El Telecable Hockey Club, las campeonas del mundo que lo han ganado todo desde un barrio obrero de Gijón
Son las seis de la tarde y en la pista de hockey de La Algodonera, en el barrio gijonés de La Calzada, entrenan niñas y niños de 10 y 11 años. Un viento helador invade todo el espacio porque la pista, que está cubierta, no está cerrada por los laterales. El trasiego de periodistas y fotógrafos es demasiado excitante para concentrarse en el stick. Su entrenadora, comprensiva, sonríe “estos días son un poco especiales, hay que entenderlo”.
Aparece en la pista Natasha Lee, sostiene en sus manos la copa intercontinental que acaba de llegar a Gijón desde Argentina. Natasha es la entrenadora del primer equipo, pero antes fue jugadora durante muchos años, una de sus estrellas. Se dispara el flash de una cámara y las crías y críos enloquecen por ponerse en la foto con ella. Sara Lolo llega unos quince minutos después, es una de las capitanas del equipo y otra de sus estrellas, pero ambas son, junto con Marta, Sara Roces, Fernanda o Nuria, entre otras, el espejo en el que cada día se miran esas niñas y niños porque quieren ser como ellas.
La historia del Club Patín Solimar Gijón, actual Telecable Hockey Club, es una historia de resiliencia narrada a través de un grupo de luchadoras incansables, con mucha fe en si mismas, que han sabido romper barreras y han conseguido que su hazaña traspase las fronteras de lo deportivo. Para Gijón, para Asturias, son “las guajas del Telecable”.
Pura perseverancia
Para contar esta historia desde el principio tenemos que trasladarnos a 1995 cuando un grupo de amigos, que habían jugado al hockey en La Algodonera de La Calzada, fundaron el Club Patín Solimar. Comenzaron dando clases de iniciación al patinaje en las escuelas municipales que, dependientes del Ayuntamiento de Gijón, se impartían en los colegios de la ciudad.
En aquel grupo de amigos estaba Fernando Sierra, quien hasta 2022 fue entrenador del equipo, labor que abandonó para centrarse en la dirección deportiva del club. Acompañándole desde los inicios, su hermano Daniel Sierra, “que ha sido de todo en el club”, quizás lo más importante, el padre de una futura campeona del equipo base.
Tuvieron que pedir permiso a la Federación Asturiana de Hockey para poder montar equipos mixtos. Por aquel entonces aún no existían los femeninos, pero es que por el incipiente proyecto del Club Patín Solimar se habían interesado tanto niños como niñas
Un dato curioso sobre los inicios del Club Patín Solimar es que tuvieron que pedir permiso a la Federación Asturiana de Hockey para poder montar equipos mixtos. Por aquel entonces aún no existían los femeninos, pero es que por el incipiente proyecto deportivo se habían interesado tanto niños como niñas. “Hicimos una apuesta por la igualdad sin ser conscientes de ello”, recuerda Fernando con decisión. Con la misma con la que explica que muy pronto comenzaron a darse cuenta de que tenían entre sus filas a jugadoras con una aptitud y otra actitud, ambas muy importantes: talento y ganas.
De aquellos tiempos, Fernando Sierra recuerda cada vez que alguien llegaba contando que tal o cual jugadora en tal o cual equipo jugaba muy bien. “Montábamos un partido para ver cómo estaban nuestras jugadoras respecto a aquella que jugaba tan bien, y siempre eran mejores las nuestras”, sentencia. “Natasha, por ejemplo, ya destacada de una forma muy evidente”, sonríe.
De padre malasio y madre asturiana, Natasha Lee, o ‘Tasha’ como todo el mundo la llama, nació en Malasia en 1988 y a los siete años se trasladó a Gijón. Una niña inquieta a la que le gustaban todos los deportes, que practicaba en las extraescolares al salir del colegio, así es como ella se define. ¿Por qué el hockey? “Porque Fernando me engatusó sin enterarme”, cuenta riendo, “y un día mi madre me dijo que tenía que elegir porque no había tiempo para todo”, reconoce. “Me quedé con el hockey. Fue amor a primera vista”.
Formada en el Telecable Hockey, esta niña inquieta del barrio gijonés de El Llano, jugó 15 años en la selección española, pasó por el Club Patín Voltregá y en 2018 volvió a casa, al club que la vio nacer como jugadora, donde al acabar la temporada 2022/2023, con 34 años, decide abandonar la práctica profesional del hockey sobre patines.
Ellas no lo saben porque no lo vivieron, pero es muy importante inculcarles que todo esto nadie nos lo regaló, es fruto de mucho esfuerzo. Esto lo logramos todas juntas
Su destino estaba escrito, pero ella aún no lo sabía, y el 21 de agosto de 2023 se convierte en la entrenadora del equipo. Cuenta el pellizco que sintió cuando llegaron a la pista del Aldo Cantoni, en San Juan (Argentina), conocida como ‘la catedral del hockey’, porque ella quería jugar esa final, “amo el hockey, es mi pasión, como entrenadora estás cerca, pero no es lo mismo”, reconoce.
Tasha no pierde su sonrisa durante toda la conversación, pero no solo sonríe cuando habla de ganar, porque también recuerda cuando empezó a entrenar en La Algodonera sin techo, sin vallas, con porterías de fútbol, sin vestuarios, sin agua caliente. “Eran otros tiempos”.
Mira hacia las benjaminas que están entrenando, “ellas no lo saben porque no lo vivieron, pero es muy importante inculcarles que todo esto nadie nos lo regaló, es fruto de mucho esfuerzo. Esto lo logramos todas juntas”. Disfruta estando con las bases, “me gusta estar con ellas, regatearles, esto es lo que hace que seamos un club, ser parte de su familia”.
Imparables desde el 2007
El Telecable gana su primer título en 2007 y a partir de entonces comienza la leyenda. La leyenda de un equipo de jugadoras que se comportan como verdaderas profesionales, entrenando cuatro días a la semana, más dos o tres días de gimnasio, nutricionista, fisioterapeuta…“Cada cosa que hacen en su vida lo filtran, de un modo inconsciente, por cómo va a afectar a su hockey”.
Buscamos financiación debajo de las piedras. Para eso necesitamos visibilidad y más apoyo de las administraciones, no un apoyo puntual, sino apoyo continuado
Lo cuenta Fernando Sierra, quien reconoce que las jugadoras del Telecable son profesionales que no cobran para poder vivir del hockey. “Buscamos financiación debajo de las piedras”, dice, “pero para eso necesitamos visibilidad y más apoyo de las administraciones, no un apoyo puntual, sino apoyo continuado”. Y es que la felicidad por los éxitos cosechados en ningún caso puede empañar la realidad de un equipo en el que ninguna de sus jugadoras llega al Salario Mínimo Interprofesional y la mayoría de ellas reciben, como mucho, la mitad del mismo.
Por poner un ejemplo, el Telecable Hockey Club acaba de ganar la Copa Intercontinental, título que en competición masculina se ha llevado el Fútbol Club Barcelona. Pues uno de los jugadores “fuertes” de ese equipo gana el doble de lo que gana el equipo entero del Telecable. Esta situación obliga a muchas jugadoras, lógicamente, a tener que dejar el hockey, no porque no quieran seguir, sino porque no pueden seguir.
El problema en el caso del Telecable viene por partida doble: el hockey es un deporte minoritario y en Asturias, el mayor peso de este deporte lo lleva un equipo femenino. Lo explica con rotundidad Sara Lolo, la capitana, “si ganásemos lo que ganan los jugadores del Hockey Club Liceo, equipo masculino de A Coruña, ninguna jugadora tendría que plantearse si puede seguir”. Esta licenciada en Medicina trabaja actualmente en Sanidad Exterior, es algo temporal que le permite compaginar el medio con el que ganarse la vida y su verdadera pasión, el hockey. Son trabajos que va aceptando de manera temporal y así va tirando.
Lo que sucede cuando empiezas a ganar es que dejas de valorar las platas y los bronces. Después de 18 años compitiendo al máximo nivel, solamente te das cuenta de hasta dónde hemos llegado cuando te paras a pensar
Sara llegó al hockey a los diez años porque le gustaba patinar, a los 12 entraba en el Club Patín Solimar y a los 15 daba el salto al primer equipo. Ahora, con casi 32 años, lleva nueve siendo su capitana. Cuenta emocionada los mensajes que reciben constantemente las jugadoras del Telecable: lo inspirador que es verlas jugar; los valores que transmiten jugando; el modo en que las bases aprenden, viéndolas jugar, a no bajar los brazos ante la adversidad.
“Debemos aprovechar este momento dulce y hacerlo extensivo a toda la ciudad”, reclama. Lejos de lo que podría pensarse asegura estar acostumbrada a perder, no a ganar, porque han ganado 18 títulos, dice, pero han disputado todos los demás que no han ganado. “Lo que sucede cuando empiezas a ganar es que dejas de valorar las platas y los bronces. Después de 18 años compitiendo al máximo nivel, solamente te das cuenta de hasta dónde hemos llegado cuando te paras a pensar”, dice.
Hay cantera
Son las ocho de la tarde y sigue haciendo frío en La Algodonera. El equipo que entrena ya es otro. Entran y salen, entran y salen, porque en esa pista entrenan al hockey 200 niñas y niños, y hay lista de espera, porque el espacio y el tiempo ya no dan para más en la única pista de hockey que hay en Gijón, junto a la del Pabellón de Matajove.
Allí, en Matajove, también en el barrio de La Calzada, es donde entrena y juega el primer equipo, compartiendo espacio y usos con el resto de actividades deportivas del barrio, como baloncesto, gimnasia rítmica o de mantenimiento, y cuadrando horarios también con un instituto aledaño que lleva el mismo nombre que el pabellón.
Entre esas alevines que aún entrenan a las ocho de la tarde están Juana y Paz, de 12 y 11 años, respectivamente. Llevan jugando al hockey seis y siete años y lejos de romanticismos ellas no empezaron por admiración a las jugadoras del primer equipo, eso les llegó más tarde. Paz empezó a jugar porque su hermano mayor jugaba y Juana porque unas primas de su madre, socias del club, la llevaron a ver un partido al Matajove, junto a su hermano, y le gustó.
Estudian 1º de la ESO y 6º de Primaria y ambas lo compaginan a la perfección con las tres horas y media que entrenan a la semana, “más los partidos”, puntualizan, porque ellas ya compiten. Juegan porque disfrutan haciéndolo, por las amigas y compañeras, y porque “ojalá algún día juguemos como las chicas”. Sonríen y se les ilumina la mirada. Aquí hay cantera.
El Telecable Hockey Club tiene cuatro títulos de la OK Liga, cinco Copas de la Reina, seis Copas de Europa, dos Supercopas y una Copa Intercontinental, con la que el conjunto gijonés se proclamó el pasado domingo el mejor equipo del mundo.
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