del año que viene.
La gira arrancó con un reconocimiento, el Premio Nacional de las Músicas Actuales, del Ministerio de Cultura, y hace una semana agotó, en tan sólo diez minutos, las entradas para su concierto en el Centro Niemeyer (Avilés, Asturias) en marzo. Situación por la que sacó un nuevo concierto, cuyo papel voló en otros diez minutos, y así planteó un tercero. ¿Habrá un cuarto? “Bueno, habrá que dejar a la gente con ganas…”.
Nuevo trabajo, nuevo manual (su anterior disco se llamaba Manual de cortejo). ¿Cómo te estás encontrando con el resultado, en el que te estrenas con letras propias a partir de reinterpretaciones del folklore de Asturias, León y Zamora, con la electrónica…?
Estoy muy contento con cómo fue esta segunda experiencia con un nuevo productor, Eduardo Cabra; contento también componiendo que, la verdad, ya tenía ganas. Lo que había hecho hasta ahora era la canción dedicada a Rambal; la primera que escribí entera y que me atreví a comunicar. Y ahora lo que hago es una selección y reinterpretación de canciones del folklore. Estoy muy contento de haberme lanzado y con el resultado también.
¿Cómo lo está recibiendo el público?
Yo creo que cuando (re)escribes las canciones hay un poco más de nervios de cómo lo reciben, pero creo que está funcionando muy bien, que este disco sorprendió bastante a la gente en este sentido de la composición. El caso es que estamos llenando todos los días, como este fenómeno en el Centro Cultural Niemeyer de Avilés, que solo teníamos un concierto planteado y acabamos cerrando tres. ¡Nunca antes me pasó así!
Sí, y nos preguntábamos si habría cuarto.
Bueno, hay que dejar a la gente con un poco de ganas… (ríe).
Está inmerso en una gira que se barrunta larga.
Sí, vamos a estar en La Laboral (Xixón), y la gira nos va a llevar por un montón de lugares en España, vamos a ir a Francia, a Colombia… Acabamos de estar en México y Portugal, nos vamos a Galicia. Me reservo unos días entre medias de descanso para poder vivir, pero estamos planificando ya 2024. Es la primera vez que voy a Sudamérica, quitando la ocasión que estuve en Perú.
¿Cómo se lleva el éxito, que te interrumpan en una conversación para pedir fotos…? ¿Cómo cambia la aceptación con el éxito?
Claro, es que el sector más alternativo que me conoce de hace tiempo tiene ese otro punto de vista de “yo le conocí cuando era más underground”. La visibilidad hace que llegue a mucha más gente. Sí que es cierto que no puedo estar en una conversación con nadie que sea un poco trascendental en un lugar público, en un ambiente más festivo, de estas conversaciones que te cuentas tu vida. Eso ya sé que no lo puedo hacer, aprendí que ésas las tengo que reservar para casa. Pero la gente normalmente es muy respetuosa.
De siempre intento que esté casi todo: la frescura, no importarme mucho lo que piensen los demás, seguir jugueteando, no tener mucha expectativa, no pensar si va a gustar o no
¿Qué queda de siempre, de aquel 2016, desde Trópico de Covadonga hasta ahora?
De siempre intento que esté casi todo: la frescura, no importarme mucho lo que piensen los demás, seguir jugueteando, no tener mucha expectativa, no pensar si va a gustar o no. Aunque hay cosas que hacía antes que ahora no me atrevo a hacer.
En el apartado de lo nuevo destaca el trabajo con el productor portorriqueño Eduardo Cabra, ex Visitante de Calle 13.
Eduardo produce con una suma calidad de sonido, donde también cabe la experimentación y me da mucha libertad. Primero fui yo a Puerto Rico para ver si encajábamos, y allí trabajamos Más animal. Y de ahí salió el disco entero.
Una experiencia en la que, para ponerle en situación, le llevaste a conocer una parte del folklore de Asturias, León y Zamora.
Sí, luego le propuse que se viniera a España y que conociera lo que se hacía aquí, esa parte de la música tradicional, para que hubiera esa tensión musical con la producción más ultralocal que quería reflejar en el disco. No es lo mismo que le diga por vídeos de Youtube y que yo le cantara a que lo viera. Fuimos de invierno a visitar algunos de estos sitios, como Aliste, en Zamora, que ya para él fue mucho choque, y más aún le supuso el ritmo libre de tonadas, cantos de siega…
Algo que puede resultar curioso en el disco son los interludios, los cortes en los que aparecen las y los informantes. Afirmas que no eres transmisor del folklore en el sentido de que no eres un folklorista como tal, pero bebes de él, visitas a informantes… le dan todo un contrapunto al resto del disco.
Hay mucha gente que creo que cuando escucha propuestas de escenario como la mía, aprende a interpretar de esta manera, o se afirma en el sentido de que cree que se toca la pandereta como tal grupo que vio en el escenario. Estas piezas que se incluyen son para mostrar a la gente, para que vea de dónde viene la referencia. Que escuche a la gente mayor, que es la referencia real.
Entre las canciones de Manual de romería me gusta destacar Cómo ye, que habla de Piloña, de sus lugares y gentes, con un ritmo muy atractivo.
Cómo ye es totalmente un homenaje a las travesuras que hacemos por Piloña, que si no sé quién hizo no sé qué… bilordiamos (cotilleamos) mucho. Todo lo contrario de lo que dice la gente, que si qué tranquilidad tienes en el pueblo, que qué paz… Pues es todo lo contrario (ríe con tono de travesura), la verdad es que no me da tiempo a parar. Esta pieza es un homenaje a todo esto, a toda la picardía y a la vida en los pueblos.
Y también hay ese punto de denuncia que te caracteriza, como en el cantar Dime ramo verde, donde sobre una canción tradicional hablas de los abusos.
Es una canción sanabresa tradicional a la que le metimos esos otros textos con una parte autobiográfica. Habla de las cosas que me hubieran gustado escuchar de neno. Nadie me habló del acoso escolar porque se tiende a tratar a los críos como si no se enteraran de las cosas.
Colaboras con muchos artistas, como Rozalén, cuyo último disco también está basado en el folklore de diferentes territorios del estado español. Vivimos una reinterpretación de lo tradicional desde lo comercial. ¿Es una manera más amable de acercar desde estos otros lugares a un público que de otra manera a lo mejor no se acercaría?
Es muy potente cómo Rozalén, que se dirige a un público más mainstream, llega ahí con un disco de folklore. El caso es que en todos estos años fuimos trabajando el oído y aprendimos a escuchar. No sé si es más amable porque a mí esta Rozalén me suena al Eliseo Parra de hace diez o quince años. Pero hay muchos artistas que trabajan también en esta línea, y está funcionando.
Intento que todo el equipo viva en Asturies. Y al final ¿por qué no?, si tengo gente buenísima que lo hace genial, y es mucho más práctico, además del plus de hacer país
Se podría decir que este trabajo alcanza un horizonte más internacional, pero sigues contando con la misma banda (Mapi Quintana, Rubén Bada, Juanjo Díaz, Tino Cuesta), el diseño de Sergio Llunik, el sastre es Constantino Menéndez, de Made by kÖs… todos son de Asturias.
Intento que todo el equipo viva en Asturies. Y al final ¿por qué no?, si tengo gente buenísima que lo hace genial, y es mucho más práctico, además del plus de hacer país. Todo el dinero lo invierto en gente de aquí: de proximidad y más práctico. Si no fuera así tendría que ir a buscar por ahí. Mola también como activismo de todo lo hecho desde aquí. El productor es algo diferente porque yo le busqué a él, hay cosas para las que busco a gente concreta. Pero por ejemplo con Llunik llevo trabajando desde 2015, igual que con el técnico de sonido. Funciona muy bien el equipo y hay tan buen ambiente que la gira es como una fiesta.
Cuando leo o escucho sobre Rodrigo Cuevas, sale esta dicotomía entre lo rural y lo urbano, entre lo tradicional y lo moderno, incluyendo ahí la electrónica. Como respuesta podría apuntar tu propio eslogan ¿Quiés saber cómo lo fago? Fágolo tradicional.
(Risas) Pues lo hago como se hizo siempre, la verdad. La dicotomía en mi caso es un tanto forzada. Me crié en Oviedo pero mi güela es de Rodiezmo y con ella pasaba las vacaciones. Esas dicotomías nos presentan mundos enfrentados que no siempre es así. Y ni lo moderno ni lo tradicional están tan lejos uno de otro. Y la electrónica lleva usándose hace años.
La modernidad, o lo que sea, es una experimentación que se presenta más contra el conservadurismo que contra la tradición. Igual desde un punto centralista madrileño sorprende que se haga electrónica en lugares que no son Madrid, Barcelona o Valencia. Que pasaría igual si se hiciera en Burgos. El caso es que en Asturias esa dicotomía no tiene sentido: si a cien metros de Xixón tienes vacas… Aquí esa dicotomía no la vemos.
Luego está la imagen divertida de Rodrigo Cuevas, el agitador con ligas y madreñas, trajes espectaculares… hay cierto exotismo, pero detrás hay un posu, hay formación, hay un trabajo, un objetivo, unas consciencia y una conciencia, y una conexión con el entorno.
Es mi naturaleza, que siempre fui así y nunca quise renunciar a ninguna de las partes que me conforman. No entiendo por qué a veces nos avergonzamos de cosas que son nuestras y que nos definen. Yo fui al Conservatorio pero me gusta escojoname. Parece que tienes que ser muy serio y que si no cumples esos cánones… y si eres humorista tienes que parecer…
Es la cultura la que baja el conocimiento al nivel en el que está la gente. Lo veo con toda la información que recibimos de Gaza, que no nos cae una lágrima, pero si lo bajas al nivel del sentimiento de la gente… la cosa cambia
Tu trabajo tiene también una parte de formación del público, como comentabas en alguna ocasión, y llevas a una reflexión.
Hay cosas que deberían formar parte del curriculum general de todo el mundo y aprendemos cosas que nos son ajenas, pero no todos se saben El romance del Conde Olinos. Y con este aprendizaje podemos contar y cantar cosas nuestras, de nosotros. Es importante mirarse hacia dentro, desde lo que producimos nosotros, y cómo lo estábamos viviendo. Fíjate lo que está pasando con la ultraderecha, que gana Milei en Argentina, que se repite la historia de Hitler…
¿De qué sirve que me lo contaran si no lo escuché? Hay que contar las cosas con una perspectiva cultural porque es la cultura la que baja el conocimiento al nivel en el que está la gente. Lo veo con toda la información que recibimos de Gaza, que no nos cae una lágrima, pero si lo bajas al nivel del sentimiento de la gente… la cosa cambia. Y eso lo hace la cultura.
¿Y cómo se reciben tantos premios?
Es un sentimiento complicado de definir. A todo el mundo le presta que le den un premio que te anima a que sigas trabajando. Siempre es como raro, la sobreexposición… una sensación un poco extraña que me cuesta definir. Estoy contento pero también da un poco de miedo, como respeto, ¿no?, como si me dieran todos estos premios y ahora se me va a acabar la carrera… Intento llevar a cabo una especie de higiene mental con los premios, intento quitarlos de la cabeza. Estoy muy bien en Piloña, donde experimento mi sensación de libertad. Tengo una vida que me gusta y está La Benéfica. Si un día dejo de gustar, me compraría un rebaño de ovejas.
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