Pregunta. ¿Sabe usted quién es David Fernández?
Respuesta. Sí, claro: el portavoz de la Candidatura d’Unitat Popular.
P. ¿Sabe que ha sido noticia por insultar a Rodrigo Rato y amenazarlo con una sandalia?
R. Sí, algo he leído.
P. ¿Qué le pareció el episodio?
R. Muy saludable. ¿No queremos que una democracia viva? Pues ahí la tenemos. Si lo ideal es que en un Parlamento estén representadas todas las sensibilidades políticas, como se dice ahora, los ciudadanos que consideran a Rodrigo Rato un gánster tuvieron en Fernández un excelente portavoz.
P. ¿No cree usted que en un Parlamento deberían usarse argumentos en vez de insultos y amenazas?
R. Sería preferible, sí. En términos generales, soy partidario de la buena educación. Pero Fernández no es el primer parlamentario que la pierde. Hace poco una tal Fabra pidió que se jodieran los parados, y no recuerdo que se armara tanto revuelo. En el Parlamento he visto comportamientos más indignos y peligrosos que la airada intervención de David Fernández. Eso es una anécdota. La indignidad está en otra parte. Que un presidente del Gobierno no comparezca para dar explicaciones o que los ministros no respondan a las preguntas de la oposición son actitudes mucho más dañinas para la democracia que una sandalia en la mano.
P. Rodrigo Rato no tenía la obligación de acudir a esa comisión del Parlamento de Cataluña.
R. Que Rodrigo Rato acudiera voluntariamente no tiene nada que ver con el fondo del asunto. Si compareció sería porque le interesaba. No creo que Rato se mueva guiado por la regeneración de la democracia o por el interés general.
P. Parece una descortesía tratar de ese modo a alguien que acude voluntariamente. Rato tiene derecho a un trato no vejatorio.
R. ¿De verdad quiere que hablemos de derechos que no se respetan en nuestra democracia? ¿De verdad quiere que hablemos de tratos vejatorios? A ver, ¿qué quiere? ¿Quiere que diga que lo que hizo Fernández estuvo mal? Sí, estuvo mal. Yo hubiera preferido que no blandiera su sandalia. Se puede ser igual de contundente y mucho más elegante. Pero déjeme añadir algo: la actitud de Fernández es una simple anécdota.
La violencia, la verdadera violencia está en otra parte. Violencia no es solo sacar una sandalia o llamar gánster carroñero a Rato. Esa clase de violencia es la más grosera y evidente, pero hay otras más sutiles. Un sistema social que te obliga a abandonar tu casa porque te has quedado en paro y no puedes pagar la hipoteca me parece infinitamente más violento e intimidatorio que la sandalia de Fernández, la verdad. Las instituciones democráticas no se deterioran porque alguien diga en voz alta lo que piensan millones de ciudadanos. Las instituciones democráticas se deterioran cuando dejan de representar a los ciudadanos y se usan como parapeto de los poderosos.