¿Qué opinión le merece el anuncio de que Rubalcaba deja la política?
Melancolía, como siempre que alguien se va. Me parece que fue ayer la primera vez que lo vi en televisión. Seguro que él también recuerda aquel debate con el Sindicato de Estudiantes cuando solo había una televisión. Rubalcaba es el último miembro de la generación de Felipe González, la que llevó a la socialdemocracia española a lo más alto. Pero también la que originó su decadencia. Los nacidos entre 1941 y 1951 subieron al poder con las mismas ansias de cambio que Pablo Iglesias, el de Podemos. Pero lo que dieron al ilusionado electorado que los apoyó con una abrumadora mayoría no fue un cambio, sino un cambiazo. El episodio de la OTAN resume muy bien la imposible torsión ideológica de aquellos políticos. Allí arranca la crisis del PSOE, cuyos lodos estamos viviendo estos días. Rubalcaba es el último superviviente de aquellos polvos. Sus compañeros más mayores disfrutaron de las mieles del éxito, que conocieron bien jovencitos; y supieron retirarse a tiempo. Muchos de ellos contemplan ahora el naufragio desde seguro puerto.
Eso le iba a decir, que Rubalcaba ha tenido la decencia de quedarse hasta el final, como quien dice. Supongo que cuando habla de seguro puerto, se está refiriendo a los retiros dorados de Felipe González, Magdalena Álvarez, Elena Salgado, José Bono... Rubalcaba vuelve a la universidad.
Es cierto: a Rubalcaba se le ha llamado de todo salvo corrupto. Y hay que reconocerle esa honradez. Aunque al mismo tiempo hay que exclamar: ¡Qué país este, que convierte en héroe moral a quien no se ha enriquecido con la política! Me parece bien que alguien tenga la decencia, al menos estética, de recuperar la vida que tenía antes de su paso por la política. Con todo, hay algo en estos regresos a la universidad que me molesta. Como profesor, me desazona que un colega que lleva más de 20 años fuera del mundo académico pueda reincorporarse a la enseñanza y a la investigación como si hubiera terminado de dar clase ayer. ¿Tan insignificante es lo que hacemos, que cualquiera puede reengancharse en cualquier momento?
Usted critica a los que se buscan la vida en la empresa privada y también a los que regresan a la vida que tenían antes de la política.
No estoy criticando a Rubalcaba. Yo hubiera hecho lo mismo seguramente. Lo que critico es la docilidad con que aceptamos nosotros, el público, esa imagen pastoril: el retiro a la Universidad del gran estadista extenuado. Esa imagen es un cliché. Un cliché que además encubre cierto menosprecio a la enseñanza superior por parte de la sociedad. Cualquiera que haya dado clases en la universidad sabe que, por mal que esté la institución, por bajo que sea el nivel, 20 años no pasan en balde.
La Universidad siempre ha sido un instrumento de promoción para los políticos. Fíjese de dónde salen los líderes de Podemos.
A mí eso no me parece mal. Está bien que la política se nutra de la Universidad. Lo que veo más problemático es lo contrario, que la Universidad sea una pista de aterrizaje. Le voy a poner un ejemplo: cuando yo llegué a la Universidad de Almería, llegó también Virgilio Zapatero, que venía de ser ministro de Relaciones con las Cortes. Dos años después ya era catedrático. Y volvió a serlo otra vez —con lo difícil que es conseguirlo una sola— en Alcalá de Henares, de cuya universidad llegó a ser rector en un tiempo récord, antes de entrar como consejero en Bankia, que todavía estaba por desfalcar.
Ese ejemplo suena a rivalidad entre colegas, a ajuste de cuentas.
Pues no lo es. Puede encontrar ejemplos como este en el libro titulado Universidad y Ciencia en España. Claves de un fracaso y vías de solución, de Clara Eugenia Núñez. Ni conozco a Virgilio Zapatero personalmente ni pertenecemos a la misma facultad. Él es de Derecho y yo de Filología, así que poca rivalidad puede haber entre nosotros. Además yo no tengo todavía méritos suficientes para ser catedrático. Pero eso no quita que el comportamiento de un colega, aunque pertenezca a otra facultad y sea perfectamente legal, me resulte poco decoroso. Y en todo caso, lo de Virgilio Zapatero no tiene nada que ver con lo que va a hacer Rubalcaba. Le repito que yo haría lo mismo que él: volver a la universidad. ¿Qué podría hacer si no? Mi problema es que después de 20 años sin dar clase y sin haber estudiado, no me acordaría de nada y no creo que estuviera en condiciones de impartir nada en la universidad, por bajo que fuera el nivel. Me tendría que poner a empollar como un loco. Adonde quiero llegar es a que España no tiene resuelta la jubilación de sus altos cargos, de sus ministros, a los que debería facilitar un retiro digno. ¡Rubalcaba no puede ponerse ahora a hincar los codos!
¿Qué le parece que haya sido despedido por el Congreso de los Diputados con un aplauso unánime y que su trabajo haya sido elogiado por la izquierda y la derecha como el de un auténtico hombre de Estado?
Los aplausos unánimes me dan mala espina. Me producen más confianza quienes provocan opiniones divergentes: que los de izquierdas te consideren un tibio, y los de derechas piensen que eres un peligroso izquierdista. En cuanto a los hombres de Estado, sólo puedo repetir las palabras de Berganza, el perro del Coloquio de Cervantes, que decía que cuando alguien cumple con la razón de Estado es porque ha “descumplido con otras razones muchas”. Pero, bueno... No me gusta hacer leña del árbol caído; ahora que Rubalcaba ya no tiene poder, sólo quiero desearle salud y buena suerte.