Tenía pensado empezar esta entrevista refiriéndome a la semana histórica que acabamos de vivir (por la coronación de Felipe VI), pero estoy seguro de que usted me habría contestado como si yo me estuviera refiriendo al fracaso de la selección española. ¿Me equivoco? ¿Habría hecho usted el chiste irónico que siempre hace?
Claro que se equivoca. Reconozco que soy un poco iconoclasta; pero todavía soy capaz de discernir cuándo un acontecimiento es histórico. El fracaso de la selección es una simple vuelta a la normalidad. Y espero que por mucho tiempo. Si existe algo capaz de estimular un levantamiento popular es la frustración deportiva. Sin frustración deportiva nunca habrá revolución.
¿Le invitaron a la recepción de los nuevos reyes?
Qué va, estuve esperando hasta última hora, pero no me llegó nada. Pensé que igual me habían enviado la invitación por mensajería. Y me quedé en casa toda la tarde. Pero no llegó nada.
¿Habría acudido a la recepción en caso de haber sido invitado?
Depende. Si la invitación incluía viaje y estancia, sí, porque así aprovechaba y hacía unas gestiones que tengo que hacer en Madrid. Si me hubiera tenido que conducir hasta Madrid, no. Me hubiese dado pereza. Pero no sabemos nada de lo que incluía la invitación, nada de lo que se han gastado en los 3.000 invitados. No sabemos cuánto ha costado la recepción y si pagaban también el hotel con desayuno para los invitados que tenían que desplazarse desde fuera de Madrid. No parece que haya cambiado nada en palacio en lo que a transparencia se refiere. Todo sigue tan secreto como siempre en este nuevo reinado de honradez y transparencia de la Corona.
Ha habido novedades: por primera vez no había crucifijo ni curas rondando por la coronación.
Sí, pero el primer viaje de los nuevos reyes será al Vaticano. Antes incluso que el tradicional viaje a Marruecos. Supongo que se trata de explicarle al Papa que eso de no poner la cruz en la mesa de la coronación y olvidarse de la misa han sido dos tonterías para calmar los ánimos de los republicanos y los comecuras, que estos días han estado armando mucho jaleo. En realidad, supongo que le dirán al Papa, no hay nada por lo que preocuparse: la monarquía española sigue siendo católica, diga lo que digan las leyes. Felipe VI ha perdido dos oportunidades de aplicar las hermosas palabras de su discurso.
¿Qué tendría que hacer el nuevo rey para que usted no lo viera con tanto escepticismo?
Digamos que tendría que hacer VI cosas, por utilizar como él los números romanos. La cosa I, ya lo sabe: renunciar al tuteo. Que Felipe VI me tutee sin conocerme, sin haberme invitado a su fiesta de coronación me parece intolerable. Y marca una relación de desiguales que no estoy dispuesto a aceptar. La II: publicación íntegra de su patrimonio personal y el de su señora. III: publicar el presupuesto pormenorizado de todas las partidas de gasto. No solo del dinero que va a la Casa Real, sino también del que se canaliza a través de otros ministerios. IV: sacar a sus hijas del colegio privado al que las lleva y matricularlas en uno público para mostrar su confianza en las estructuras del Estado que representa. V: renunciar al seguro privado y visitarse por la Seguridad Social como hizo Franco, que se murió en una cama de La Paz. Y VI: no intervenir en política, ni siquiera para estimular un diálogo entre Rajoy y Mas, como le piden desde la izquierda y la derecha. Si hoy estimula el diálogo, ¿quién nos dice que mañana no estimulará otras actuaciones políticas más discutibles que en su momento también considere necesarias?
¿Le parece que el rey tiene que ser un florero?
Y cuanto más inmóvil mejor. La única manera de que España acepte la Monarquía es haciéndola desaparecer, como si no existiera: inútil y transparente, así debe ser. Todo eso que se lee por ahí de que Felipe VI necesita su 23 F me da escalofríos. Los nuevos reyes harían bien en desoír los consejos —algunos de ellos procedentes de republicanos confesos— que le animan a intervenir en política, a cometer el mismo error de su bisabuelo. Yo en su lugar el único gesto político que me permitiría sería saludar con la manita en los viajes oficiales.
Pregunta: ¿Por qué autoentrevistas?
Respuesta: Porque al fin y al cabo todas las columnas de opinión son respuestas a unas preguntas que se han borrado.
P: Hable por usted, no por los demás.
R: Bueno, no sé si todas. Las mías sí. Cuando tengo que escribir una columna me hago preguntas, las contesto y luego borro la parte del entrevistador.
P: Y aquí ha decidido dejarla.
R: Sí, para darle voz a mi otro yo.
P: ¿Y no es un poco esquizofrénico eso de hacerse preguntas, contestarlas y llevarse la contraria?
R: Un poco, pero es la única manera que tengo de saber lo que pienso sobre las cosas. Y además no siempre estoy de acuerdo con mis opiniones.